"Por el sacerdocio, Jesús sigue estando al lado de las personas"

Ernesto Yamaguchi Okuyama, ingeniero peruano de ascendencia japonesa, recibió la ordenación sacerdotal en Roma el 4 de mayo de 2013, de manos del Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría. Publicamos una entrevista reciente.

¿Qué significa para usted la ordenación sacerdotal?

Son muchas las cosas que pasan por mi cabeza y mi corazón, en especial mis padres y hermanos, parientes y amigos, y los momentos vividos con ellos que pasan a tener un sentido más profundo. En este tiempo, uno va tomando conciencia de la música de fondo de todo ello, que es la presencia paternal de Dios que nos ha ido llevando pacientemente de la mano.

También he ido descubriendo en el don del sacerdocio el gran cariño de Dios por los hombres. Pues por el sacerdocio, Jesús sigue estando al lado de las personas, iluminando sus mentes y corazones por la predicación del sacerdote, dándonos su misericordia a través de la Confesión, y fortaleciéndonos a través de la Eucaristía.

¿Nos puede contar su experiencia personal de cómo un ingeniero decide hacerse sacerdote?

En mi caso, ha sido un proceso lento de maduración de la vocación sacerdotal. Quizá esa misma trayectoria larga, me hace valorar más, por un lado, la acción de la Gracia de Dios que actúa suavemente, y de otro, nuestra libre correspondencia a sus llamadas que suele hacerlas a través de las personas y circunstancias comunes que vivimos.

En los primeros años de la vida, recibí tanto de mis padres, del ambiente familiar y parroquial. Tuve la suerte de vivir los primeros años de la Parroquia San Francisco de Borja (en Lima), y vi cómo crecía año tras año, por el trabajo entusiasta y espiritual del párroco ayudado por tantos matrimonios jóvenes que daban identidad cristiana a nuestra joven comunidad. Allí aprendí los primeros pasos de la vida cristiana.

¿Y qué ocurrió después?

Más adelante durante los estudios universitarios frecuenté las actividades de la Prelatura del Opus Dei, y aprendí a dar más fundamento a la vida espiritual entendiendo su doctrina, y sobre todo descubrí la gran humanidad contenida en la fe, es decir, que la vida que vivía y a la que aspiraba tenía mucho que ver con Dios. Y así, comencé a rezar más personalmente, a confesarme y recibir la Eucaristía con más frecuencia. Todo esto lo puedo resumir diciendo que comencé a tener la vida espiritual propia de una persona adolescente y luego adulta. En esos años universitarios pedí la admisión al Opus Dei.

Desde el último año de la Universidad comencé a trabajar, primero en el área de sistemas, luego derivé hacia las finanzas y la administración. En esos años, a través del trato con los amigos y conocidos, palpé las aspiraciones a ser mejores, a una plena felicidad que todas las personas tenemos, que en definitiva no es más que el deseo de Dios. Así, fue calando en mi interior la idea de ser sacerdote para ayudar, de un modo distinto al que ya hacía, en esa Nueva Evangelización que el Beato Juan Pablo II convocó para toda la Iglesia.

Recientemente el Papa Francisco ha animado a los jóvenes a emprender ideales altos. ¿Cómo ve que influirá el mensaje del Papa en su labor sacerdotal?

La elección del Papa Francisco ha significado una gran alegría para el pueblo cristiano. Es una persona de fe, y tiene la cualidad de hacerse cercano con el calor de sus palabras y gestos, y de plantear con sencillez lo que es la vida cristiana. Lo hace con sentido de urgencia y lleno de cariño, como un padre hablaría a su hijo.

Lo podemos ver en la homilía que señala, con ocasión de la Misa de Confirmación. Allí invita a los jóvenes a elevar su vista hacia los ideales altos; a tomar conciencia de que estamos en camino hacia la Jerusalén del cielo donde podremos “ver el rostro del Señor, ese rostro maravilloso, tan bello del Señor Jesús”. Pero mientras estamos en la tierra, dice a los jóvenes que deben dejar que el Espíritu de Cristo sea quien los guíe, para que al final de cada jornada puedan estar contentos por los gestos de amor verdadero “hacia un compañero, mis padres, un anciano”. Y es alentador que el Papa concluya la idea diciendo “¡qué hermoso!”.

¿Y qué pueden hacer frente a un ambiente adverso?

De otro lado, el Papa también recordaba a los jóvenes que las dificultades y tribulaciones forman parte de ese camino, por ello, los invitaba a permanecer “estables en el camino de al fe con una firme esperanza en el Señor”. Remarcaba la idea diciéndoles que habrá que ir “contra corriente”, pero sin miedo sino con esperanza, porque luchamos con la fuerza de Dios quien siempre está dispuesto a perdonarnos.

Es decir, el Papa nos está diciendo a los sacerdotes a que ayudemos a que los jóvenes saquen lo mejor de sí, hacerlos capaces de apostar su vida por grandes ideales: el más alto al que una persona puede aspirar es estar con Jesús para siempre. Nos dice que hagamos ver a los jóvenes que ese gran ideal, sepan trasladarlo a sus acciones diarias; y que el secreto para vivir con constancia ese ideal es que sepan que la fortaleza de Dios los sostiene, y su misericordia los perdona durante toda su vida. Y finalmente, nos recuerda a los sacerdotes que este planteamiento de vida que hacemos a la juventud es para llevarlos a una alegría auténtica.

Ser ordenado junto a otros 30 sacerdotes es una gran noticia para la Iglesia. ¿Qué mensaje quiere dar a la gente, especialmente a los católicos peruanos?

Se podría decir mucho, pero les diría a los peruanos: fundamentemos más nuestra fe. Que de verdad creamos que las enseñanzas de Cristo y los medios que nos dejó a través de su Iglesia son el camino para llegar a ser felices y vivir una vida a plenitud. En ese marco, recuerdo las palabras de San Josemaría Escrivá que decía “sólo podrá ser feliz en el Cielo aquel que sabe ser feliz en la tierra”.

La fe debe ser una luz en nuestras vidas, de modo que cuente a la hora de las acciones cotidianas (buscar siempre el bien y evitar siempre el mal aunque nos cueste esfuerzo) y cuando haya que tomar alguna decisión más de fondo (mantener los principios cristianos en la familia, la honradez en el trabajo, seguir las llamadas de Dios a una mayor generosidad).

Usted tiene ascendencia japonesa, ¿cómo piensa aprovechar esta condición en su próximo trabajo pastoral?

Tener la ascendencia japonesa me lleva a que algunos valores como el compromiso, la laboriosidad y la piedad filial, me resulten más familiares y espero ponerlos en práctica en el trabajo sacerdotal. De otro lado, me resulta ciertamente inspiradora la historia de la colectividad japonesa en el Perú. Su acercamiento a la fe ocurrió gracias al trabajo paciente y amistoso de los padres franciscanos a los que se les confió su cuidado pastoral, y antes, por la labor caritativa de las Madres de la Caridad que atendían maternalmente a los que caían enfermos durante los primeros años de inmigración. Esas personas son un ejemplo de la caridad que los sacerdotes debemos tener con todos.