Pedro Kihara: un maestro en el espíritu de servicio

El último 18 de mayo, Pedro Kihara, supernumerario de ascendencia japonesa, director académico del colegio Turicara, en Piura daba el salto al cielo. Juan Gago, amigo suyo, traza un perfil de su vida.

Con la familia al completo: Marjorie, Mitsuki Dorita, Izumi del Rosario y Kisaku Eduardo.

Pedro Martín Kihara Benites, nació el 21 de Noviembre de 1969. Era un profesor muy dedicado. Cuando lo conocí, era profesor de primaria. Pronto por su esfuerzo y capacidad fue promovido a coordinador de primaria, miembro del consejo de dirección del colegio Turicará, luego subdirector.

Lo que más me llamó la atención, fue su increíble fuerza de voluntad. Se notaba, por ejemplo, al levantarse de una silla donde estaba sentado, como al caminar, al sentarse, al orar, al asistir a misa, y en cualquier actividad que desarrollara.

Era una persona que practicaba la virtud del desprendimiento. Una anécdota. Recuerdo que prestó su teléfono celular a un amigo cercano, que viajó a Argentina unas semanas, y sin saberlo, utilizó el teléfono para hablar con su familia en el Perú. Al llegar al Perú, llegó la cuenta con un servicio de señal internacional muy oneroso, que Pedro luego pudo solucionar, asumiendo gran parte la cuenta.

Por un accidente, su tía Dorita quedó inválida, pero él se las arreglaba para cuidarla muy bien y no era pretexto para no dejar por eso de llevarla a pasear y asistir los sábados y domingos a misa.

Cuando era soltero, vivía en Paita, y tenía a cargo el cuidado de su tía Dorita y de su mamá Norma, muy avanzadas en edad: él sostenía económicamente la casa; compró un auto usado, un Fiat blanco, al padre Vicente Pazos, sin saber manejar; lo manejaba su sobrino Piero, quien lo llevó de Piura a Paita durante varios meses. Por un accidente, su tía Dorita quedó inválida, pero él se las arreglaba para cuidarla muy bien y no era pretexto para no dejar por eso de llevarla a pasear y asistir los sábados y domingos a misa.

Y así fue, a pesar de las diversas adversidades, que se dieron una tras otra, como el fallecimiento de su tía Dorita un 15 de febrero y el incendio de su casa de Paita, por un cortocircuito el 12 de marzo de 2010, acontecimientos que luego, con paz y tranquilidad y esfuerzo, Pedro supo superarlos y salir adelante.

En el 2009, se hizo miembro del Rotary Club Paita Centro, donde mi padre tenía encargado la formación de nuevos socios de esta agrupación. Mi papá siempre me decía, con orgullo: “hijo, gracias al Rotary, Pedro conoció a la mujer de su vida”. Y así fue, pues se casó con Marjorie Cárdenas, un 13 de Mayo de 2011, fiesta de la Virgen de Fátima a los 41 años. Pedro trabajaba en el Colegio Turicará hacía muchos años, y enseñaba el grado más difícil y donde los profesores son el personal más escaso: primer grado de primaria.

El día de su boda religiosa con Marjorie.

Pedro era de ascendencia japonesa. A sus tres hijos les puso nombres que reflejaban ese mestizaje entre la cultura peruana y japonesa: Mitsuki Dorita (Mitsuki significa “bella luna”); la segunda se llama: Izumi del Rosario (Izumi significa “manantial”), Kisaku Eduardo (Kisaku significa “guerrero”). Perdió al cuarto hijo, cuando tenía pocos meses de gestación, asumiéndolo con sentido cristiano y esperanza. Hecho que edificó a no pocos amigos y conocidos.

Con Redy, padrino de su hijo menor, Kisaku Eduardo, en el día de su bautizo.

Tuve la suerte de ser elegido como padrino de Mitsuki Dorita, su hija mayor. Otro profesor del colegio Turicará, Richard Castañeda era el padrino de Izumi del Rosario. Richard, al igual que Pedro, son profesores de primaria, los más buscados en un colegio. Pedro fue el medio que el Señor tuvo para que Richard descubriera su vocación en la Obra. El padrino de su tercer hijo es Redy, un profesional dedicado actualmente a la formación de familias y cursos de Raíces, además de ser profesor universitario. Hasta en ello, lo había pensado, seguramente, si Dios lo llamaba a su presencia, dejaría en buenos amigos la formación cristiana de sus hijos.

La virtud en la que más se ejercitó Pedro era, justamente, el espíritu de servicio. Siempre estaba pendiente en qué podía ayudar, sobre todo en el oratorio del colegio. Nadie conocía mejor dónde estaban los lienzos sagrados, el misal, el leccionario, la llave del sagrario, las formas para la eucaristía, etc. Nunca lo vi molesto, ni preocupado. Siempre decía: “Estamos en las manos de Dios”, o “Juan, encomienda…”. A Pedro siempre le gustaba estudiar. Hizo la maestría en Asesoramiento Educativo Familiar, y le gustaba leer libros de educación en virtudes, era preceptor de alumnos, principalmente.

Hace muy pocos días conversé con un profesor del colegio Turicará. Me contó que Pedro lo había ayudado en algunas crisis de su vida. Y siempre estaba disponible para conversar. Cuando alguien llegaba a visitarlo para contarle algún tema personal, Pedro podría estar muy ocupado; sin embargo, dejaba de trabajar y lo escuchaba atentamente. También conversé con otro amigo que fue a la playa cuando eran estudiantes (es decir, en los noventa), y vivieron una gran aventura, acampando y levantando el campamento en minutos, debido a un vehículo patrullero de la policía los seguía de cerca, pues según me comentó, los confundieron con jóvenes de mal vivir.

En una visita de Mons. Javier Echevarría, a la sede del colegio Turicará en 2010.

También era muy mariano. Rezaba el rosario todos los días, rosario en mano, organizaba las romerías de mayo en el colegio. Y sobre todo, organizaba una caminata-romería cada 24 setiembre, desde Piura hasta Paita, en la fiesta de la Virgen de las Mercedes, junto con profesores, alumnos, amigos y exalumnos del colegio Turicará.

Marjorie, su esposa me comentó, al día siguiente del día del accidente que tuvo, 38 días antes de partir a la casa del Padre, que Pedro estaba tranquilo, ella misma condujo el automóvil desde su casa hacia el hospital, un día con intensa lluvia. Fueron larguísimos 38 días, donde experimentamos la oración de muchas personas y la comunión de los santos de manera vivificante. Marjorie nos enviaba las buenas (y las malas nuevas) cada día, pidiéndonos mucha oración. Siempre estuvo en unidad de cuidados intensivos.

El día 12 de Mayo, un día antes de su aniversario número doce de matrimonio, y aún con sedación, el P. Ricardo Gonzáles, capellán mayor de la Universidad de Piura, en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos), pudo realizar a ambos en el hospital, la renovación de las promesas matrimoniales, algo que a Marjorie le dio paz y fuerza en esos momentos difíciles para Pedro y su familia.

Pedro falleció el día jueves 18 de mayo de 2023. Tras su muerte, llevaron el féretro a la capilla del Colegio Turicará para rezar ante sus restos mortales. Fue un evento multitudinario, pues se mezclaban familiares, alumnos, exalumnos, padres de familia, colegas profesores y sus familias; amigos y amigas, tanto del colegio Turicará, como del colegio Vallesol. Fueron dos días intensos.

Finalmente, terminó con la misa de cuerpo presente a las 9:30 am del día 20 de mayo, con muchísima gente en misa, muchos amigos pudieron confesarse y comulgar. Hasta allí, Pedro aprovecharía para cumplir otra vez un propósito personal: que la gente se acercara a Dios. Y la gente que asistía lo apreciaba mucho.

De la homilía de la misa de cuerpo presente, el Padre Andrés Echevarría, capellán del colegio Turicará, dijo:

“La vida de Pedro Kihara se puede resumir en el primer punto de camino, ese libro que tanto meditó e inspiró su vida: “Que tu vida no sea una vida estéril, sé útil, deja poso…”; Él ha dejado un poso profundo en el colegio Turicará. A nivel institucional porque trabajó aquí 30 años y ha sacado adelante la tarea formativa de alumnos y profesores. Pero sobre todo ha dejado un poso en cada uno de nosotros. Ha iluminado nuestras vidas con su amistad y ejemplo.

Tres aspectos que destacó el Padre Andrés Echevarría de Pedro:

1. Su fe en Dios y su amor a la eucaristía. El siempre fue una persona calmada y paciente, pero cuando un alumno se portaba mal en la iglesia, su reacción era pronta y enérgica, algo que me llamaba la atención y que se explica desde la fe y su cercanía con el Señor.

Además, esa fe se manifestaba en que era frecuente que buscara al capellán, para pedirle oraciones: por gestiones ante la UGEL (Unidad de Gestión de la Educación Local de Piura), ante un suceso de alumnos, una reunión con alguna familia…Se tomaba el tiempo para entrar la oficina del capellán y decirle: “Padre, rece por…” Tenía una gran confianza en el poder de la oración.

2. Su afán de investigación. Su oficina estaba llena de libros de editoriales que ofrecían planes de formación a alumnos, y él revisaba todo para encontrar las mejores maneras y métodos. Siempre estaba buscando: videos, películas, programas para descargar y editar videos, etc. Tenía un gran espíritu de búsqueda por mejorar su quehacer profesional.

3. Su deseo de que todos la pasen bien y su gran espíritu de servicio.

Hay dos anécdotas: una que le contó un exalumno, que cuando estaba en sexto de primaria le comentó al profesor Pedro que no había cancha de vóley en el colegio. A los pocos días, estaban haciendo los hoyos necesarios en la cancha de basket para poner los parantes que sostengan la red de vóley. El deseo de un alumno se convertía para él, en acción.

Otra anécdota era que, como director de formación, se reunía con las mamás delegadas de primera comunión y confirmación. A veces, venía a la oficina del capellán, para contarle cosas que las mamás exigían, y que no se podían hacer…el capellán le aconsejaba: “pero diles que no se puede y listo. No te estreses con eso”. Pero a él le costaba decir que no a las mamás. Había en él, el deseo de que todos la pasen bien, que todos estén contentos y sufría al tener que decir que no a un grupo de personas. El capellán decía: “para mí, es una manifestación de un espíritu caritativo”.

El recuerdo de Pedro nos debe motivar a ser mejores personas. Ahora nos deja, pero a la vez, como decía al comienzo, ha dejado un poso en nosotros. Un poso de fe, de caridad, de amistad. Nos toca continuarlo”.

Hay una expresión de san Josemaría que decía: “el Opus Dei es el mejor lugar para vivir y para morir”

Hay una expresión de san Josemaría que decía: “el Opus Dei es el mejor lugar para vivir y para morir”. La vida de Pedro, quien procuró ser fiel a ese carisma, ha dejado una huella de gratitud, buen ejemplo y alegría en su caminar terreno, así como una luz perenne en el alma de sus amigos, compañeros de trabajo, exalumnos, alumnos y padres de familia del colegio Turicará. 

Juan Gago Ho