Nadie se salva solo: matrimonio y santidad

El recuerdo que han dejado muchos matrimonios entre quienes les conocieron es una señal de que seguramente han llegado juntos al Cielo. El matrimonio como camino de encuentro con Dios ha sido el tema de una jornada de reflexión sobre “Santidad laical” celebrada en Roma, en la que se recordó la vida ejemplar de cinco parejas.

Introdujo la jornada, celebrada en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma), el cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Señaló que "la santidad de los esposos es ciertamente la santidad de dos personas distintas, pero al mismo tiempo nos presenta una santidad que podemos llamar comunitaria". Habló también de la vida de aquellos cónyuges en los que uno vive la fe y el otro no -como santa Mónica y su marido o Charles Peguy y su mujer-, y donde con frecuencia la santidad de uno acompaña al otro a la fe.

"El matrimonio es, con palabras del Papa Francisco, una barca inestable pero segura". Señalando que la vocación matrimonial es una llamada exigente, pero divina, recordó un breve texto de san Josemaría: "¿Te ríes porque te digo que tienes "vocación matrimonial"? —Pues la tienes: así, vocación".

Carla Rossi, profesora de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, dijo que "los esposos reciben muchas gracias del Cielo cuando se casan, pero la compañía de Dios no se termina ahí. El sacramento tiene efecto durante toda la relación entre marido y mujer, y sus gracias pueden crecer con el tiempo, Dios les acompaña.

Para estar casados no basta con el día del matrimonio, hay que emprender una aventura en la que se pasa del ‘yo’ al ‘nosotros’, en el que el centro pasa de uno mismo al otro: para eso sirve paciencia, creatividad, humildad...". Concluyó que el matrimonio es una aventura emocionante, y que no es casualidad que todos miren con ternura a los matrimonios ancianos.

Tras la intervención de la profesora Carla Rossi Espagnet, comenzó una mesa redonda en la que se presentaron las vidas de cinco parejas cristianas que dejaron un recuerdo de santidad matrimonial. En diez minutos, cada orador trató de transmitir los elementos fundamentales de cada familia

Cinco parejas santas, cinco parejas distintas

A pesar de la evidencia de ciertas características comunes, como la oración conjunta, el amor por la Santa Misa o la apertura a la vida, no es sencillo encontrar patrones similares o "recetas" para la santidad matrimonial. Cada uno de estos matrimonios, en un momento determinado de su vida -incluso después de años muy difíciles desde el punto de vista de la serenidad conyugal- decidió que vivirían juntos el Evangelio día a día, dejando un profundo surco de caridad y fidelidad en su entorno.

"Su vida era muy ordinaria, pero consiguieron poner a Cristo en el centro de su relación porque comulgaban todos los días", dijo Paola dal Toso, hablando de los beatos Luigi Beltrame Quattrocchi y Maria Corsini. "Se veían a sí mismos como un bloque, vivían su vida terrenal con el pensamiento perenne de hacer feliz al otro".

Witold Burda ha presentado las figuras de los siervos de Dios Jozef y Wiktoria Ulma, conocidos como "los samaritanos de Markowa". Murieron martirizados, junto con sus hijos, por haber acogido en su casa a varios hebreos durante la persecución del régimen nazi. “Fueron fieles al evangelio no sólo en los últimos momentos de su vida, sino en cada día de su matrimonio”.

Eduardo Ortiz de Landázuri y Laura Busca Otaegui fue un matrimonio que vivió en España durante el siglo XX. Francesco Calogero dijo que “Laura, licenciada en Farmacia, supo construir una familia cristiana, que acogió a muchos hijos; Eduardo trabajó como médico, destacando siempre por el trato lleno de caridad que dispensaba a los pacientes”.

Pietro Romeo, sacerdote y postulador, habló de los siervos de Dios Franco Bono y Maria Rosaria De Angelis: “En la diócesis todos hablaban de Franco y de María Rosaria tras su muerte, y todos hablaban bien. Algo había que hacer… Rezaban con insistencia a Dios, a través de la intercesión de san Francisco, que se hicieran santos juntos”. Ambos ejercen la medicina en Locri: Franco en el hospital, donde, siendo también cardiólogo, es el alma del Centro de Reanimación, y María Rosaria como médico de cabecera, un ángel en el hogar de los que la necesitan. “El amor maduro -decían- es cuando se vive para los demás”.

Muy emocionante fue el recuerdo de la vida de Cyprien Rugamba y Daphrose Mukasanga, dos martires del genocidio ocurrido en 1994 en Ruanda. Resumió sus vidas Jean Luc Moens. Fueron asesinados en su casa, ante la Eucaristía, por los soldados de la Guardia presidencial. La coherencia con la fe impide a esta familia decantarse por una etnia o por otra, en un momento de separación fratricida entre hutus e tutsi. La tensión les lleva al aislamiento social y la pobreza, que acabará con su asesinato.

Tras la mesa redonda, Monseñor Fernando Ocáriz, prelado del Opus Dei y Gran Canciller de la Universidad, intervino brevemente para dar las gracias a todos los ponentes, señalando que los matrimonios cuyos testimonios se aportaron al encuentro habían "iluminado su amor humano con la luz de la fe", haciendo "visible el encanto contagioso de la vida cristiana".