Manos Solidarias

LimaTodos conocemos lo desbordante que puede llegar a ser la atención en la entrada de un hospital. Muchos llegan con la preocupación de ser atendidos y no saben cómo funciona el sistema, o no pueden ser atendidos con rapidez, otros desean obtener información de familiares internados, sin éxito. El personal no es capaz de atender a todos y se viven momentos de angustia en las salas de recepción.

Para facilitar ese trabajo, en algunos hospitales se han constituido diversos comités de voluntarios, que puedan orientar y ayudar en lo que se pueda a las diversas personas que ingresan al hospital. En los colegios Salcantay y Alpamayo, obras corporativas del Opus Dei, un grupo de papás y mamás, junto con familiares y amigos, constituyó con esa finalidad un sistema de voluntariado llamado Manos Solidarias.

Una de las instituciones donde prestamos este servicio es el Hogar San Camilo, dirigido por los Hermanos de San Camilo, que ayuda a las madres gestantes portadoras de SIDA y alberga a algunos enfermos terminales. El voluntariado en este caso consiste en acompañar a los enfermos en sus últimos días.

Procuramos tratar a los enfermos de forma muy natural, pero al mismo tiempo intentando acercarlos a Dios. Las prácticas de piedad de la gente en este centro se van asimilando poco a poco. Por ejemplo, ha sido un pequeño, pero reconfortante logro ver que, después de muchos meses, es la primera vez que uno de los enfermos hace la bendición de la mesa por propia iniciativa.

Otro hospital donde trabajamos es el hospital estatal Cayetano Heredia, el cual queda al lado de la Universidad del mismo nombre, en el distrito San Martín de Porres, de Lima. Ahí ya existe un voluntariado pero el hospital es muy concurrido, lo cual hace posible nuestra participación, puesto que siempre será mayor el número de enfermos al número de voluntarias.

A la fecha, Manos Solidarias cuenta con más de 30 voluntarias in situ, que son aquellas que asisten a los hospitales y además un número de no menos de 30 personas que trabajan, sin asistir al hospital, en las llamadas comisiones de trabajo para conseguir medicinas, ropa, alimentos, juguetes, etc.

No hay problemas insuperables para esta obra de ayuda: lejanía, calles cerradas, huelgas, marchas de protesta, todo se llega a superar. Quizá cuesta al comienzo conseguir que algunos se incorporen a esta iniciativa. Lucía, por ejemplo, fue una de las que más se resistió a ver niños enfermos. Al cabo de mucha insistencia se animó a participar y se conmovió tanto con los bebés deshidratados que ahora se encuentra a la cabeza de un grupo; y por si fuera poco forma parte del consejo administrativo.

El regreso no siempre es muy feliz. En estos días tenemos la triste noticia de que uno de los niños abandonados, después de muchos meses de intento, no consigue adaptarse a la válvula y está en coma... Rezamos para que pueda salvarse.

Esta labor, por su gran contenido de servicio a los demás, ayuda mucho a los participantes a crecer como personas y a vivir más cerca de Dios.