La Iglesia es Madre

"¡Cuánto consuelo suscita en nuestro corazón esta certeza! La Iglesia es verdaderamente una madre y, como una mamá, busca el bien de sus hijos, sobre todo de los más alejados y afligidos, hasta que no encuentre su plenitud en el cuerpo glorioso de Cristo con todos sus miembros." Papa Francisco, Audiencia General miércoles 11 de diciembre de 2013.

"¡Cuánto consuelo suscita en nuestro corazón esta certeza! La Iglesia es verdaderamente una madre y, como una mamá, busca el bien de sus hijos, sobre todo de los más alejados y afligidos, hasta que no encuentre su plenitud en el cuerpo glorioso de Cristo con todos sus miembros." Papa Francisco, Audiencia General miércoles 11 de diciembre de 2013.

Nuestra Madre la Iglesia

Pide a Dios que en la Iglesia Santa, nuestra Madre, los corazones de todos, como en la primitiva cristiandad, sean un mismo corazón, para que hasta el final de los siglos se cumplan de verdad las palabras de la Escritura: “multitudinis autem credentium erat cor unum et anima una —la multitud de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma.

—Te hablo muy seriamente: que por ti no se lesione esta unidad santa. ¡Llévalo a tu oración!

Forja, 632

¡Qué alegría, poder decir con todas las veras de mi alma: amo a mi Madre la Iglesia santa!

Piensa en tu Madre la Iglesia Santa, y considera que, si un miembro se resiente, todo el cuerpo se resiente.

—Tu cuerpo necesita de cada uno de los miembros, pero cada uno de los miembros necesita del cuerpo entero. —¡Ay, si mi mano dejara de cumplir su deber..., o si dejara de latir el corazón!

Forja, 471

Querría —ayúdame con tu oración— que, en la Iglesia Santa, todos nos sintiéramos miembros de un solo cuerpo, como nos pide el Apóstol; y que viviéramos a fondo, sin indiferencias, las alegrías, las tribulaciones, la expansión de nuestra Madre, una, santa, católica, apostólica, romana.

Querría que viviésemos la identidad de unos con otros, y de todos con Cristo.

Forja, 630

Amar a la Iglesia

Tienes un afán grande de amar a la Iglesia: tanto mayor, cuanto más se revuelven quienes pretenden afearla. —Me parece muy lógico: porque la Iglesia es tu Madre.

Surco, 354

Te quedaste muy pensativo al oírme comentar: quiero tener la sangre de mi Madre la Iglesia; no la de Alejandro, ni la de Carlomagno, ni la de los siete sabios de Grecia.

Surco, 365

¡Qué alegría, poder decir con todas las veras de mi alma: amo a mi Madre la Iglesia santa!

Camino , 518

Cada día has de crecer en lealtad a la Iglesia, al Papa, a la Santa Sede... Con un amor siempre más ¡teológico!

Surco, 353

Tu amor y tu servicio a la Iglesia Santa no pueden estar condicionados por la mayor o menor santidad personal de los que la componen, aunque deseemos ardientemente la perfección cristiana en todos.

—Has de amar a la Esposa de Cristo, tu Madre, que está, y estará siempre, limpia y sin mancilla.

Forja, 461

Dios está metido en el centro de tu alma, de la mía, y en la de todos los hombres en gracia. Y está para algo: para que tengamos más sal, y para que adquiramos mucha luz, y para que sepamos repartir esos dones de Dios, cada uno desde su puesto.

¿Y cómo podremos repartir esos dones de Dios? Con humildad, con piedad, bien unidos a nuestra Madre la Iglesia.

—¿Te acuerdas de la vid y de los sarmientos? ¡Qué fecundidad la del sarmiento unido a la vid! ¡Qué racimos generosos! ¡Y qué esterilidad la del sarmiento separado, que se seca y pierde la vida!

Forja, 932

Ser Iglesia

Tener espíritu católico implica que ha de pesar sobre nuestros hombros la preocupación por toda la Iglesia, no sólo de esta parcela concreta o de aquella otra; y exige que nuestra oración se extienda de norte a sur, de este a oeste, con generosa petición.

Entenderás así la exclamación —la jaculatoria— de aquel amigo, ante el desamor de tantos hacia nuestra Santa Madre: ¡me duele la Iglesia!

Forja, 583

Si anhelas tener vida, y vida y felicidad eternas, no puedes salirte de la barca de la Santa Madre Iglesia. —Mira: si tú te alejas del ámbito de la barca, te irás entre las olas del mar, vas a la muerte, anegado en el océano; dejas de estar con Cristo, pierdes su amistad, que voluntariamente elegiste cuando te diste cuenta de que El te la ofrecía.

Forja, 1043

Desde que Jesucristo Señor Nuestro fundó la Iglesia, esta Madre nuestra ha sufrido continua persecución. Quizá en otros tiempos las persecuciones se hacían abiertamente, y ahora se organizan muchas veces de modo solapado; pero, hoy como ayer, se sigue combatiendo a la Iglesia.

—¡Qué obligación tenemos de vivir, diariamente, como católicos responsables!

Forja, 852

No me olvides que, en los asuntos humanos, también los otros pueden tener razón: ven la misma cuestión que tú, pero desde distinto punto de vista, con otra luz, con otra sombra, con otro contorno.

—Sólo en la fe y en la moral hay un criterio indiscutible: el de nuestra Madre la Iglesia.

Surco, 275

Tener espíritu católico implica que ha de pesar sobre nuestros hombros la preocupación por toda la Iglesia

Qué bonita oración, para que la repitas con frecuencia, la de aquel amigo que pedía por un sacerdote encarcelado por odio a la religión: "Dios mío, consuélale, porque sufre persecución por Ti. ¡Cuántos sufren, porque te sirven!"

—¡Qué alegría da la Comunión de los Santos!

Forja, 258

Qué bondad la de Cristo al dejar a su Iglesia los Sacramentos! —Son remedio para cada necesidad.

—Venéralos y queda, al Señor y a su Iglesia, muy agradecido.

Camino, 521

Estamos contemplando el misterio de la Iglesia Una, Santa, Católica, Apostólica. Es hora de preguntarnos: ¿comparto con Cristo su afán de almas? ¿Pido por esta Iglesia, de la que formo parte, en la que he de realizar una misión específica, que ningún otro puede hacer por mí? Estar en la Iglesia es ya mucho: pero no basta. Debemos ser Iglesia, porque nuestra Madre nunca ha de resultarnos extraña, exterior, ajena a nuestros más hondos pensamientos.

Acabamos aquí estas consideraciones sobre las notas de la Iglesia. Con la ayuda del Señor, habrán quedado impresas en nuestra alma y nos confirmaremos en un criterio claro, seguro, divino, para amar más a esta Madre Santa, que nos ha traído a la vida de la gracia y nos alimenta día a día con solicitud inagotable.

Amar a la Iglesia, 33