Jóvenes de Perú y Uruguay en proyecto social en Cusco

Más de 30 familias de diferentes comunidades de Ollantaytambo y Huilloc recibieron ayuda como parte del proyecto social “Urubamba”, promovido por jóvenes peruanas y uruguayas en el Cusco. El grupo estuvo integrado por 11 jóvenes que frecuentan la Residencia Universitaria Del Mar (Montevideo) y Cerros, centro cultural ubicado en Lima y organizador del proyecto.

Como explica María José Vargas, una de las organizadoras “Las iniciativas sociales que organizamos en Cerros van en la línea de las palabras del Papa Francisco dirigidas a los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud de este año en Cracovia:“No vinimos a este mundo a “vegetar”, a pasarla cómodamente, a hacer de la vida un sofá que nos adormezca; hemos venido a otra cosa, a dejar una huella. Para seguir a Jesús hay que tener una cuota de valentía, hay que animarse a cambiar el sofá por un par de zapatos que te ayuden a caminar por caminos nunca soñados y menos pensados”.

“El Año de la Misericordia nos pareció el marco perfecto para regresar a Huilloc y volver a compartir nuestro cariño y alegría, nuestras ganas de enseñar y ayudar a las familias y niños de esta zona del Perú caracterizada por la pobreza y el abandono”, agregó.

El grupo dio clases de higiene a la población infantil y ofrecieron sesiones básicas sobre educación de los hijos a 20 madres de familia de Huilloc, comunidad quechua que mantiene vivas sus tradiciones y costumbres; se comunicaron con las señoras quechuahablantes a través de un traductor local que cumplió muy bien su papel.

Los pobladores recibieron una canasta familiar con víveres, que consiguieron a través de donativos, en los meses de preparación del proyecto.

“Como parte del programa, el primer día estuvimos en un encuentro catequético de comunidades campesinas del Valle Sagrado. El Obispo del Cusco, Monseñor Richard Alarcón Urrutia, celebró una misa en quechua que terminó con la Procesión del Santísimo en Huilloc. Los campesinos en fila hicieron un “pasillo” y dejaron sus chompas y ponchos para que el obispo pasara con el Santísimo. Se notaba una devoción muy profunda: ver a mil 500 campesinos de rodillas, es para conmover a cualquiera” dijo María José.

Carolina Daverede de la Residencia Universitaria Del Mar, de Montevideo (Uruguay) señaló que “en lo personal, lo vivido me ayudó a reflexionar que más allá de las culturas diferentes, hay algo más importante y profundo que nos une a todos: compartir una misma fe. Creer y practicar lo mismo a pesar de las diferencias. Eso me dejó a mi esta experiencia”.

Las jóvenes hicieron un diagnóstico situacional para que durante el resto del año, poder diseñar un plan que resuelva algunos de los problemas de la comunidad y buscar empresas que ayuden a ejecutar sus propuestas como parte de sus programas de responsabilidad social. Después de esta gran experiencia quieren contagiar a muchas jóvenes y a empresarios la alegría que supone comprometerse en ayudar a los demás.

Como decía san Josemaría: «Hay que abrir los ojos, hay que saber mirar a nuestro alrededor y reconocer esas llamadas que Dios nos dirige a través de quienes nos rodean. No podemos vivir de espaldas a la muchedumbre, encerrados en nuestro pequeño mundo. No fue así como vivió Jesús. Los Evangelios nos hablan muchas veces de su misericordia, de su capacidad de participar en el dolor y en las necesidades de los demás» (Es Cristo que pasa, 146).