Javier Echevarría comenta la muerte del fundador del Opus Dei

"Murió con la naturalidad con que había vivido". Ofrecemos un fragmento del libro "Memoria del Beato Josemaría Escrivá", de mons. Javier Echevarría, donde el prelado del Opus Dei relata cómo san Josemaría “basó toda su existencia en la oración”.

En su fallecimiento no sucedió ningún hecho de tipo extraordinario: murió con la naturalidad con que había vivido. Durante sus últimos meses en la tierra, había experimentado un ansia creciente de ver a Dios cara a cara, aunque como he señalado no deseaba la muerte. En la mañana del 26 de junio de 1975, se comportó con la serenidad y la paz propias de quien tiene el alma completamente metida en Dios. Quitó importancia al percance que sufrió en Castelgandolfo, y hasta bromeó sobre su poquedad: no hago más que molestar; nos rogó varias veces que perdonásemos los contratiempos que ocasionaba.

No sé decir si previó que se avecinaba su hora. Si puedo asegurar que reaccionó como en otros momentos en los que, evidentemente, se hallaba en peligro inmediato: con su abandono en las manos de Dios, persuadido de que —como el Padre más Amoroso y Omnipotente— concede siempre lo que más nos conviene.

Nunca se insistirá bastante en que fundamentó su apostolado en una continua oración y en una perseverante mortificación personal, y transmitió este criterio a sus hijos: en el Opus Dei todo se ha hecho a base de oración.

En 1972 pasarnos por Logroño y visitó la concatedral, conocida popularmente como la Redonda; estuvo rezando y evocando, con verdadera alegría y agradecimiento, los ratos que transcurrió allí en su juventud delante del Señor: ¡cuántas horas me he pasado yo aquí! Me impresiono su recuerdo tan vivo de aquella iglesia, al cabo de cincuenta años. Después de rezar piadosamente ante el Sagrario, recorrimos despacio las capillas: se advertía por su mirada, por sus gestos y por sus palabras, el cariño con que actualizaba los años en los que Dios se adentró en su alma, llevándole al camino del sacerdocio.

En 1956, había enviado a don Álvaro del Portillo a España para realizar determinadas gestiones. Al cabo de unos días, se recibió en Roma una carta de don Álvaro: refería que los encargos se iban resolviendo gracias a las oraciones de los que le ayudaban. El Fundador del Opus Dei interrumpió la lectura y, levantando la vista, nos comentó a don Severino Monzó y a mí: es bonito ver como escribe, porque está persuadido —yo, hijos míos, también lo estoy y lo estaré siempre— de que todo va saliendo por nuestras oraciones. No olvidéis que la oración es el medio que ha de preceder, acompañar y seguir a todas nuestras actuaciones humanas: si no hacemos eso, hemos errado el camino.

En 1973, nos persuadía una vez más: ¡hay que rezar siempre! En el Opus Dei, la oración va siempre en primer término. Antes de trabajar, levantad el corazón a Dios, y no os importe si la gente se da cuenta de que sois piadosos: que vean que estáis preparados profesionalmente y que contáis en todo con el Señor. Insisto: tenemos que rezar siempre, porque, si no, sería la nuestra una vida farisaica.

Se me quedó muy grabado lo que me advirtió una noche, cuando íbamos a hacer el examen de conciencia: Javi, ¡acuérdate toda la vida!: el único medio que hemos tenido en el Opus Dei, y que tendremos siempre, es la oración. ¡Rezar!, ¡rezar siempre, porque aunque parezca en algún momento que contamos con todos los medios humanos, ¡no los tenemos! Esta es la única esencia del Opus Dei: la oración.

Javier Echevarría, Memoria del Beato Josemaría Escrivá, pp. 189-191.