Acabo de subirme al avión que nos llevará a Lima en un vuelo transoceánico de 13 horas. El comandante se disculpa porque momentáneamente el aire acondicionado está estropeado, y hace muchísimo calor. No importa. Nos viene bien tomar reservas de calor porque, junto a 16 estudiantes más, voy al invierno de los Andes. Uno de nuestros veteranos es Javier, que repite doce años después, ahora como farmacéutico. Luis, también farmacéutico, sustituye a Gabriel como responsable del grupo. Rafa y Juanjo repiten por segundo año consecutivo. Los demás vamos con la emoción de lo desconocido. A 3.700 metros de altura. Justo a la misma altura que el Teide, considerada como la cumbre más alta de España.
Comenzamos la XXI edición del Programa de Promoción Social Internacional en Huancavelica. No es ni mucho menos una edición más. Durante los últimos 17 años el Director de esta expedición fue Gabriel Moreno Socías. Y cada uno de los que vamos queremos entre todos cubrir su hueco, algo muy difícil. Porque Gabi falleció el pasado 22 de septiembre, de un infarto fulminante.
Desde hoy, día 5 de julio, y hasta el próximo día 31, tenemos muchas tareas pendientes. Lo primero es ir poco a poco, porque la altura merece mucho respeto. Y el ritmo será fuerte. Cada día nos levantaremos a las 6.15 de la mañana y nos acostaremos –rendidos– a las 10 de la noche. A pesar de todo son horas retrasadas para las costumbres de los huancavelicanos, que se levantan y se acuestan con el sol.
Formaremos dos grupos de mañana y de tarde que se intercambiarán. Unos trabajaremos en la construcción de una vivienda por las mañanas. Por las tardes organizaremos actividades extraescolares como deporte, clases de apoyo y catequesis. Y al revés. Los fines de semana –o antes si sacamos un hueco– visitaremos la residencia de Personas Mayores “Santa Teresa de Jornet”, el Comedor Benéfico “La Providencia”, las “Aldeas Infantiles de San Francisco de Asís”, la cárcel de san Fermín y la comunidad andina de san José de Astobamba.
Nos hemos adoptado ya bastante bien una semana después. Cada día escribimos un extenso diario que vamos redactando entre todos, y que van leyendo las familias y conocidos en www.huancavelicasur.org. A la vez nos llegan mensajes de ánimo de antiguos voluntarios. Pablo nos dice que somos unos privilegiados, y que –20 años después de su estancia allí– diariamente sigue aplicando lo aprendido en las semanas que estuvo de voluntario. Otros se ofrecen a colaborar con donativos.
Con los más pobres de Perú
¿Y por qué estoy en Huancavelica? Para procurar aprender de la heroicidad y de la fe de esta gente increíble, reconocida como la más pobre de Perú.
Por desgracia sus estadísticas no han mejorado demasiado en las últimas décadas. Indican que el 90% de la población tiene una economía de subsistencia. Esto repercute en primer lugar en la sanidad. De cada 1.000 niños que nacen, mueren 112 antes de cumplir los 5 años de edad. Una buena parte de ellos por no disponer de medios para adquirir las medicinas. Y un 40% de las mujeres son analfabetas.
Gabi se enamoró de esta ciudad al encontrar esta unión de gente tan buena con tantas necesidades. Este año el Ayuntamiento de Huancavelica le ha premiado póstumamente con la decisión de poner su nombre a una calle de la ciudad, y como promotor del voluntariado internacional.
Felícitas, madre de una de las familias más necesitada que hemos conocido –y con más categoría humana– ha venido a regalarnos un retrato de Gabi enmarcado, con un pie de foto que decía: “Gabriel siempre en nuestros corazones”.
Los diecisiete asistentes de esta edición estamos recogiendo el cariño de las familias beneficiarias a lo largo de estos veintiún años, más de 1.000 personas. Hemos visto las 20 viviendas construidas en los años de Gabi, y nos propusimos continuar la siembra que él ha realizado. Somos conscientes de recoger lo que han trabajado otros.
Una vez más se cumple lo que se recuerda cada año: desgraciadamente no vamos a cambiar todo lo que nos gustaría la situación social y económica de Huancavelica con nuestra estancia, pero vamos a mejorarla en la medida de nuestras posibilidades. Y esta mejora también nos transforma a nosotros, mejora nuestra actitud ante la vida, y el agradecimiento a Dios.
Una Carta al Director desde 9.000 km
Antonio nos lo recuerda en los momentos de más cansancio, cuando alguno quizá buscamos una excusa para no realizar un encargo: “Aquí no hemos venido de turismo”. Las responsabilidades asumidas nos están espabilando a marchas forzadas….
Claro, este esfuerzo no busca recompensa, pero te conmueves cuando esta buena gente te agradece lo que haces por ellos, que es tan poco, que casi te da vergüenza… Esto le pasó el último día a Juan cuando recibió dos cartas de alumnos suyos en el Club Quinuales. Le agradecían su dedicación y uno se despedía con un abrazo para “el mejor profesor del mundo”…
Una muestra de este agradecimiento ha venido también de uno de los seminaristas con los que convivíamos. Javier nos sorprendió cuando vimos que había sido publicada su “Carta al Director”, y nada menos que en un periódico de Sevilla. En la carta mostraba su sorpresa y alegría por el grupo de españoles que había conocido. Describía la amistad surgida y el agradecimiento por nuestra colaboración, y ponía el ejemplo de la ayuda que había recibido en tareas que realiza diariamente, como fregar después de las comidas o limpiar la casa…
Son ya 21 promociones de cientos de chicos que anualmente reciben formación humana y cristiana en el Club Quinuales, una Asociación creada para la juventud de la ciudad. Un día que iba un grupo de voluntarios, a su turno en el Club, fueron parados por un policía local. ¿Van ustedes a dar clases a los chicos? Al responderles que sí, se presentó y nos dijo emocionado que se llamaba Raúl y que él mismo había sido un asistente de Quinuales, hacía catorce años. Preguntó rápidamente por Gaga, el voluntario que hizo de profesor para él, al que recuerda perfectamente. Le dimos las señas porque quería escribirle cuanto antes.
Una Misa en sufragio por Gabriel
Días después Mons. Isidro, Obispo de Huancavelica, nos confirmó que podía celebrar la Santa Misa en sufragio por Gabriel Moreno. Invitamos a mucha gente. Y fuimos también a buscar a Raúl. Pero sólo sabíamos su nombre de pila, y en la Comisaría tenían una lista muy amplia de policías que se llaman así. Sin embargo el Inspector Jefe comenzó la paciente tarea de ir llamando uno a uno hasta encontrarle. Gracias a Dios lo encontró al segundo intento. Había contestado a la llamada en su día libre. No obstante vino sobre la marcha a buscarnos. Nos encontró a los pocos minutos y le contamos que estaba invitado a la Misa por Gabriel. Allí estuvo, por supuesto, junto a otros cientos de huancavelicanos que abarrotaban la iglesia del Seminario Mayo.
También estuvo Mario Huaira. Mario apareció un día en nuestro alojamiento y nos hizo el siguiente resumen de su vida. “Con ocho años llegué al Seminario Menor por deseo de mis padres. Venía de mi aldea natal. Nunca había oído hablar de Dios hasta entonces, nunca había comido con cubiertos, no sabía lo que era un cuarto de baño”. Han pasado 40 años y ahora es filósofo, Director de un Programa de Radio y Director del Colegio de Bachillerato Internacional de Alto Rendimiento, el más prestigioso de la ciudad. “Todo lo que tengo es gracias a la fe, y formación humana que recibí en el Seminario Menor”. Por estas razones había venido a visitarnos y nos invitaba a todos a dar unas charlas a sus alumnos.
Efectivamente, fuimos, y contamos las circunstancias y motivos de nuestra estancia allí, y escuchamos también los proyectos y deseos de cambiar la situación de Huancavelica en estos alumnos tan estudiosos. Algunos de ellos acudieron con nosotros a colaborar en las tareas de construcción de la casa de Ciriaco y María, y participaron también como profesores en el Club Quinuales.
Me acuerdo ahora también del cariño de los niños huérfanos de las Aldeas Infantiles, a los que fuimos a visitar varias veces. ¡Qué trabajo nos costó separar a algunos chicos de Quique y de Pablo! ¡Vaya abrazos que les dieron aunque casi no llegaban a sus rodillas! Manifestaban así su cariño y aprecio a lo poco que podíamos hacer por ellos.
Me bajo del avión después de estos 26 días inolvidables, y piso de nuevo Sevilla, en las antípodas de donde vengo en tantos sentidos. Doy gracias porque lo aprendido es incluso más de lo que imaginaba. Puede que hayamos estado en el tercer mundo. Pero ojalá todo el primer mundo acepte las calladas lecciones que nos han enseñado con sus vidas alegres y su confianza en Dios.