► Descubre a Guadalupe Ortiz de Landázuri con este reportaje multimedia sobre su vida.
En su intervención Ricardo Díaz Martín, Catedrático de Ingeniería Química de la UNED y Decano del Colegio de Químicos, comenzó manifestando su alegría por tener un acto en el Colegio sobre Guadalupe: “hoy el Colegio se viste de gala por nuestra compañera y colega Guadalupe Ortiz de Landázuri”.
Resaltó que Guadalupe “no podría ser beatificada si no hubiera sido, como lo fue, una excepcional profesional, siguiendo las enseñanzas de san Josemaría sobre el trabajo diario y cotidiano como camino de santidad”. Y continuó: “Guadalupe tenía uno de los mejores expedientes de su promoción con la mitad de las asignaturas calificadas con sobresaliente; siendo mujer, quizá esto no es tan raro: en mi experiencia docente los mejores expedientes son de mujeres. Dicen quienes la conocieron que no daba importancia a sus elevadas calificaciones ni a sus éxitos profesionales. Estos y otros hechos de su vida revelan un carácter equilibrado, muy cercano a la realidad, de una gran personalidad y con una alegría que proviene de una gran seguridad interior”.
Desarrolló en su intervención las condiciones que ha de tener un profesional excelente: conocimientos, habilidades para transmitir su saber y actitud de servicio: preocupación por las personas: “La verdadera vocación profesional no es sólo amar lo que haces, sino amar a las personas a las que sirves dándoles lo mejor de tu trabajo. En esto, nuestra compañera y colega Guadalupe fue un ejemplo, una campeona”. Y concluyó que “sin haberla conocido, pero leyendo los libros sobre ella, estamos en condiciones de asegurar que nuestra colega Guadalupe fue una excepcional profesional de la Química. Hoy es un orgullo para este Colegio albergar esta mesa redonda para hablar de su figura”.
Valentín González García, Presidente de la Asociación de Químicos y Académico de la Real Academia de Farmacia, se unió a las palabras del Decano y resaltó el papel de Guadalupe como directora de varias residencias universitarias.
Científicas santas
Por su parte, Juana Bellanato, investigadora y una pionera, como Guadalupe, de la Química en España, hizo un recorrido por la faceta investigadora y académica de Guadalupe en el ámbito de la química. Su texto fue leído por la Dra. Matilde Fernández, que disculpó su ausencia por enfermedad.
En su intervención expresó su alegría “porque sea beatificada una mujer química de nuestro tiempo, en que casi hemos convivido con ella. No hay muchos casos similares de científicas santas. Probablemente hemos de remontarnos al siglo XII para encontrarnos con Hildegard von Bingen, una de las personas más fascinantes y polifacéticas del Occidente Europeo, dotada de una cultura fuera de lo común, que además de abadesa, escritora, compositora, filósofa, pintora, etc. fue la fundadora de la historia natural científica en Alemania, proclamada en 2012 santa (mayo) y doctora (septiembre) de la Iglesia por Benedicto XVI. De los tiempos actuales podríamos citar a la maestra laica católica, teresiana, Victoria Díez y Bustos de Molina, mártir en la Guerra Civil Española y beatificada en 1993 por Juan Pablo II. A mí no se me ocurren más nombres de mujeres santas con alguna relación con la ciencia”.
Señaló que “en 1933 se matriculó en la carrera de Ciencias Químicas en la Universidad Central. Era una de las cinco mujeres de una clase de setenta. Cuando a mí me dicen que yo, que empecé la carrera de Químicas en 1946, era un bicho raro, y que seríamos muy pocas mujeres en clase y, en general, también muy pocas con vocación científica, contesto siempre: las pioneras, en España, y por tanto a las que hay que concederles el mérito son las que estudiaron, o comenzaron a hacerlo, antes de la Guerra Civil Española”, como Guadalupe.
“El 19 de marzo de 1944 pide la Admisión en el Opus Dei. Naturalmente, esto iba a cambiar su trayectoria vital. Durante unos años desempeña tareas de dirección y administración en varios Centros de la Obra: Jorge Manrique, la Administración de la Residencia Abando (Bilbao), la primera Residencia de universitarias en la calle Zurbarán de Madrid… (Yo asistí durante unos pocos meses a esa Residencia, pero ella ya no estaba). Estas absorbentes tareas las hace compatibles, en la medida de lo posible, con el estudio: en octubre de 1947-48 se matriculó de cinco asignaturas para el doctorado de Ciencias Químicas. Y, al año siguiente, realizó los cuatro cursos monográficos que se precisaban para el doctorado y comenzó la tesis. En esos años, el porcentaje de alumnas en la universidad era del 13,08% y pocas desempeñaban empleos: en 1950 solo lo hacía el 12% de la población femenina en edad laboral. Las asignaturas monográficas que cursó son: Mecánica Química, Estructura Atómico Molecular, Análisis Químico Especial y Estructura Atómica”.
Piedad de la Cierva y Guadalupe Ortiz de Landázuri
“Entre las asignaturas que eligió estaban Estructura Atómico Molecular y Estructura Atómica. Y señalo esto, que ya he mencionado: Aunque yo era varios años más joven que ella, en varios campos estuvimos muy cerca, Estas asignaturas, que yo también cursé iban a ser decisivas en mi vida profesional”.
“A partir de entonces, hace compatible su trabajo en diversas la dirección de una residencia de la Obra con la tesis doctoral, que retomó bajo la dirección de Piedad de la Cierva Viudes, y que muchas veces tuvo que redactar enferma con todos los libros sobre la cama. De la Cierva (agregada del Opus Dei desde 1952) era Doctora en Químicas, pionera en los estudios de radiación artificial en España y en la industrialización del vidrio óptico, y la primera mujer que trabajó en el Consejo de Investigaciones Científicas. En aquella época era la directora de la Sección de Química del Laboratorio y Taller del Estado Mayor de la Armada (LTIEMA) y, bajo su dirección, Guadalupe comenzó una investigación sobre refractarios aislantes, que termino concretándose en el estudio del valor que podían tener como tales, las cenizas de la cascarilla de arroz”.
“Yo conocí a Piedad por diversos motivos: Valía mucho, una gran mujer y muy religiosa y estoy segura que fue decisiva en la realización de la tesis de Guadalupe. Aquel laboratorio del Estado Mayor de la Armada no contaba con todos los medios que requería su trabajo y Guadalupe necesitó acudir también a los de la Junta de Energía Nuclear y hacer viajes a diversos centros de Valencia, Barcelona y Bilbao. Cuando la tesis estuvo estructurada, la doctora De la Cierva le pidió al doctor Ángel Vián Ortuño, Catedrático de Química Industrial en la Universidad de Madrid que leyera el trabajo y, si le parecía bien, lo asumiera como director y lo presentarse ante el tribunal. En aquellos tiempos, a mí también me pasó, no era suficiente ser doctor: para presentar una tesis en la Universidad era necesario ser catedrático universitario. Previamente a la lectura de la tesis, Piedad de la Cierva y Guadalupe decidieron solicitar la patente de invención. Así lo llevaron a cabo en agosto de 1964, aunque no fue concedida hasta el 3 de marzo de 1973”.
“Guadalupe defendió la tesis el 8 de julio de 1965 ante un tribunal presidido por el Catedrático de Química Inorgánica, doctor Enrique Gutiérrez Ríos. La lectura y defensa (se ha escrito) fue verdaderamente brillante y obtuvo la máxima calificación de sobresaliente cum laude. El trabajo también lo presentaron al Premio Juan de la Cierva, con resultado positivo. En conclusión podemos decir que Guadalupe fue una mujer adelantada a su tiempo: compaginó el trabajo profesional, en su caso ser profesora de química, docencia, sin olvidar la investigación, con actividades importantes en el Opus Dei, con una labor interna de formación, con la atención a su madre y a su familia, a la vez que mantuvo su amistad con numerosas amigas. Un ejemplo válido para las mujeres del siglo XXI”.
La ilusión y la sonrisa siempre reflejadas en su rostro
La Profesora Carmen Puelles, que fue alumna de Guadalupe y llegó a ser Directora de la Escuela de maestría Industrial de Santa Engracia, donde impartió clases Guadalupe durante once años, transmitió con entusiasmo sus recuerdos de Guadalupe como profesora y como persona. Señaló el testimonio unánime que ha recogido para preparar su intervención de los profesores compañeros de Guadalupe que “junto con ella y contagiados por la alegría y el saber hacer de Guadalupe, formaron un gran equipo y nos enseñaron con gran profesionalidad, humanidad e ilusión, pues todas las alumnas nos sentíamos únicas y tratadas de manera especial”.
Estos profesores, Victoria Casinello Campos, Alice Gómez Grisaleña, Delfín Gómez Grisaleña, Asunción Laredo Parra, “coincidieron en que Guadalupe, aparte de ser una bellísima y elegante mujer, era una excelente profesional, siempre informada en las últimas técnicas y novedades del sector, que nos transmitía inmediatamente”.
Y continuó: “la definen como una gran compañera y amiga, dispuesta a ayudar siempre al compañero que lo necesitaba. Humana, humilde, generosa… La ilusión y la sonrisa siempre reflejadas en su rostro cuando entraba en el Instituto y cuando salía de las aulas. Nunca se la vio enfadada ni contrariada, lo que para muchos era muestra inequívoca de santidad”.
Como alumna, lo que más atrajo a la Profesora Carmen Puelles de Guadalupe fue “su profesionalidad como docente y su actitud pionera y precursora en la formación de la mujer: en los momentos libres fuera del aula nos hablaba y nos orientaba sobre cómo podíamos compaginar siempre formación, familia y trabajo, y priorizar la labor de cada momento para no dejar nada sin hacer. Recuerdo su dedicación, su proximidad con las alumnas, su disposición permanente a ayudar y orientar en todos los aspectos profesionales y humanos”.
Antes de terminar mis estudios, me ofrecieron ayudar como becaria, pues había muchas alumnas y “me asusté muchísimo, pero fue Guadalupe precisamente, una de las que más me habló, me orientó y me alentó a que aceptase y así lo hice”.
“Guadalupe siempre se implicó en la formación integral de todas las alumnas y procuraba tenernos informadas de todo lo que estaba relacionado con el sector textil: materiales, composición, materias primas, nuevos tejidos que por entonces surgieron y que ella adquiría en sus viajes: quería que los viéramos y pudiéramos testarlos personalmente. Era una gran conocedora de la alta costura y no ocultaba sus preferencias por los grandes creadores españoles, siendo Balenciaga su preferido al que le reconocía una gran excelencia”
“Asistíamos con ella a numerosos actos y conferencias del sector y a exposiciones artísticas, donde nos hacía ver y distinguir los tejidos reflejados en los cuadros. Nos considerábamos unas privilegiadas y a mí personalmente me dejaba maravillada cuando nos decía: ¿Veis el terciopelo de seda plasmado en ese traje del cuadro, el raso, el tafetán…?
Madre mía, qué ilusión. Te ‘imantaba’, te atraía todo lo que hacía, era imposible no seguirla. Era una enamorada de la moda, de cómo evolucionaban los materiales, sus composición, los tejidos y todo el sector de la confección”.
Y continuó la Profesora Puelles: “Los alumnos tuvimos la grandísima suerte de tener un profesorado luchador y muy profesional, marcado por la huella de Guadalupe, que creyó firmemente en la Formación Profesional, y que a mí me ayudó a lo largo de mis 38 años de enseñanza en este centro”. Y después de describir las transformaciones de la formación profesional, concluyó: “Con el espíritu luchador y de trabajo que nos inculcó Guadalupe conseguimos que este Instituto haya sido un Centro de referencia en las dos familias profesionales de Imagen Personal y de Textil, Confección y piel. Y Guadalupe nos inculcó las referencias y valores necesarios para dar presencia y visibilidad a las mujeres en el ámbito familiar y laboral”.
“Y yo tan contenta…”
Por último, D. José Carlos Martín de la Hoz, Vicepostulador de la Causa de Beatificación de Guadalupe y miembro de la Academia de Historia Eclesiástica, utilizó imágenes y símiles de la actividad científica de la Química. Resaltó el papel de Guadalupe de “catalizador”, que acelera las reacciones químicas, así Guadalupe, transformaba los ambientes donde vivía y trabajaba.
Destacó también su alegría, señalando que en las 350 cartas que escribió a san Josemaría, publicadas en el libro Letras a un santo, una frase que se repite con frecuencia es “y yo tan contenta…”. Y concluyó, también con un símil químico de ‘socavación magmática’, que donde estaba Guadalupe, había contagio: donde hay una persona santa, contagia a las demás”.