Entender lo que significa "ser libre" es una de las grandes cuestiones de la vida

El Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría, ordenó 35 sacerdotes el sábado 5 de mayo, en la Basílica de San Eugenio, en Roma. Entre ellos estuvo el ingeniero peruano Jorge Martín Montoya. En esta entrevista comparte sus experiencias.

Jorge Martín Montoya

Jorge Martín Montoya nació el 20 de setiembre de 1978, en Lima. Estudió en el Colegio San Luis de Barranco, de los Hermanos Maristas. Sus estudios superiores los hizo en la Universidad de Lima, donde se graduó como Ingeniero Industrial. Trabajó en un primer momento en una empresa de telecomunicaciones mientras acababa la carrera. Después pasó una pequeña temporada en una empresa de alimentos y finalmente, en sus últimos años antes ir a Roma, trabajó como profesor en el Colegio Alpamayo.

Cuéntenos algo sobre la ordenación y sus primeros momentos como sacerdote.

Antes de la ceremonia estaba nervioso. Pienso que es algo totalmente normal. Mientras eres diácono, vas tomando conciencia de lo que significa la ordenación presbiteral. Esto es, ser consagrado sacerdote para celebrar la Santa Misa. En la ordenación, el Obispo -en este caso el Padre- pronuncia la oración consecratoria y unge las manos de los ordenandos en signo de esa especial consagración y misión. Posteriormente, los nuevos sacerdotes pasan al presbiterio: la ordenación sacerdotal es ya la primera Misa en la que uno se empeña en su nuevo ministerio. Por ello, los primeros momentos como sacerdote son la participación en la concelebración, junto con el Padre, del santo Sacrificio del Altar. Es un momento muy intenso e impresionante. 

¿Por qué es importante para la Iglesia que haya vocaciones sacerdotales?

La Iglesia Católica es una institución fundada por Jesucristo, Hijo de Dios, y que se perpetúa en la Tierra por la constante llamada que realiza a los hombres. Todos los bautizados somos hijos de Dios por la gracia de ese sacramento. De entre todos los que conformamos este Pueblo de Dios, el Señor llama a algunos para que puedan ser administradores de los dones divinos que Él mismo entregó a su Iglesia. Sin los sacerdotes, el centro y raíz de la vida cristiana, la Santa Misa, no se podría celebrar. Y esa entrega de Cristo en la Cruz no podría renovarse incruentamente a través de los siglos. Por eso el sacerdocio es tan importante. Sin la presencia del sacerdote, prolongador del único sacerdocio de Cristo, la mayor riqueza de la Iglesia, no se podría hacer presente entre los cristianos. 

Es impresionante, pero Dios se pone en las manos de unos hombres -los sacerdotes- para que puedan traer sacramentalmente al mismo Creador de los cielos y la tierra y, de este modo, los fieles cristianos podamos enriquecernos día a día. El sacerdocio es una muestra de ese amor infinito de Dios por todos los hombres, que se inauguró en la venida del Hijo de Dios y que se consumó como sacrificio en su entrega, hasta su muerte, en la Cruz. La Eucaristía es el mayor tesoro de la Iglesia y los sacerdotes son esos hombres -llamados de entre los hombres-, enviados para la especial misión de acercar a las almas a Dios, llegando más allá de lo que puede hacer el laico. Esto era lo que a San Josemaría le gustaba llamar superar el "muro sacramental", reconciliar las almas con Dios a través del sacramento de la Penitencia, preparándolas para recibir al Señor.

¿Cómo se fue forjando su vocación? 

Pienso que mi vocación se fue forjando desde la educación que recibí en mi familia. Mis padres, católicos practicantes, se encargaron de enseñarnos a respetar y amar la doctrina de la Iglesia, sobre todo la Santa Misa. Cuando fui universitario conocí el Opus Dei a través de un curso de ciencias de la información. Yo estudiaba el penúltimo año de Ingeniería Industrial y esta actividad, en la que conocí a muchos amigos, me llamó la atención. Estaba estupendamente organizada, con profesionalidad y con un nivel, tanto de profesores como de participantes, que hacía ver el cuidado con que se había preparado todo aquello. Un día, un amigo que participaba conmigo en este curso, me invitó a un centro de la Obra, el Centro Cultural Costa. 

Desde el momento en que entré en la casa percibí un ambiente de familia, tan alegre y cordial que hacía muy amables a todas las personas con las que me encontraba. Con el tiempo fui haciendo varias amistades. Además, el delicado respeto por mi libertad me hizo entender que estos amigos se interesaban verdaderamente en mi. Crecí personal y espiritualmente y aprendí mucho de ellos, especialmente a hacer las cosas por amor a Dios y a dar a los demás lo que estaba recibiendo, es decir, a hacer apostolado. A los pocos meses vislumbre lo que el Señor me pedía y solicité la admisión en el Opus Dei como numerario. Esta ha sido definitivamente la mejor decisión de mi vida. 

Mis últimos años, antes de viajar a Roma para estudiar Teología, trabajé como profesor en el Colegio Alpamayo mientras era preceptor en el Club Saeta. Esta experiencia fue muy enriquecedora, donde me parece que he forjado grandes amistades que durarán para siempre. Este último, puedo decir, fue el mejor trabajo que tuve en Perú, el más intenso y a la vez el que mejor me ha ayudado a crecer humanamente.

¿Qué virtudes piensa que es necesario inculcar en los jóvenes de hoy?

Creo que una de las virtudes que es más necesario inculcar es la fortaleza. Es una virtud que necesitamos todos, no solo los más jovenes en edad. Pero entender esa fortaleza simplemente como algo violento puede ser una visión parcial. La fortaleza no es solo una demostración unilateral de la propia fuerza. Es por el contrario actuar con la fuerza requerida a las circunstancias en las que nos encontramos. Por ello la fortaleza puede ser amable y para que lo sea es necesario fijarse, ver, darse cuenta de lo que necesitan los demás. Las mejores muestras de fortaleza son muchas veces un acto que se acerca a la templanza, un vencimiento de nosotros mismos, de no dejarnos llevar por nuestros propios caprichos o de la primera reacción que nos surge en un momento de enfado, o de cansancio. De este modo podremos actuar con caridad y justicia ante los demás y todo lo que nos rodea.

¿Qué tema de investigación está desarrollando para su tesis doctoral?

Mi tesis doctoral la estoy realizando en filosofía. Más alla del tema concreto de la tesis -que es el estudio de la propuesta de un autor de la tradición anglosajona- lo interesante son los temas y las cuestiones que surgen a través de la investigación. Cuando conversé con algunos profesores sobre posibles temas a desarrollar, uno de los que más me llamó la atención era el de la libertad y la acción humana. Es un tema muy amplio, de una gran riqueza, y por ello es inagotable desde un solo punto de vista. Sin embargo, me interesaba abordarlo por la relación que guarda con la vida del hombre. 

Tomar las decisones correctas en la vida es uno de los mayores anhelos de las personas. En esa decisión para actuar es donde se pone en juego, en mayor o menor medida, la unidad de la persona, dependiendo siempre de la entidad de lo que se vaya a decidir. Al empeñar su libertad personal el hombre forja su presente y establece un lazo de esperanza con su futuro. Esta dinámica es necesaria en la vida de todos. Cuando se hace en compañía de las personas que amas y que te aman, que te ayudan a ser mejor persona -desde la perspectiva del cristianismo: ser mejor hijo de Dios- ese viaje hacia el futuro resulta maravilloso. Creo que entender adecuadamente lo que significa "ser libre" es una de las grandes cuestiones de la vida. Además, pienso que esa libertad tiene su plenitud de sentido en el conocimiento del Amor de Dios.

¿Qué es lo que más ha extrañado del Perú durante sus años en Italia y España? ¿Cuándo estará en el Perú?

Estaré de vuelta por Perú en el mes de julio próximo. Definitivamente, lo que más he extrañado durante estos años son todas aquellas personas queridas que dejé cuando viajé a Roma. Con muchos de mis amigos he tratado de mantener una cierta comunicación. Cuando vuelva espero encontrarme con todos. Sin embargo, puedo decir que nunca me sentí alejado de ellos. Siempre estuvieron presentes en mis oraciones y sé que ellos también han rezado mucho por mi, especialmente durante estos últimos meses previos a la ordenación. No tengo palabras para agradecer todas esas oraciones.