En un mundo cansado hay razones para la esperanza

Mons. Javier Echevarría esbozó el perfil humano y sobrenatural de Josemaría Escrivá en el Congreso 'La grandeza de la vida corriente': "Todo su ser respiraba la alegría de quién recibirá un tesoro porque su Padre se lo ha preparado", dijo.

Mons. Javier Echevarría junto a Josemaría Escrivá y Mons. Alvaro del Portillo en el Santuario de N. Señora de Luján (12-VI-74)

Veinticinco años de diaria convivencia con el beato Josemaría, permiten al actual prelado del Opus Dei esbozar con gran fidelidad la talla humana y sobrenatural de Josemaría Escrivá. Así lo hizo en la apertura del Congreso celebrado recientemente en Roma.

"Como la llamada a la que respondió fielmente encierra una extraordinaria significación en la historia del mundo y de la Iglesia, no podemos extrañarnos de que en su existencia se trasluzcan unos dones humanos y sobrenaturales de envergadura", dijo.

Antes de abordar esos "dones sobrenaturales", Mons. Echevarría relató las virtudes humanas que caracterizaron al fundador del Opus Dei. Justificó el orden de su exposición recordando -con palabras del beato- "que Dios nos quiere muy humanos. Que la cabeza toque el cielo, pero que las plantas pisen bien seguras en la tierra".

Josemaría Escrivá comenzó a cultivar las virtudes humanas en su ambiente familiar, donde adquirió "la educación, el pudor, los buenos modales. Aprendió a escuchar, a atender, a aprender y a ayudar en la convivencia. Observó la comprensión que se debe tener con los ancianos, los enfermos y los pobres, con la conciencia de que nadie le puede resultar indiferente".

En este punto, mons. Javier Echevarría dio el salto a los dones sobrenaturales, al reflejar cómo los buenos modales aprendidos en el hogar se transformaron en verdadera caridad. "Con el tiempo, muchas personas saldrán del túnel de la tristeza o de la soledad, al comprobar que el beato Josemaría les trata como hermanos, con la más sincera amistad".

Más adelante, atribuyó gran parte de la capacidad de arrastre del beato Josemaría a "su espíritu constructivo, su alegría contagiosa y capacidad de optimismo"; en definitiva, a su esperanza. Una virtud que introdujo en muchas almas al predicar la santificación del trabajo ordinario. Josemaría Escrivá demostró la compatibilidad de las realidades terrenas y las espirituales, que habían sido radicalmente separadas por la filosofía existencial del siglo XX. "Inmanencia y trascendencia –resumió el Prelado- se armonizan en su vivencia de la esperanza cristiana".

Unidad de vida es, según el beato Josemaría, el arte de hacer compatibles las ocupaciones diarias con el trato con Dios: "A un universitario que se lamenta, especialmente en días de exámenes, de que no puede hacer compatible el estudio intenso con la oración, le responderá: 'Una hora de estudio, para un apóstol moderno, es una hora de oración'. Un obrero o un empresario con horarios agobiantes, encontrarán luz en este consejo hacedero: 'Pon un motivo sobrenatural a tu labor profesional, y habrás santificado el trabajo'".

Amor a la libertad

Mons. Echevarría trató también del amor a la libertad que demostró el fundador del Opus Dei, ingrediente imprescindible del que se abandona en Dios. "Reconoció la realidad de una liberación incomparablemente más radical que la soñada por utopías ideológicas, porque es la libertad para la que Cristo nos ha liberado: liberación ganada por Cristo en la Cruz". Descubrió, por tanto, que "liberándose de las ataduras del egoísmo, una persona se entrega confiadamente en manos de su Padre Dios". De nuevo, la esperanza.

"Esta primacía del albedrío –dijo el Prelado- está en la base de la grandeza y relevancia de la existencia ordinaria. Las decisiones que cada uno toma a diario, en ocupaciones corrientes o extraordinarias, rebosan trascendencia humana y sobrenatural".

En esas vicisitudes, continúa, "se alternan la alegría y el dolor, el éxito aparente y la no menos aparente derrota. Si el hijo de Dios las resuelve con rectitud sobrenatural y perfección humana, está contribuyendo al bien común y a la nueva evangelización". Es entonces cuando el cristiano debe ejercitar a diario la virtud de la fe: "Los fieles corrientes serán así, repetía el fundador del Opus Dei, 'como una inyección intravenosa en el torrente circulatorio de la sociedad'. Serán el consuelo de Dios y –en un mundo cansado- aportarán razones para la esperanza".

Pero es el trabajo el medio que el beato Josemaría señaló como punto de encuentro con Dios. "El programa de 'santificar el trabajo, santificarse con el trabajo y santificar con el trabajo' implica una profunda renovación del concepto y de la realidad de la labor humana". Poco sentido tendría la ocupación profesional "si fuera exclusivamente una realidad económica o si faltara la solidaridad, el servicio real al prójimo".

Una meta, la santidad en el trabajo, que según mons. Javier Echevarría está al alcance de todos: "Para la realización de las grandes empresas no se requieren inteligencias excelsas: basta el empeño por coronar con perfección las distintas exigencias sobrenaturales y humanas, y el afán de sacar el máximo rendimiento a las cualidades que el Creador concede a cada persona".