El prodigio de la Sagrada Eucaristía

Mons. Álvaro del Portillo detalla las actitudes del alma verdaderamente eucarística, con motivo de la Solemnidad del Corpus Christi.

Fotografía de la última Misa que celebró Álvaro del Portillo, en la iglesia del Cenáculo (Jerusalén)

“La centralidad de la fiesta del Corpus constituye una invitación urgente a mejorar nuestra devoción eucarística. Esmerémonos (…) en la preparación de un día tan grande, y esforcémonos en prolongar ese clima de intimidad con Jesús durante la semana sucesiva, hasta la fecha (…) en la que celebraremos este año la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

Al considerar el prodigio de amor que es la Sagrada Eucaristía, nos vemos impulsados a fomentar con más fuerza los actos de adoración y las acciones de gracias, los actos de reparación y las peticiones. En estas actitudes del alma verdaderamente eucarística se resume el sentir de la Iglesia al instituir –hace ya tantos siglos- la solemnidad del Corpus Christi, y también la del Sagrado Corazón de Jesús. Pretende esta Madre nuestra que todos sus hijos, conscientes de los inmensos beneficios que Dios nos otorga en este Augustísimo Sacramento, manifestemos nuestra gratitud y nuestra adoración a Jesucristo, y le desagraviemos con corazón grande por todas las ofensas que se le infieren, por las nuestras personales, por las de todos los hombres y mujeres.

No podemos olvidar que Dios tiene derecho a recibir culto público por parte de la sociedad (…). La procesión del Corpus ofrece otro cauce espléndido para el cumplimiento de ese deber, cuando las circunstancias lo permiten. Por eso, me gusta que también vosotros individualmente, sin formar grupo (…), como los demás fieles cristianos corrientes, procuréis participar en ese acto de culto a la Eucaristía, si vuestras ocupaciones os lo permiten, y que aprovechéis esta ocasión para invitar a vuestros amigos y parientes, llevándoles a expresar así, públicamente, su fe y su amor.

(…)

Hija mía, hijo mío, contempla por tu cuenta, en un examen sincero, tu piedad eucarística, y saca tus resoluciones precisas. ¿Cómo es tu trato con Jesús en la Eucaristía? ¿Te preparas con cuidado, con enamoramiento, para recibirle sacramentalmente cada día? ¿Afinas en la acción de gracias después de la Comunión? ¿Pones cariño y atención en la Visita al Santísimo? ¿Qué empeño muestras en asaltar los Sagrarios que divisas en tu camino por las calles? ¿Le desagravias con profunda contrición por tus pecados y por los de todas las criaturas?...” (Carta, 1-VI-1993, III, 247-248)