El amor familiar en tiempos de pandemia

¿Cómo es la vida de una persona casada en el Opus Dei? En el Año de la Familia, Iván Castillo comenta como procura santificar su vida familiar en medio de la pandemia. El último 24 de noviembre, Iván cumplió catorce años de casado con Marcella. Aquí nos cuenta sus aventuras y peripecias de su vida familiar.

La familia completa en la camioneta

Habiendo pasado catorce años de matrimonio con Marcella, la amo más que antes. Ambos estamos agradecidos por las cuatro maravillosas niñas que Dios nos ha concedido: Catalina de 11 años; Carito, de 7; María Sofía, de 6 y Guadalupe de 4 años.

Ahora, que estamos atravesando una crisis mundial por la extensión de este virus que tanta tragedia viene ocasionando, es donde ponemos a prueba aquellas palabras dichas con mucha ilusión cara a Dios.

Cuando uno sube al altar a reconocer a su cónyuge como esposa ante Dios, dice las palabras: “(..) y me entrego a ti, en lo favorable y en lo adverso (..) por todos los días de mi vida”. Ahora, que estamos atravesando una crisis mundial por la extensión de este virus que tanta tragedia viene ocasionando, es donde ponemos a prueba aquellas palabras dichas con mucha ilusión cara a Dios.

La pandemia, si bien es cierto nos viene trayendo mucho dolor por la enfermedad y muerte de nuestros seres queridos —y, además porque trae como consecuencia una crisis económica que aún no se supera—, estoy seguro de que permite que el amor familiar siga creciendo, diría que mucho más que antes.

Desde los inicios de la expansión del COVID-19, nos hemos dado cuenta de que nuestro lugar de refugio, el “búnker” donde se almacena el arma del amor, es nuestro hogar. Ahí aprendimos, primero, a conjugar los tiempos de las labores domésticas, el trabajo remoto, la educación virtual de las hijas y el tiempo exclusivo de esposos.

Ya nos decía san Josemaría Escrivá que “al pensar en los hogares cristianos, me gusta imaginarlos luminosos y alegres, como fue el de la Sagrada Familia”. Esa frase, desde que conocí la Obra, me impactó mucho y me lleva a seguir ese modelo de familia por amor a Cristo.

No ha sido fácil, insisto, pero para lograrlo, uno debe contar con la gracia de Dios. Ya nos decía san Josemaría Escrivá que “al pensar en los hogares cristianos, me gusta imaginarlos luminosos y alegres, como fue el de la Sagrada Familia”. Esa frase, desde que conocí la Obra, me impactó mucho y me lleva a seguir ese modelo de familia por amor a Cristo.

La vida cotidiana de una familia que busca la santidad

Los días de trabajo diario, el ritmo familiar es el de siempre: desayunamos, alistamos a las hijas para sus clases virtuales, Marcella da las palabras de reflexión a las mayores para que tengan presente la forja de su autonomía en las clases virtuales y, luego, ella hace maravillas para dirigir la rutina de las menores, el hogar y las pocas horas que tiene dictando clases en un instituto. Yo, por mi parte, salgo de casa y me dedico exclusivamente al trabajo profesional. Al volver en la tarde, reviso las tareas de las niñas y procuramos casi siempre estar juntos en la cena familiar.

Una salida familiar de un fin de semana

Los fines de semana no son tan académicos, fortalecemos más el amor entre todos nosotros con diversas actividades. Las niñas se encargan de la limpieza del hogar en la mañana, Marcella hace un conteo de alimentos y anota el menú semanal. Luego, me encarga hacer las compras en el supermercado.

Al mediodía, suena la alarma y mi hija Carito dirige la oración del Ángelus dedicada a la Virgen María. Mientras rezamos, Lupita nos distrae a veces con sus juegos tiernos mirando a la Virgen. Yo me encargo de preparar un menú marino los sábados y Marcella hace comida criolla los domingos. Por la tarde, salimos a pasear en la camioneta, a veces a la playa o vamos de visita a la casa de mis padres. En el viaje de retorno, Marcella dirige el Santo Rosario en familia.

En otras ocasiones —cuando nos quedamos en casa— hacemos música con la guitarra o hacemos Karaoke en la sala: Catalina se esmera con canciones de chicas adolescentes, a Carito le gusta el rock y pop (he influido en ella), Sofía y Guadalupe cantan canciones infantiles. Los domingos en la tarde vamos todos a Misa en la Parroquia San Antonio de Padua, en Jesús María. Y siempre, al acostarse, las mayores rezan un denario a la Virgen y las menores el “Niño Jesusito”.

celebración de cumpleaños de Guadalupe

Cuando los fines de semana queremos cantar en el hogar, la preparación es minuciosa. Primero, la práctica constante por separado y luego, juntas, dependiendo de la canción. Vamos afinando, les ayudo a mantener el ritmo. Catalina pertenece al Coro Nacional de Niños del Perú y Carito lleva clases particulares de canto en ciertos horarios de la semana. Esto hace más sencillo el ensayo. Al final, cuando vemos que nos sale bien, les pregunto si podemos grabar. Las chicas se alistan para verse lo mejor posible, pues dichas grabaciones las subo a mi canal de YouTube. Catalina, el año pasado, ganó su concurso de talento en el Colegio Montealto de Lima con “Tengo un corazón” (mira el vídeo dando click aquí) y María Sofía ya aprendió “El 13 de mayo”, dirigido a la Virgen María (mira el vídeo dando click aquí).

En la salud, en la enfermedad y en la muerte

Una experiencia difícil pero muy enriquecedora en la educación de la fe en estos tiempos fue la muerte mis suegros. ¡Qué profundo dolor! Mientras abrazaba a mi esposa cuando partían a la casa del Señor sus papás, repetía la jaculatoria dentro de mi alma: “Bendito sea el dolor. —Amado sea el dolor. —Santificado sea el dolor... ¡Glorificado sea el dolor!”. Era la primera vez que mis hijas me vieron llorar —difícilmente lo hago a vista de mi familia— pero aprovechamos, con la gracia de Dios, que siga creciendo en ellas el amor al Amor de los Amores.

Mi esposa Marcella con mis suegros. Ambos ya en el cielo

El Espíritu Santo nos iluminó para poder explicar que los abuelitos, por la misericordia de Dios, se habían ido al Cielo. Sabemos que, si cuando estaban en la tierra cuidaban y velaban por ellas, ahora que están cerca de Dios las cuidarán, y pedirán mucho más por su bien y la de todos nosotros. ¡Que el Señor los tenga en su gloria!

Es difícil mantener el amor en el hogar en estos tiempos solo por nuestros propios medios, debemos ser dóciles con la gracia de Dios: primero, pedírselo acompañado de mucha oración; luego, frecuentar la Confesión y la Comunión en la Misa.

Es difícil mantener el amor en el hogar en estos tiempos solo por nuestros propios medios. Para que fluya, debemos ser dóciles con la gracia de Dios: primero, pedírselo acompañado de mucha oración; luego, frecuentar la Confesión y la Comunión en la Misa.

Un paseo con mi esposa en bicicleta

Finalmente, poner los medios humanos para que el amor se intensifique: la comunicación, colaboración, pequeños detalles de cariño al cónyuge, la atención a las hijas, etc. Marcella y yo guardamos en nuestro corazón el consejo de San Josemaría: “Que vuestros hijos vean —lo ven todo desde niños, y lo juzgan: no os hagáis ilusiones— que procuráis vivir de acuerdo con vuestra fe, que Dios no está sólo en vuestros labios, que está en vuestras obras; que os esforzáis por ser sinceros y leales, que os queréis y que los queréis de veras”.

Iván Castillo