Es la segunda vez que Kazajistán recibe la visita de un Papa. La primera vez fue en el 2001 cuando, después de los atentados de las torres gemelas en Nueva York, san Juan Pablo II vino a Astaná como mensajero de paz y esperanza. Astaná era el nombre de la capital en ese entonces, ahora se llama Nursultán, en honor a un ex presidente del país.
Veintiún años después, otro Papa, Francisco, visitó Kazajistán del 13 al 15 de septiembre, para participar en el 7º Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales. Nuevamente ante una situación mundial álgida, su presencia sigue siendo un llamado a la paz y al diálogo.
En noviembre del año pasado una comisión de Kazajistán viajó al Vaticano para invitar al Papa al Congreso; el 11 de abril de este año el presidente Kasim-Yomart Tokáev se entrevistó con el Papa Francisco por videoconferencia, momento que aprovechó para reiterar la invitación. Finalmente, al comienzo de agosto se confirmó la visita. Esta noticia tuvo gran impacto en todo el país y trajo mucha alegría para todos los católicos de Asia Central.
Seguimos con ilusión cada paso: la invitación, la videoconferencia y aguardamos expectantes la confirmación del viaje. Con esa gran alegría por la noticia, comenzó la espera para saber cómo sería el programa, y cuando ya se concretó que tendríamos una Misa el día de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz en Astaná –en plena semana laboral– nos organizamos para poder ir a acompañar y estar con el Santo Padre.
Kazajistán es un país con un gobierno laico, un estado multiétnico y multiconfesional. El islam es la religión de un 70% de la población, seguida por el cristianismo ortodoxo que practica un 20% de sus habitantes.
Tras décadas de supresión de la religión durante la Unión Soviética, la independencia de Kazajistán provocó un aumento de la identidad étnica, de la cual forma parte la religión. Por eso, en estas tierras es muy común pensar que la religión va unida a la raza: si eres kazajo eres musulmán; si ruso, ortodoxo; si chino, budista; si extranjero, católico o protestante. Para ellos, los católicos son polacos o alemanes, pues fueron los que llegaron deportados por Stalin.
Cuando se dan cuenta que católico es universal y que la religión no depende de la raza, se abre un horizonte maravilloso para los conversos.
Alegra, en este contexto de mayoría musulmana, ver el cariño y el respeto que la figura del Papa representa para los kazajos. Antes de su viaje apostólico, el Presidente del Senado, explicando el motivo de la invitación decía que el Papa: “Además de ser una persona muy importante entre los líderes de las religiones del mundo, llama la atención de la sociedad sobre cuestiones claves, no sólo en el sentido de la religión, sino también sobre la paz entre los países; plantea los problemas de la lucha contra la pobreza, la desigualdad y otros problemas importantes en muchos países y en todo el mundo. Por ello, sus opiniones son escuchadas no sólo por los católicos, sino por todo el mundo”. Y así ha sido estos días, de las diez mil personas que asistieron a la Santa Misa, muchos no eran católicos.
Nuestro extenso país, es una gran estepa que une Europa y Asia, es el noveno del mundo en tamaño, así que para asistir a la Misa había que recorrer buena parte de la estepa. Unos viajaron en auto, como un grupo de quince católicos que recorrió en camioneta los tres mil kilómetros que separan Mongolia de Astaná; otros en autobús, como los cuatro buses que llegaron desde Kirguistán, o peregrinos que vinieron de Rusia y que visitaron de camino el Karlag, uno de los mayores campos de trabajos forzados de la ex U.R.S.S en 1930-59 del sistema Gulag; otros en avión, como un buen grupo de católicos de distintas partes de Europa y otros, como nosotros, en tren.
El viaje en tren fue una experiencia inolvidable y divertida, las horas de viaje fueron momentos para compartir, cambiar impresiones y rezar por los frutos de estos días con el Papa en nuestra tierra.
Viajamos desde Almaty con los católicos de la parroquia en un tren rápido, quince horas de ida para recorrer los mil 500 kilómetros que separan Almaty, la antigua capital, de Astaná; y, al día siguiente, otras quince horas para volver. Éramos un grupo de unas 150 personas. El viaje en tren fue una experiencia inolvidable y divertida, las horas de viaje fueron momentos para compartir, cambiar impresiones y rezar por los frutos de estos días con el Papa en nuestra tierra.
Aunque este viaje del Papa no era pastoral –ya que el motivo principal era participar en el Congreso– se puede decir que el momento central del viaje del Papa Francisco fue la impresionante Eucaristía en la explanada de la Expo, donde se desarrolló la Exposición Universal en el 2017, a la que asistieron alrededor de diez mil personas, mientras que aproximadamente otros tres millones y medio la vieron por televisión y otras tantas por internet.
La Misa fue memorable. Al Papa se le veía muy bien a pesar de su problema de rodilla (entró en silla de ruedas y permaneció sentado toda la Misa). Antes de la Misa y como preparación, ya que la mayoría de asistentes no eran católicos, pasaron un video en kazajo y luego en ruso explicando qué es la Iglesia católica, quién es el Papa y luego una pequeña biografía del Papa Francisco. Estaban muy bien hechos y ayudaron a mucha gente a conocer más la Iglesia.
Todo estaba muy bien organizado y preparado. El coro, que cantó en latín y en ruso, nos ayudó a prepararnos para la Eucaristía. Comenzamos a rezar el rosario y de pronto, antes del tercer misterio, llegó el Papa en un papamóvil abierto y comenzó a pasar por los distintos sectores saludando a todos.
Se escuchaba el saludo típico aquí: “Papa salam aleikum” que es un saludo en árabe que significa “la paz esté contigo”. Es llamativa la diferencia de mentalidad, ya que mientras los kazajos saludaban así o con el tradicional “salaman cis be” que es su versión kazaja… se oía de vez en cuando algún grito más animado, inevitablemente en idioma castellano: “Santo Padre, Bienvenido”, “Gracias por venir”, “Qué alegría tenerle aquí”, “Le queremos mucho”, “Viva el Papa”.
La Misa fue entrañable. La gente la seguía con mucha piedad; en el momento de las peticiones se hizo una petición por el país y el gobierno de Kazajistán en idioma kazajo (ya que la Misa era en latín y en ruso). Como hay pocos católicos de etnia kazaja fue un momento especialmente emocionante, en el que se pudo ver a varios kazajos grabando o haciendo fotos con sus teléfonos.
El momento de la comunión fue único. En Kazajistán la recibimos de rodillas y en la boca, así que había unos reclinatorios para que la gente se acercara a comulgar y si no, se ponían de rodillas en el suelo. Este gesto impresionaba mucho a las personas que lo veían por primera vez.
El momento de la comunión fue único. En Kazajistán la recibimos de rodillas y en la boca, así que había unos reclinatorios para que la gente se acercara a comulgar y si no, se ponían de rodillas en el suelo. Este gesto impresionaba mucho a las personas que lo veían por primera vez.
Cuando salieron filas de sacerdotes con los copones la gente no entendía qué era eso y sacaba fotos. A mí me recordó el comentario de Oxana, una alumna de idioma español, que hace años, en la visita de san Juan Pablo II, cuando vio que el Papa daba la comunión me dijo: Ahora entiendo por qué ha venido el Papa a Kazajistán: ¡Ha venido para dar vitaminas espirituales a los católicos!
Al final, antes de irse, el Papa se quedó rezando en su silla de ruedas un ratito frente a la imagen de la Virgen. Luego nos hizo un gesto de adiós con la mano, saludo que todos contestamos agitando las manos en respuesta.
Los distintos discursos del Papa al pueblo kazajo han sido inolvidables. La población ha quedado impresionada y lo han ido comentando después de su viaje apostólico: en el primer discurso hizo un paralelismo entre la dombra, que es el instrumento típico nacional de dos cuerdas: “También Kazajistán está caracterizado por la capacidad de proceder creando armonía entre “dos cuerdas paralelas”, las temperaturas tan rigurosas en invierno como elevadas en verano; la tradición y el progreso, simbolizadas por el encuentro de ciudades históricas con otras modernas, como esta capital. Sobre todo, resuenan en el país las notas de dos almas, la asiática y la europea, que tienen una permanente «misión de conexión entre dos continentes» (Juan Pablo II, Discurso a los jóvenes, 23.9.2001); «un puente entre Europa y Asia», un «eslabón de unión entre Oriente y Occidente» [1].
Mencionó en varios momentos pensamientos de Abay, un poeta y pensador kazajo. Hizo referencia a tradiciones de aquí, como “ La hermosa costumbre aquí extendida de hornear, el viernes por la mañana, siete panes en honor de los antepasados[2]”; a los símbolos patrios: “Su bandera nacional simboliza la necesidad de mantener un sano equilibrio entre política y religión. De hecho, el águila dorada del estandarte representa el poder terrenal como recuerdo de los antiguos imperios. Y el fondo azul recuerda a la familia celestial y simboliza la trascendencia. Existe una relación armoniosa entre la política y la trascendencia. Una sana coexistencia de las dos áreas diferentes. Distinción, no confusión ni separación[3]"; a la lengua kazaja que “invita a tener esta mirada acogedora; en ella “amar” significa literalmente “tener una mirada buena sobre alguien”[4].Todo eso es muy valioso, son discursos que este pueblo aprecia y agradece.
Como botón de muestra, copio algunas de las declaraciones extraídas de un periódico: el ciudadano Yerasyl Abylgazin, propietario de una pequeña tienda, comentaba que vio todos los discursos del Papa transmitidos por los canales de televisión locales. Dijo que estaba muy orgulloso de que Francisco, al igual que san Juan Pablo II en 2001, hubiera visitado Kazajistán. "Sí, soy musulmán, pero para mí el Papa es un hombre santo, representa a Dios. Y Dios, como sabes, es uno, sólo que tiene diferentes nombres. Nunca me haré cristiano, pero respeto a los cristianos. En Kazajistán, celebramos la Pascua y la Navidad junto con ellos, y Kurban-ait (fiesta musulmana donde se recuerda el sacrificio de Abraham y para la que se preparan con un ayudo riguroso durante un mes del Ramadán). Creo que hay pocos países en el mundo como el nuestro".
Al leer estas palabras en el periódico recordé lo que dijo el Papa al volver de Kazajistán, en el ángelus del 21 de septiembre: “Como decía, el motivo principal del viaje fue participar en el Congreso de los Líderes de las religiones mundiales y tradicionales (..) Ha sido la séptima edición de este congreso: un país que tiene 30 años de independencia, ha hecho ya 7 ediciones de estos congresos, uno cada tres años. Esto significa poner las religiones en el centro del compromiso para la construcción de un mundo en el que nos escuchamos y nos respetamos en la diversidad. Y esto no es relativismo. No, es escuchar y respetar.”[5].
No quisiera alargarme más en este relato. Sólo para terminar mencionar las palabras que dijo el Santo Padre después de su viaje: “En lo que se refiere a la Iglesia, me ha alegrado mucho encontrar una comunidad de personas contentas, alegres, con entusiasmo. Los católicos son pocos en ese vasto país. Pero esta condición, si es vivida con fe, puede llevar frutos evangélicos: sobre todo la bienaventuranza de la pequeñez, del ser levadura, sal y luz contando únicamente con el Señor y no con alguna forma de relevancia humana. Además, la escasez numérica invita a desarrollar las relaciones con los cristianos de otras confesiones, y también la fraternidad con todos. Por tanto, pequeño rebaño, sí, pero abierto, no cerrado, no defensivo, abierto y confiado en la acción del Espíritu Santo, que sopla libremente donde y como quiere”.
Para un país como Kazajistán, con una pequeña minoría católica, recibir la visita del Santo Padre dos veces en sus treinta años de vida, es una gran bendición
Para un país como Kazajistán, con una pequeña minoría católica, recibir la visita del Santo Padre dos veces en sus treinta años de vida, es una gran bendición. Hay ya frutos, unos en los corazones y otros que ya se ven como una amiga, que después de acudir a la Misa con el Papa en la explanada de la Expo, al volver a Almaty ha decidido ser católica: “Al estar en la Misa me di cuenta que ésa era mi familia”
En este mundo tan lejano a la fe, la presencia del Papa entre nosotros ha sido muy significativa para la minoría de católicos de Kazajistán. Ver al Papa Francisco quien ha desplegado una gran fortaleza para venir hasta aquí, contemplar su entrega, su alegría y buen ánimo, nos ha ayudado a recordar que somos una gran familia en la que nadie está nunca solo.
[1] Encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático.
[2] Encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático.
[3] Ceremonia de clausura del VII congreso de líderes de religiones mundiales y tradicionales.
[4] Encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático.
[5] Ángelus 21 de septiembre 2022.