“Conocí el amor de Dios y dejé las drogas”

Hay personas que la providencia divina dispone que aparezcan en la vida de uno, abriendo nuevos horizontes y derroteros. Walter, cuenta como un encuentro con un sacerdote del Opus Dei cambió su vida.

Walter era un consumidor adicto a las drogas hasta casi los treinta años de edad. En este conmovedor testimonio, cuenta cómo conoció al Padre Eulogio Herrán, sacerdote de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, quien lo ayudó a poner a Dios en el centro y a darle giro a su vida, marcada por la desesperanza y la perdición.

Mi nombre es Walter Jesús Sánchez Castillo y tengo 51 años. En este texto, quisiera hacer una remembranza del padre Eulogio Herrán Pastor, quien fue una pieza clave para mi recuperación de las drogas y mi conversión personal.

Crecí en un barrio donde estaba muy expuesto al consumo de drogas. A los 14 años, ya llevaba una vida desordenada. Previamente, sufrí abuso infantil. Consumía drogas y cometía actos delictivos. Continué así por quince años más, recorriendo muchos centros de rehabilitación y hospitales de salud mental.

Llegué a ser desahuciado por médicos, por mis padres y por la sociedad. También por mi esposa y mi hermana, a quienes les debo mucho por la paciencia que tuvieron conmigo. Encontrándome sumido en esta situación, acudí de manera desesperada a la parroquia Santa María de Nazareth, en el distrito de Surquillo, en Lima.

“Llevo muchos años tratando de dejar las drogas, he probado todo, no hay más…. si Dios existe, es la única alternativa que me queda”.

En esa época, trabajaba ahí el padre Eulogio. Le dije: “Llevo muchos años tratando de dejar las drogas, he probado todo, no hay más…. si Dios existe, es la única alternativa que me queda”.

El padre Eulogio me escuchó y me acogió con inmenso cariño. Con un cariño paternal que pocas veces había experimentado en mi vida. Fue un antes y un después.

El hijo pródigo en casa

A quien desee cambiar de vida, le recomiendo encarecidamente que busque ayuda en un buen sacerdote.

El padre Eulogio me invitó a rezar con él a las seis de la mañana en el oratorio de la parroquia. Era julio del 2000 y desde ese día el padre Eulogio se convirtió en mi director espiritual; es decir, una persona a quien confiaba mis dudas y mis problemas, con el único afán que me pudiera orientar y guiar, algo así como el buen Pastor del que habla Jesús en el Evangelio.A quien desee cambiar de vida, le recomiendo encarecidamente que busque ayuda en un buen sacerdote.

Gracias a él conocí a Dios y su amor, y al fundador del Opus Dei, san Josemaría Escrivá de Balaguer. Tomé la decisión de entregar mi vida a Dios. Diariamente, meditaba con el libro “Hablar con Dios”, del padre Francisco Fernández Carbajal, participaba en la liturgia de las horas, leía el evangelio y asistía a la santa misa. Mi vida empezó a dar un vuelco para bien.

Padre Eulogio y Walter

El padre Eulogio era un hombre de Dios que me hacía ver que tenía que perdonarme a mí mismo, porque Dios ya me había perdonado en el sacramento de la confesión, que yo era su hijo pródigo, “ya estás de regreso a casa”, me decía.

La seguridad de tenía en mi recuperación personal me abrumaba. Al poco tiempo me dio una misión. A mí, un pobre hombre esclavizado por la droga. Era una muestra de confianza en mí totalmente inmerecida. Sin duda, ese encargo vendría de Dios.

Me propuso formar un grupo en la parroquia para ayudar a personas con adicciones. Le respondí: “Padre, con las justas puedo con mi vida”, a lo que me contestó: “Tú, tranquilo, tranquilo”, una expresión muy usada por él. “Hazlo desde aquí, desde el oratorio”, agregó.

Empecé a ayudar en su proceso de rehabilitación a un grupo de jóvenes. En ese camino, hubo sinsabores y también alegrías. En el 2001 fundé la Asociación civil Grupo Libertad desde la cual, me dedico de manera profesional al tratamiento de problemas psiquiátricos, VIH y adicciones. Quién lo diría, ¡el sueño del padre Eulogio, se hizo realidad!

Comenzar y recomenzar

El padre Eulogio me daba paz, seguridad y confianza en Dios; me enseñó que, en Dios, todo es nuevo y todos los días es un comenzar y recomenzar, como decía san Josemaría. Que debo buscar la perfección humana en todo lo que hago, desde lo cotidiano, ayudando, comprendiendo, sirviendo, dándome sin esperar recibir nada a cambio. Y que, si me caigo, con el favor de Dios, me tengo que levantar.

Creo que la enseñanza y el ejemplo de vida más grande e importante que tengo del padre Eulogio es ese: darse, darme sin la expectativa de que me agradezcan y retribuyan.

El padre Eulogio era un visionario de Dios, en los distintos apostolados que un católico puede desarrollar, por el bien de los demás.

Me impactó mucho su amor a la Virgen. Andaba con su rosario en la mano. Le agradecí mucho que no se escandalizaba por nada. Transmitía paz y tranquilidad ante las dificultades o problemas, con una sonrisa hermosa y sus ojos azules muy vivaces.

Tiempo para amar

El padre Eulogio era un teólogo de la historia de humanidad, de la creación del mundo y de la vida de la Iglesia. Sabía mucho, explicaba todo y cuando uno no entendía, decía: “Ya lo comprenderás después”, lo cual me daba mucha paz.

Se daba tiempo para atender, escuchar y amar a todos los feligreses de la parroquia. Me enseñó a respetar y admirar la santidad de la vida ordinaria que enseñó san Josemaría y sus sucesores, el beato Álvaro del Portillo y monseñor Javier Echevarría.

Con el cariño del padre Eulogio, sus enseñanzas y el espíritu del Opus Dei, siendo yo un pecador, llevo 23 años sin consumir drogas y 22 años trabajando al servicio de los demás

Con el cariño del padre Eulogio, sus enseñanzas y el espíritu del Opus Dei, siendo yo un pecador, llevo 23 años sin consumir drogas y 22 años trabajando al servicio de los demás en temas vinculados a la salud mental, la superación de las adicciones y a dar testimonio personal de que una vida sin drogas, si es posible.

Mi rehabilitación, mi amor a Dios, el apostolado que realizo y la educación de mis hijos no sería posible si la providencia divina no hubiera puesto en mi camino al padre Eulogio.

Él me ayudó a volver a tener vida y salud, y a conocer el amor de Dios, así como a Santa María, Madre de Dios y Madre mía.

El padre Eulogio falleció no hace mucho. Sin embargo, el ejemplo de su vida y de su fidelidad a Dios son una prueba que me incentiva a ayudar a los demás. ¡Gracias Padre Eulogio! Nos volveremos a ver en el cielo.

Walter Jesús Sánchez Castillo