Congreso Universitario sobre el mensaje de San Josemaría

PiuraMás de 800 personas, universitarios en su mayoría, provenientes de Arequipa, Huancayo, Lima, Chimbote, Trujillo, Cajamarca, Chiclayo, Tumbes, Sullana y Piura, así como delegaciones de Ecuador y Colombia, participaron en el Congreso Universitario sobre valores en la familia y la universidad, que se desarrolló del 7 al 9 de noviembre en la ciudad de Piura.

Mons. Oscar Cantuarias, arzobispo de Piura, y Mons. José Luis López-Jurado, vicario regional del Opus Dei, estuvieron presentes en la ceremonia inaugural.

¿Motivo del Congreso? El recuerdo agradecido a San Josemaría Escrivá, Fundador del Opus Dei y Fundador y Primer Gran Canciller de esta Universidad, como dijo el rector de la Universidad de Piura, Dr. Antonio Mabres, al dar la bienvenida a los asistentes. “Nos mueve el deseo de que su ejemplo y enseñanzas nos sirvan para llevar a nuestras vidas y a nuestra sociedad los valores y virtudes que él supo encarnar y enseñar, algo que la sociedad del Perú y del mundo necesitan más que nunca para revertir la crisis de valores que la afecta y para ser más justa y digna del hombre”.

Dr. Rafael Alvira

Inició el congreso el Dr. Rafael Alvira, Director del Instituto Empresa y Humanismo, de la Universidad de Navarra, quien habló sobre “Unidad de Vida y coherencia cristiana”. A continuación algunos fragmentos de su exposición.

“Unidad de vida significa, en un primer acercamiento, dos cosas, que están, a su vez, perfectamente unidas. Por un lado, que Dios ha de estar presente en todas nuestras actividades, en toda nuestra vida, de modo que hemos de abandonar la idea de que sólo lo encontramos en el templo, en las funciones litúrgicas, en la vida “estrictamente religiosa”, si se puede hablar así. Por otro, -que es el mismo-, que todos aquellos que no han recibido una vocación al orden religioso han recibido, sin embargo una vocación “religiosa” por excelencia, una llamada a la santidad, y que ella ha de lograrse en ese mundo civil y ordinario en el que están: No se puede separar la religión de la vida, ni en el pensamiento, ni en la realidad cotidiana (Surco, 308)”.

Dr. Rafael Alvira habla sobre “Unidad de Vida y coherencia cristiana”.

Vida de fe

“Todos los cristianos, como es claro, precisan de la fe, y ninguno más o menos que otro. Pero la presencia de la fe es muy peculiar en el mensaje de San Josemaría: el cristiano corriente vive en la historia diaria, la sufre y la construye, una historia llena de continuos vaivenes, éxitos y reveses, dificultades y golpes de fortuna. Cada uno de los momentos de su vida es una invitación de Dios a encontrarle, pero -por la gran sencillez y facilidad de lo cotidiano- nos cuesta trabajo acabar de creernos que en aquello que es más trivial, común, continuo, puede estar toda la grandeza de Dios”.

“El que no consiga encontrar a Dios en las acciones más aparentemente intranscendentes de la vida diaria, señala San Josemaría en Conversaciones, no lo encontrará. Y no se trata de ningún trabajo de obsesiva atención psicológica -si te fijas sólo en lo divino no te fijas en lo que tienes que hacer-, sino de fe en que nada de nuestra vida es meramente terrenal, nada es trivial, nada es meramente pasajero, Dios está en todo. Es decir, Dios es -debería ser- el que acompaña toda acción. Esto se puede entender sólo desde el corazón. Como la persona que quiere de verdad a otra está haciendo mil cosas diversas y, sin embargo, siempre está acompañado en cada una de ellas -de forma inefable- por el ser querido, así Dios debe acompañar -es decir, estar presente- en todo el menudo entramado de la vida diaria de un cristiano corriente, no religioso. Es, por tanto, esa fe el hilo que unifica la multiplicidad de acciones, el hilo de la unidad de vida”.

San José

“De San José -que hubo de ser una persona extraordinaria- no sabemos casi nada: pasó inadvertido. También por eso San Josemaría le profesaba tan gran devoción. Para él, San José era el modelo de la persona común, que lleva una vida cotidiana normal, en su familia, en su profesión, en su vida social, pero en todo momento acompañado por Jesús y por María, a quienes más aún que con los ojos del rostro, veía con la mirada de su corazón. Es demasiado escaso mi conocimiento -en extensión y en profundidad- de San Josemaría como para atreverme a afirmaciones rotundas, pero pienso que uno de los aspectos de su doctrina que espera mayores profundizaciones es éste. La tradición mística de la Iglesia Católica ha ido desarrollando progresivamente -como es sabido- el interés por la figura del Patriarca, esposo de María, y San Josemaría ha aportado sugerencias impresionantes al respecto. Para lo que aquí importa, la figura de San José se le presenta al fundador del Opus Dei como un modelo acabado del mensaje que él había recibido: vivir con Dios la vida ordinaria, cotidiana, corriente”.

Sobre la superficialidad

“Si falta la unidad de vida, estamos abocados a que, poco a poco, nuestra vida se pierda en la dispersión. Se trata de una enfermedad bastante extendida en nuestros días, y que se muestra en la falta de fijeza y en la superficialidad. Para San Josemaría, “la superficialidad no es cristiana”. Esto no supone negación alguna del valor de lo superficial, que es necesario para la vida, sino un rechazo de la mera superficialidad, del no ver lo escondido y profundo que hay detrás de cada realidad”.

Confiar en la Providencia

“Más difícil, con todo, es confiar en general, creer que detrás de los misterios de este mundo y de la vida de cada uno está siempre la providencia divina, es decir, que hay una suprema inteligencia que da sentido último. Si no se cree en la providencia de Dios, no se cree en Dios. La vida se puede entender como un conjunto de pequeñas casualidades, sin un sentido unitario, o como un conjunto de pequeños detalles que tienen siempre la providencia divina detrás, en cuyo caso la vida tiene una unidad. La percepción de la presencia de Dios en todos los detalles de la vida cotidiana era uno de los “ritornellos” de la predicación de San Josemaría, y es una dimensión relevante de su concepto de unidad de vida”.

“La mayor fe está en creer que esa providencia es siempre buena, o sea, que junto a la inteligencia ordenadora hay un Corazón. Es la mayor fe, porque la vida está tan llena de cosas incomprensibles -al menos a primera vista-, de sucesos dolorosos y a veces terribles, que puede fácilmente insinuarse la tentación de que no hay un Dios bueno que nos quiera. La mayor fe va unida a la mayor necesidad: si no alcanzamos a creer en la bondad última de la realidad, o sea, en la bondad de Dios, nuestra vida se rompe. La vida humana tiene una riqueza tal que sólo un Dios puede acompañarla definitivamente, y toda vida sólo se vive en la compañía. Por eso San Josemaría repetía insistentemente la frase latina omnia in bonum, “todo es para bien”. Sólo esta convicción puede garantizar radicalmente la unidad de vida”.

Coherencia

“Coherencia es uno de los nombres de la verdad, uno de sus aspectos. Cristo es la Verdad, según sus propias palabras, y uno de los modos en que lo mostró fue con la coherencia de su vida. Fue siempre lo que era, en todas las circunstancias, y cumplió el fin para el que había venido a la tierra: salvar a la humanidad. Un cristiano lo es cuando se asemeja a Cristo, y, por tanto, a la Verdad. Un cristiano, por consiguiente, ha de ser coherente con lo que es, y eso significa que no lo puede ser un rato sí y otro no, o en unas dimensiones de su vida sí y en otras no. Así pues, la unidad de vida es la coherencia cristiana”.

“Actuar en todo momento de manera conforme a lo que se es: he ahí algo de valor incalculable. No es cuestión de hacer siempre lo mismo, de no ser capaces de innovar, ni de ser creativos. Antes al contrario, sólo el que vive como lo que es y piensa es una persona que tiene fuerza creativa. Pero, sobre todo, es una persona fiable. La persona coherente es fiable y ese es el valor más preciado -y más raro- en sociedad. La crisis económica y política actual en todo el mundo y de grandes proporciones es, en primer lugar, una crisis de confianza. No hay personas fiables. Bien lo había previsto San Josemaría, y lo señala al comienzo mismo de su primer bestseller, Camino: Estas crisis mundiales son crisis de santos”.

“Una Iglesia extrañada del mundo no puede cumplir su misión. Una sociedad civil sin “gente santa” -en el sentido antes señalado- se acaba perdiendo en la corrupción. San Josemaría contribuyó en una medida impresionante e imposible de calcular a que -por la fuerza y gracia de Dios- la Iglesia y la sociedad civil se impulsen y se armonicen”.