Colegios Ceibos y Algarrobos: Aprender de los más necesitados

El último domingo 14 de noviembre, la Iglesia católica celebró la V Jornada Mundial de los Pobres. Desde febrero de este año, padres de familia y alumnos de los colegios Ceibos y Algarrobos se unieron para ayudar al comedor “El Buen Sabor” en Los Arenales, ubicado en Chiclayo.

Jóvenes del colegio Algarrobos después de un día en Los Arenales.

El Papa Francisco en su último mensaje con ocasión de la V Jornada Mundial de los Pobres nos hace la siguiente invitación: “Los pobres nos enseñan a menudo la solidaridad y el compartir. Es cierto, son personas a las que les falta algo, frecuentemente les falta mucho e incluso lo necesario, pero no les falta todo, porque conservan la dignidad de hijos de Dios que nada ni nadie les puede quitar”.

Carlos Lam, alumno de la promoción del Colegio Algarrobos, una de las instituciones involucradas en la ayuda solidaria en Los Arenales, nos da el testimonio de lo que ha significado esta experiencia en su vida. 

Habíamos escuchado acerca de los Proyectos de Ayuda Social desde que éramos niños. Desde pequeños, en el colegio Algarrobos, nos enviaban circulares donde nos pedían que donáramos víveres para ayudar a, según indicaban, “familias en necesidad” o “niños pobres”. 

Llegábamos a nuestras casas, entregábamos las circulares a nuestros padres y ellos veían qué podían dar. Después, nos íbamos a hacer nuestras tareas, bañarnos, jugar, cenar, ver televisión y a dormir. Todo esto sin pensar en quiénes eran las mencionadas “familias en necesidad”. 

Cuando ya teníamos las donaciones, íbamos a la escuela cargando bolsas con juguetes, tarros de leche, ropa, etc. Algunos debían entrar acompañados de sus padres, debido al peso de la ayuda que llevaban. Se los entregábamos al profesor, nos agradecía y ya. No volvíamos a saber de esos “niños pobres”.

Uno de los niños ganadores del concurso de poesía organizado en una de las visitas de los jóvenes.

Este año, para muchos, esto cambió. A inicios del 2021, a los alumnos de los colegios Ceibos y Algarrobos nos comunicaron que necesitarían nuestro apoyo en el Proyecto de Ayuda Social. Esa ayuda iría al asentamiento humano Los Arenales, ubicado en la zona de La Pradera, camino a Pimentel.

Allí, los pobladores subsistían gracias a una olla común que había en el comedor popular “El Buen Sabor”. Sin embargo, debido a la pandemia, la institución que solía ayudarlos, ya no pudo seguir brindando su apoyo, por lo que el comedor dejó de funcionar en diciembre de 2020.

Nosotros, ya mayores y comprendiendo un poco más de qué se trataba esto, aceptamos. Conversamos con nuestros padres para comprar los víveres asignados por grado, y nos reunimos con el capellán del colegio para ver algunas fotos del lugar y considerar la mejor forma de ayudar. Pero esto fue solo el comienzo de una aventura que prosigue hasta el día de hoy. 

El comedor “El Buen Sabor”

Antes de llevar los donativos, tuvimos la iniciativa de dar algunas clases a los chicos en edad escolar de Los Arenales. Todo iba bien, ya estábamos incluso decidiendo qué cursos íbamos a dictar, cuando el capellán del colegio nos dijo: “Eso no se puede”. Confundidos, preguntamos por qué no, alegamos que cada uno podía ver las clases tranquilamente en sus casas o en grupos, a través de los celulares de sus padres si no tenían computadoras. “No se puede”, nos volvió a decir el padre. “Sus clases escolares las llevan por WhatsApp y compran solo los datos que necesitan. Lo nuestro es un lujo que ellos no se pueden dar”.

La preparación continuó hasta que llegó el momento de ir a Los Arenales. Después de cargar las donaciones en algunas camionetas, nos dirigimos a nuestro destino. No estaba muy lejos, pero nunca habíamos pasado por ahí. Las calles no estaban asfaltadas y eran irregulares; muchas casas no tenían pintura, otras se deterioraron por las lluvias y otras permanecían inacabadas.

Llevando la ayuda conseguida al comedor “El Buen Sabor”

Al entrar al comedor, conocimos a la señora Ruth, presidenta del Comité de Madres de Familia, a quien —hasta ese momento— habíamos visto solo en imágenes. Con ella coordinamos el proyecto y era quien manejaba el comedor popular. Nos dio una cálida bienvenida, nos mostró las cuentas que sacaba a diario y explicó la situación.

Gracias a las donaciones de los colegios obtenidas a la fecha, habían continuado cocinando para personas en situación de pobreza o pobreza extrema, y pasaron de atender a unas 70 personas, a un promedio de 150 diariamente. Cobraban un sol por plato, para recaudar algo de dinero y comprar más insumos. Pero, aun así, había familias que no podían pagar esa cantidad: compraban un solo plato para 4 o 5 personas. 

Nos habló también de la señora Teresa. No la conocimos hasta la siguiente vez que fuimos. En esa segunda oportunidad, llevamos también una sorpresa a los niños de Los Arenales. 

Entre lágrimas y golosinas

En nuestra segunda visita, también nos recibió la señora Ruth, pero esta vez no estaba sola: afuera del comedor había una larga fila de niños, todos sonrientes y sosteniendo unos tickets rosados. Adentro, mientras entregábamos las donaciones (alimentos, ropa, juguetes), nos observaba la señora Teresa, quien permanecía sentada sosteniendo su bastón. Sus posteriores palabras y lágrimas de agradecimiento nos llegaron al corazón. 

La ayuda al comedor es un trabajo conjunto de los colegios “Ceibos” y “Algarrobos”

Teresa es una mujer de la tercera edad y vive sola. No tiene a nadie que la apoye ni que le brinde compañía. Ni a ella, ni a ninguno de los ancianos que acuden al comedor, se les cobra por el plato de comida. La señora Teresa tiene problemas de visión y no puede cocinarse por sí misma: depende enteramente del comedor. 

Luego atendimos a los niños. Una de las mamás de la promoción del colegio, que es directora de un centro de educación Inicial en Chiclayo, había preparado algunos juegos. Pidió que, voluntariamente, los niños mostraran su talento. Se acercaban, tímidos, niños de 4 a 6 años y, frente a todos los espectadores, bailaban, cantaban y recitaban poemas. Cada uno de ellos fue premiado con un peluche por su presentación. 

“¿cuántas cosas cómo estas tenemos en nuestras vidas y no valoramos por lo acostumbrados que estamos a ellas?”

Para muchos de nosotros, fue sorprendente ver la gran emoción con que los niños recibían unas golosinas que les pudimos ofrecer. Nos llamó especialmente la atención la reacción de los más pequeños: ver el cómo podían encontrar tanta felicidad en cosas tan, para nosotros, simples y comunes como unos caramelos. “¿cuántas cosas cómo estas tenemos en nuestras vidas y no valoramos por lo acostumbrados que estamos a ellas?” 

La sonrisa de los niños es el mejor regalo que podemos recibir.

Recuerdo especialmente, y creo que nunca olvidaré, cuando, al momento de retirarnos, una niña se despidió particularmente de mí. Había en sus ojos una expresión de agradecimiento y bondad que sería difícil de describir y que, a mi parecer, solo se puede encontrar en un niño.

Poniéndole rostro al pasado

Días después, reflexionaba sobre esta experiencia. Éstas eran las “familias en necesidad” de las circulares de primaria. Ellos eran los “niños pobres”. No eran solo historias, sino personas reales y viven en el mismo mundo en el que yo vivo. Aun así, no lo hacen de la misma forma.

No tuvieron la misma suerte que muchos de nosotros, ni las mismas oportunidades. Pero existen. Y, para la mayoría de la gente, esta suerte no ha sido ni su culpa ni su logro, fue simplemente lo que les tocó vivir. Pero todos somos personas y merecemos vivir dignamente.

Más aún, como me lo ha enseñado esta experiencia de vida, cuando un esfuerzo, un sacrificio muy pequeño de nuestra parte, puede causar un impacto tan significativo en otros.

Si tenemos la oportunidad, deberíamos apoyar a otros. Más aún, como me lo ha enseñado esta experiencia de vida, cuando un esfuerzo, un sacrificio muy pequeño de nuestra parte, puede causar un impacto tan significativo en otros.

el proyecto de ayuda social a Los Arenales nos dio la oportunidad de dar, de practicar la solidaridad, de acercarnos un poco más a la santidad.

Me di cuenta, además, de que nosotros también nos llevamos algo. Es cierto que fueron los niños y sus familias quienes recibieron las donaciones y el apoyo material, pero el proyecto de ayuda social a Los Arenales nos dio la oportunidad de dar, de practicar la solidaridad, de acercarnos un poco más a la santidad.

Nos permitió soportar y aliviar un poco el peso de la cruz que llevan cada día, al poner nuestro esfuerzo, nuestras posesiones o nuestro tiempo. Nos permitió conocer el valor del sacrificio en la vida cristiana, y por ello siempre estaremos muy agradecidos.

Atardecer en Los Arenales. Los niños nos enseñan a ser felices con las cosas sencillas de la vida.

Alrededor de este proyecto han surgido muchas iniciativas. Sé que con la ayuda de algunos papás, se ha conseguido capacitar a las madres de familia de Los Arenales a cargo del comedor con clases de dietética y de cultura bioambiental. También una mamá del Colegio Ceibos, quien trabaja en la Clínica San Juan de Dios de Chiclayo hizo una gestión y consiguió de regalo para el personal del comedor: uniformes, gorras de plástico y tocas para la cabeza. Desde esa fecha esta institución ha colaborado de diversas maneras, principalmente en el área de salud, proporcionando medicinas y asistencia médica, trabajando en conjunto con los colegios Ceibos y Algarrobos con espíritu de servicio para atender a la población de la zona.

Carlos Lam