Bodas de oro de la universidad del desierto

Con ocasión del inicio de las celebraciones por las bodas de oro de la Universidad de Piura, la doctora Fabiola Morales Castillo ha publicado en el diario "Expreso" el siguiente artículo publicado el domingo 28 de abril último.

“Entre arenas blancas y algarrobos verdes” –en frase de José Ramón de Dolorea, nuestro profesor de Literatura– nació la Universidad de Piura (UDEP) en 1969, sobre 130 hectáreas del desierto que fueron donadas por tres familias piuranas, quienes deseaban contribuir con la fundación de un centro de estudios superiores, de calidad internacional e inspiración cristiana.

Escuchamos, no pocas veces, a monseñor Erasmo Hinojosa, quien fue arzobispo de Piura y Tumbes, decir que la UDEP era una de las piedras más valiosas de su mitra episcopal y es que fue él quien viajó a Roma, en busca de ayuda para que Piura contara con esa universidad. En este viaje conoció a San Josemaría Escrivá, fundador de la Prelatura Personal de la Santa Cruz y Opus Dei, quien ya conocía el Perú, a través de varios de los miembros de la Prelatura que ya trabajaban en las alturas de Yauyos y en Cañete.

Mons. Erasmo Hinojosa (centro), arzobispo de Piura de 1965 a 1977.

Del buen entendimiento, simpatía y buena voluntad entre ambos personajes de la Iglesia, nació la primera semilla que se puso en Piura para crear esta universidad que, a lo largo de estos primeros 50 años, no ha dejado de crecer en número de edificios –con una filial en Lima– de Facultades, de Escuelas, de alumnos y ex alumnos que, no solo han culminado ahí sus carreras, sino que han estudiado sus maestrías y doctorados.

Siendo la calidad profesional y científica de sus egresados muy importante, la UDEP desde su fundación por San Josemaría, ha puesto su acento y esfuerzo en la formación de la personas, su lema es: “Mejores personas, mejores profesionales”. Un lema que se ha encarnado en la mayoría de quienes tuvimos la oportunidad de pasar por sus aulas y las manos de verdaderos maestros que se esforzaban por entregarnos una formación personalizada.

En la UDEP, todo estaba dispuesto para educar, desde los baños –inmaculadamente limpios– hasta el paisaje de hermosas puestas de sol, de silbidos del viento que se mezclaban con el de los pájaros y de zorros que se paseaban por el arenal, bajo nuestra mirada atenta y respetuosa; hasta la cafetería abierta al verdor de los algarrobos y al diálogo entre profesores y alumnos.

El crecimiento de la UDEP ha sido impulsado, principalmente, por la ayuda de la cooperación internacional. Instituciones como el ICU de Italia, la GTZ de Alemania, la BCU de Canadá, la Universidad de Navarra de España y muchas más, han hecho posible tanto la construcción de laboratorios y edificios, como la formación de profesionales.

La Unión Europea, en su momento, contribuyó a la reforestación del desierto; es por eso que, en la actualidad, la universidad es un verdadero oasis, cada vez más cercano a la ciudad de Piura.

Largos años he permanecido en la Universidad de Piura, mi alma mater, no sólo como alumna, sino también como profesora de distintas generaciones en Piura y en el PAD Escuela de Alta Dirección en Lima.

Una aventura universitaria que jamás hubiera esperado vivir, con la plenitud que mis maestros, colegas y ex alumnos, me aportaron. Gracias, Universidad de Piura, y gracias a mi madre que, con la visión y sabiduría de maestra, se esforzó y empeñó en que estudiara en la UDEP, porque quería dejarme, como ella decía: “la mejor herencia de una buena educación”.