Andy Álvarez-Calderón: La sencillez de la santidad

El último sábado 7 de enero falleció Andrés Álvarez-Calderón Rey, quien fue el primer numerario en pedir la admisión al Opus Dei en el Perú. Federico Prieto Celi, compañero suyo en el colegio “La Recoleta” de Lima, traza unos recuerdos de Andy.

Desde niño, Andy tuvo un trato delicado con el Señor. No lo decía, pero sus compañeros nos dábamos cuenta. En sus estudios, en el fútbol que tanto le gustaba, en las pocas fiestas a las que fue antes de pedir la admisión a la Obra -bailaba muy bien-, en su discreta elegancia en vestir, siempre era sobrio.

Fue igual en la Universidad Agraria La Molina, donde se graduó de ingeniero Agrónomo, granjeándose la amistad de todos. Un hombre de mundo que jugó fútbol en primera división, trabajó en la Facultad de Agricultura de la PUCP, en el campo de la provincia de Cañete -en el Instituto Valle Grande, en las haciendas y cooperativas-, donde vivió prácticamente toda su vida adulta, cerca de 57 años de su vida.

Yo le traté especialmente en 1956, el año en que terminamos los estudios secundarios en el colegio “La Recoleta”. Su deseo de hacer la voluntad de Dios era palpable. Hablamos algunas veces de eso. Tan pronto como le dijeron que podría tener vocación a la Obra, pidió la admisión. Era el 30 de noviembre de 1956. En esos días me animó a hacer lo mismo. Para mí siempre ha sido un ejemplo de amor de Dios y de fidelidad.

Evitó hacer comentarios negativos de las personas, aunque su perspicacia le hacía ver claramente los detalles buenos y no tan buenos de las personas. Rezaba muchas veces la oración de San Bernardo (Acordaos) y a lo largo de toda su vida ayudó a difundir la devoción a san Josemaría.

Evitó hacer comentarios negativos de las personas, aunque su perspicacia le hacía ver claramente los detalles buenos y no tan buenos de las personas. Rezaba muchas veces la oración de San Bernardo (Acordaos) y a lo largo de toda su vida ayudó a difundir la devoción a san Josemaría, fundador del Opus Dei en el valle de san Vicente de Cañete, a quien llegó a conocer durante su estancia en tierras peruanas en julio de 1974. Ha sido un ejemplo para todos.

Había comprendido que, si bien el apostolado era una tarea constante a la que había que dedicarle tiempo, lo más importante era rezar para que cada uno encuentre el camino que le señalaba el Señor, y lo siguiera.

Había comprendido que, si bien el apostolado era una tarea constante a la que había que dedicarle tiempo, lo más importante era rezar para que cada uno encuentre el camino que le señalaba el Señor, y lo siguiera. Era una persona que tenía facilidad para hacer amigos y siempre te saludaba con una sonrisa.

Murió santamente, como había vivido, el sábado 7 de enero de 2023, a vísperas de la fiesta de la Epifanía del Señor, en el centro cultural Costa, en Lima rodeado del cariño de sus familiares, hermanos y amigos.

Federico Prieto Celi