Año 2001. Javier tenía 26 años y trabajaba de comercial en temas de imagen y sonido. De aquí para allá, carretera arriba, carretera abajo. Uno de esos días, llovía intensamente en Valencia y su coche patinó hacia el carril contrario, por el que en ese momento pasaba un camión que se lo llevó por delante. Se quedó a las puertas de la muerte y —después de semanas de sufrimiento e incertidumbre—, finalmente tetrapléjico.
En ese momento llevaba nueve meses saliendo con Begoña, que es agente de viajes. Ella es cooperadora del Opus Dei y le rezaba a san Josemaría y Eduardo Ortiz de Landázuri —un médico del Opus Dei en proceso de beatificación— que Javier saliera adelante: “Estaba tan mal que para mí el milagro es que haya sobrevivido”.
Dos años después, en contra de todas las opiniones externas, se casaron. “Pero yo voy a ser tu mujer. Ni tu cuidadora, ni tu enfermera”, le advirtió Begoña. Y así ha sido. Hay muchos momentos en los que ha tenido (y tiene) que cuidar de Javier, pero siempre desde el amor de una esposa.
“En nuestra boda, cuando llegó lo de ¿estáis dispuestos a quereros en la salud y en la enfermedad? dijimos: ¡eso ya lo traemos puesto!”, cuentan divertidos. Sus circunstancias marcan mucho el tipo de vida que llevan, pero para ellos eso no supone un problema, simplemente cuentan con ello y no se dejan llevar por sus expectativas, como recomienda el Papa Francisco en su reciente carta apostólica ‘Patris corde’ (‘Con corazón de padre’).
Por ejemplo, el día de su boda, en el baile, recuerda emocionada Begoña que “me subí a la silla de Javier y bailamos así, los dos en la silla. Fue algo inolvidable. Muchos amigos nos dicen que nunca han asistido a un baile de bodas tan bonito”.
Hoy, dieciocho años después, Begoña y Javier son padres de una adolescente. “De pequeñita me la ponía en el regazo y la llevaba y traía al colegio en la silla de ruedas”, cuenta Javier. Ahora ella patina a su lado mientras comparten velocidad y confidencias. “Tiene más confianza con su padre que conmigo”, confiesa Begoña.
Ella es una mujer de carácter, pero Javier no queda atrás. Todos los días entrena con su silla de ruedas por las calles de Valencia, para recuperar fuerza motora en los brazos: por eso prefiere usar la manual en lugar de la eléctrica. Da largos paseos y excursiones con otros tetrapléjicos.
Javier es voluntario de Cruz Roja y vocal de la junta directiva de la Asociación de lesionados medulares (ASPAYM Comunidad Valenciana). Imparte charlas a personas que sufren algún tipo de patología similar a la suya y también interviene, junto con Begoña, en cursos de orientación familiar, contando su testimonio: “Los matrimonios necesitamos formación porque muchos confunden el amor con otra cosa mucho más pobre. Nadie nos enseña que las dificultades se pueden afrontar y superar con éxito. Y hay que empezar por hablar, contarnos las cosas, escucharnos…”.
En esta entrevista cuentan su historia y el secreto para mantener en el tiempo su amor a prueba de sufrimientos y dificultades: “Dolor siempre habrá, pero el sufrimiento depende de cómo te lo tomes”.