“Quería hablaros una vez más de la próxima elección del Santo Padre. Conocéis, hijos míos, el amor que tenemos al Papa. Después de Jesús y de María, amamos con todas las veras de nuestra alma al Papa, quienquiera que sea. Por eso, al Pontífice Romano que va a venir, ya le queremos. Estamos decididos a servirle con toda la vida.
Rezad, ofreced al Señor hasta vuestros momentos de diversión. Hasta eso ofrecemos a Nuestro Señor por el Papa que viene, como hemos ofrecido la Misa todos estos días, como hemos ofrecido... hasta la respiración”.
Palabras de San Josemaría en 1958. Carta del Prelado del Opus Dei, marzo 2013
Lo que nadie puede hacer por mí
Es hora de preguntarnos: ¿comparto con Cristo su afán de almas? ¿Pido por esta Iglesia, de la que formo parte, en la que he de realizar una misión específica, que ningún otro puede hacer por mí? Estar en la Iglesia es ya mucho: pero no basta. Debemos ser Iglesia, porque nuestra Madre nunca ha de resultarnos extraña, exterior, ajena a nuestros más hondos pensamientos.
Lealtad a la Iglesia, 33
¿Comparto con Cristo su afán de almas? ¿Pido por esta Iglesia, de la que formo parte, en la que he de realizar una misión específica, que ningún otro puede hacer por mí? Estar en la Iglesia es ya mucho: pero no basta.
Ofrece la oración, la expiación y la acción por esta finalidad: «ut sint unum!» –para que todos los cristianos tengamos una misma voluntad, un mismo corazón, un mismo espíritu: para que «omnes cum Petro ad Iesum per Mariam!» –que todos, bien unidos al Papa, vayamos a Jesús, por María.
Forja, 647
Dudar de la Iglesia... es dudar de Dios mismo
Podemos llegar a desconfiar de los hombres, y cada uno está obligado a desconfiar personalmente de sí mismo y a coronar sus jornadas con un mea culpa con un acto de contrición hondo y sincero. Pero no tenemos derecho a dudar de Dios. Y dudar de la Iglesia, de su origen divino, de la eficacia salvadora de su predicación y de sus sacramentos, es dudar de Dios mismo, es no creer plenamente en la realidad de la venida del Espíritu Santo.
Es Cristo que pasa, 131
Ser cristiano
Por encima de las deficiencias y limitaciones humanas, insisto, la Iglesia es eso: el signo y en cierto modo —no en el sentido estricto en el que se ha definido dogmáticamente la esencia de los siete sacramentos de la Nueva Alianza— el sacramento universal de la presencia de Dios en el mundo. Ser cristiano es haber sido regenerado por Dios y enviado a los hombres, para anunciarles la salvación. Si tuviéramos fe recia y vivida, y diéramos a conocer audazmente a Cristo, veríamos que ante nuestros ojos se realizan milagros como los de la época apostólica.
Es Cristo que pasa, 131
El mar está un poco revuelto... ¡Ya se aplacará, no os preocupéis! También yendo Jesús en la barca, la barca parece que se hunde. ¡La barca de Pedro no se hunde!
Tienes un afán grande de amar a la Iglesia: tanto mayor, cuanto más se revuelven quienes pretenden afearla. —Me parece muy lógico: porque la Iglesia es tu Madre.
Surco, 354
Puede suceder que haya, entre los católicos, algunos de poco espíritu cristiano; o que den esa impresión a quienes les tratan en un determinado momento. Pero, si te escandalizaras de esta realidad, darías muestra de conocer poco la miseria humana y... tu propia miseria. Además, no es justo ni leal tomar ocasión de las debilidades de esos pocos, para difamar a Cristo y a su Iglesia.
Surco, 367
Quienquiera que sea...
Hemos de amar mucho a la Iglesia, y al Papa, cualquiera que sea. Pedid al Señor que sea eficaz nuestro servicio para su Iglesia y para el Santo Padre.
Salvador Bernal, Apuntes sobre la vida del fundador del Opus Dei
El mar está un poco revuelto... ¡Ya se aplacará, no os preocupéis! También yendo Jesús en la barca, la barca parece que se hunde. ¡La barca de Pedro no se hunde! San Josemaría, 26 de junio de 1975
Salvador Bernal, Apuntes sobre la vida del fundador del Opus Dei
Contra la vejez de espíritu
Fidelidad. Para mí aggiornamento significa sobre todo eso: fidelidad. Un marido, un soldado, un administrador es siempre tanto mejor marido, tanto mejor soldado, tanto mejor administrador, cuanto más fielmente sabe hacer frente en cada momento, ante cada nueva circunstancia de su vida, a los firmes compromisos de amor y de justicia que adquirió un día. Esa fidelidad delicada, operativa y constante –que es difícil, como difícil es toda aplicación de principios a la mudable realidad de lo contingente– es por eso la mejor defensa de la persona contra la vejez de espíritu, la aridez de corazón y la anquilosis mental.
El aggiornamento de la Iglesia –ahora, como en cualquier otra época– es fundamentalmente eso: una reafirmación gozosa de la fidelidad del Pueblo de Dios a la misión recibida, al Evangelio.
Lo mismo sucede en la vida de las instituciones, singularísimamente en la vida de la Iglesia, que obedece no a un precario proyecto del hombre, sino a un designio de Dios. La Redención, la salvación del mundo, es obra de la amorosa y filial fidelidad de Jesucristo –y de nosotros con Él– a la voluntad del Padre celestial que le envió. Por eso, el aggiornamento de la Iglesia –ahora, como en cualquier otra época– es fundamentalmente eso: una reafirmación gozosa de la fidelidad del Pueblo de Dios a la misión recibida, al Evangelio.
Conversaciones, 1