Alcabor: Cuidar y aprender de las mayores

Karim Rouillón es profesora universitaria y enseña Contabilidad financiera. En la actualidad, vive con personas mayores y esta experiencia le ha supuesto nuevos aprendizajes en la vida y en la cultura del cuidado.

Desde hace dos décadas, he vivido entre dos residencias universitarias, en las ciudades de Piura y Lima. Hace poco más de un año, vivo en el Centro Cultural Alcabor, ubicado en el distrito de Jesús María.

Pasé de vivir con universitarias a vivir con “gente mayor” o “adulto mayor”, quienes por sus edades podrían ser mi madre o mi abuela. Esta experiencia ha supuesto para mí, un cambio radical en la convivencia diaria, que al mismo tiempo es enriquecedora.

San Josemaría nos enseña que “los enfermos son el tesoro del Opus Dei” y bajo esa premisa procuro vivir mi día a día. Cada vez me voy “empapando” más, en sus temas de salud y aprendo a disfrutar de los detalles simples en la convivencia diaria; de sus experiencias y de infinidad de anécdotas fruto de una vida de amor y entrega en la Obra. Son nuestra “memoria agradecida” como dice el Papa Francisco.

Todo ello supone también para mí un aprendizaje diario en virtudes como la humildad y la paciencia, que nos ayudan a hacer la vida más agradable a los demás

Todo ello supone también para mí un aprendizaje diario en virtudes como la humildad y la paciencia, que nos ayudan a hacer la vida más agradable a los demás y un enriquecimiento mutuo.

Tengo ocasión de enseñar a cada una, algunos temas relacionados con nuevas tecnologías. Hay quienes son más rápidas para aceptar esos cambios y a otras les cuesta más; lo admirable es el empeño de cada una por aprender, lo cual supone nuevos desafíos en el cuidado de las personas adultas mayores.

Debo admitir, que muchas veces no me es fácil desconectarme como quisiera, ya que ellas —con frecuencia— necesitan que estés a su lado para preguntar si lo que hacen está bien; y, eso, no siempre es posible. Cuando estoy trabajando, mi cabeza —no pocas veces— se va en pensar si alguna está en el médico, otra en sus actividades físicas, o si la dosis de medicación de alguna es la adecuada.

Como consecuencia, voy aprendiendo a conciliar el trabajo y la familia. Tengo mis deberes profesionales —mi trabajo como docente—; y, a la vez, procuro hacerlo compatible con lo que los médicos dicen sobre cada una, y las necesidades que surgen en el hogar, como cuando alguna está enferma y por ello, necesita más atención.

Apostolado de los sacramentos

Convivir con algunas de las mayores de la Obra en el centro Alcabor, es aprender también de la experiencia del apostolado personal de Isa, Maruja y Aleja.

Convivir con algunas de las mayores de la Obra en el centro Alcabor, es aprender también de la experiencia del apostolado personal de Isa, Maruja y Aleja.

A pesar de sus cada vez mayores limitaciones físicas, ellas —a través de la amistad— procuran ayudar a las enfermeras responsables de su atención, a frecuentar el trato con Dios y así acercarlas poco a poco a la práctica de los sacramentos.

En mayo último, María, quien atiende a Aleja e Isa, contrajo matrimonio. A mí me ha edificado ver a Isa como daba las clases de catecismo a María y a su futuro esposo. El novio acudía a nuestra casa los domingos, donde ambos se prepararon varios meses para recibir los sacramentos.

Isa ayudó a organizar los preparativos para la boda que se realizó en una parroquia de Lima y puso los medios para conseguir los padrinos de bautismo, de la confirmación y del matrimonio.

Luego de la boda de María, las de mi casa y los padrinos de la boda.

En la boda participaron otras enfermeras y terapistas que trabajan en Alcabor atendiendo a otras de las mayores. Fue muy grato ver cómo las enfermeras fueron con sus esposos. A raíz de este reciente acontecimiento, Maruja, otra de las del centro, empezó a preparar a Shirley para recibir la primera comunión.

para quienes pertenecemos a esa gran familia sobrenatural, “el Opus Dei es el mejor lugar para vivir y el mejor lugar para morir” y es bueno comprobar que esa expresión no es solo una frase bonita, sino una exigencia de amor; de poner día a día el corazón al servicio de los demás, siempre con una sonrisa.

Esto es lo que llamo “un apostolado sin fronteras”. Sé que a todas nos llegará el momento de partir a la vida eterna y es reconfortante experimentar, como san Josemaría nos decía, que para quienes pertenecemos a esa gran familia sobrenatural, “el Opus Dei es el mejor lugar para vivir y el mejor lugar para morir” y es bueno comprobar que esa expresión no es solo una frase bonita, sino una exigencia de amor; de poner día a día el corazón al servicio de los demás, siempre con una sonrisa.

Karim Rouillon