«No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa
Quinta entrega de la serie “Combate, cercanía, misión”. Entrar en caminos de contemplación significa darnos cuenta de que necesitamos a Dios, de que necesitamos «luchar» con él. Y pedirle, una y otra vez, su bendición: no te suelto hasta que me bendigas.
Una puerta abierta al misterio: el símbolo atanasiano
El símbolo atanasiano –conocido también por sus primeras palabras "Quicumque vult"– es un resumen de verdades de la fe sobre la Santísima Trinidad y la Encarnación. San Josemaría solía rezar y meditar este texto el tercer domingo de cada mes como devoción al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Agradar a Dios (IV): sé que te encantó, Jesús. Las cosas pequeñas
San Josemaría nos enseñó a cuidar las cosas pequeñas porque comprendía la capacidad del hombre de agradar a Dios con pequeños y casi minúsculos detalles realizados por amor.
Agradar a Dios (II): lo normal, discreto y divino. Los sacramentos cotidianos
Algunos paisanos de Jesús dudaron de que el poder de Dios pueda manifestarse en alguien "tan normal". El Señor quiere seguirnos encontrando en lo cotidiano, tejido por sencillas normas de piedad que procuramos vivir.
Agradar a Dios (I): en donde se oculta Dios. Santidad y monotonía
En la discreción y en el silencio de los sacramentos nos espera Jesús para que le abramos libremente nuestra alma.
La ternura de Dios (VIII): María, Madre de la misericordia
En el Magnificat, Santa María canta la misericordia, el amor alegre de Dios que viene a devolver la felicidad a un mundo entristecido. Ella es la primera Hija de la misericordia de Dios; y a la vez que Hija, es Madre del Dios de misericordia: por eso la llamamos Mater misericordiæ.
La ternura de Dios (VII): Devuélveme la alegría de tu salvación
Para poder dar misericordia, necesitamos recibirla de Dios: mostrarle nuestras heridas, dejarnos curar, dejarnos querer. En un mundo «a menudo duro con el pecador e indulgente con el pecado», el salmo miserere –ten misericordia de mí– es la gran oración del perdón que libera el alma, que nos devuelve la alegría de estar en la casa del Padre.
La ternura de Dios (VI): Una serena atención: las obras de misericordia espirituales
Las obras de misericordia espirituales atienden al hambre y a la sed, a la desnudez y al desamparo, a la enfermedad y a la cautividad que experimenta, en tantas formas diversas, el corazón humano.
La ternura de Dios (V): “A mí me lo hicisteis”: las obras de misericordia corporales
Este editorial trata de las obras de misericordia corporales, que sugirió Jesucristo. Un cristiano no puede desentenderse de las necesidades de los demás, también de los desconocidos, porque en ellos es Cristo quien nos reclama ayuda.
La ternura de Dios (IV): Con el cariño en la mirada: misericordia y fraternidad
En el fondo del misterio de la misericordia divina late la alegría de Dios que quiere entrar en el mundo. La misericordia no es, pues, solo un resorte que se activaría ante la debilidad o las imperfecciones de quienes nos rodean: es un amor sin reservas, que no calcula; es irradiación de un Amor que no es de este mundo.