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“Querer a todos, comprender, disculpar”

El amor a las almas, por Dios, nos hace querer a todos, comprender, disculpar, perdonar... Debemos tener un amor que cubra la multitud de las deficiencias de las miserias humanas. Debemos tener una caridad maravillosa, “veritatem facientes in caritate”, defendiendo la verdad, sin herir. (Forja, 559)

Textos diarios

“Serenidad ¿Por qué has de enfadarte?”

Serenidad. -¿Por qué has de enfadarte si enfadándote ofendes a Dios, molestas al prójimo, pasas tú mismo un mal rato... y te has de desenfadar al fin? (Camino, 8)

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“Servidores de todos los hombres”

Cuando se vive de veras la caridad, no queda tiempo de buscarse a sí mismo; no hay espacio para la soberbia; ¡no se nos ocurrirán más que ocasiones de servir! (Forja, 683)

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“Que os queráis, que os ayudéis”

¡Con cuánta insistencia el Apóstol San Juan predicaba el “mandatum novum”! –“¡Que os améis los unos a los otros!” –Me pondría de rodillas, sin hacer comedia –me lo grita el corazón–, para pediros por amor de Dios que os queráis, que os ayudéis, que os deis la mano, que os sepáis perdonar. Por lo tanto, a rechazar la soberbia, a ser compasivos, a tener caridad; a prestaros mutuamente el auxilio de la oración y de la amistad sincera. (Forja, 454)

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“Cuidar las cosas pequeñas”

Cuidar las cosas pequeñas supone una mortificación constante, camino para hacer más agradable la vida a los demás. (Surco, 991)

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“Amar significa recomenzar cada día a servir”

Estos días –me comentabas– han transcurrido más felices que nunca. –Y te contesté sin vacilar: porque "has vivido" un poco más entregado que de ordinario. (Surco, 7)

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"Llenarás el mundo de caridad"

No puedes destrozar, con tu desidia o con tu mal ejemplo, las almas de tus hermanos los hombres. –Tienes –¡a pesar de tus pasiones!– la responsabilidad de la vida cristiana de tus prójimos, de la eficacia espiritual de todos, ¡de su santidad! (Forja, 955)

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“Has de convivir, has de comprender”

Has de convivir, has de comprender, has de ser hermano de tus hermanos los hombres, has de poner amor –como dice el místico castellano– donde no hay amor, para sacar amor. (Forja, 457)

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“¡Todos somos hermanos!”

Escribió también el Apóstol que "no hay distinción de gentil y judío, de circunciso y no circunciso, de bárbaro y escita, de esclavo y libre, sino que Cristo es todo y está en todos". Estas palabras valen hoy como ayer: ante el Señor, no existen diferencias de nación, de raza, de clase, de estado... Cada uno de nosotros ha renacido en Cristo, para ser una nueva criatura, un hijo de Dios: ¡todos somos hermanos, y fraternalmente hemos de conducirnos! (Surco, 317)

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“¡Que el Señor nos quiere contentos!”

Acostúmbrate a hablar cordialmente de todo y de todos; en particular, de cuantos trabajan en el servicio de Dios. Y cuando no sea posible, ¡calla!: también los comentarios bruscos o desenfadados pueden rayar en la murmuración o en la difamación. (Surco, 902)

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