La autora relata que Guadalupe era una mujer atractiva, prudente, trabajadora, valiente, apostólica y tenía siempre buen humor. Vivió en Madrid, México y Roma, dejando en todas partes una huella de profunda santidad.
Acogía con la misma atención y sonrisa achicas universitarias, a las campesinas, a mujeres casadas jóvenes y mayores. Todas salían confortadas.
Era inteligente, pero supo no atribuirse nada a sí misma. Dice la autora que no le extrañaría que la Iglesia considerara oportuno estudiar la vida de Guadalupe en orden a una eventual declaración de santidad.