En el año 2010, me preguntaron si me interesaba tener una estampa de la sierva de Dios Guadalupe Ortiz de Landázuri. Mi respuesta fue afirmativa, aunque en ese momento no sabía para qué, pues no le tenía devoción, aunque sí mucha admiración; veía lejano el momento de usar la estampa.
Pasaron varios meses y algunos aspectos de mi vida profesional comenzaron a complicarse, así como la situación laboral de una de mis hermanas, que necesitaba conseguir un buen trabajo. Pensé en encomendarle a Guadalupe este asunto. Comencé a rezar su estampa. Mi relación con Guadalupe crecía cada día.
Al pasar unas pocas semanas, ofrecieron a mi hermana un muy buen trabajo; ese hecho incrementó mi devoción a Guadalupe. Decidí, a partir de ese momento, encomendarle a Guadalupe todo lo relacionado con mi vida profesional. Lo estuve haciendo así durante varios meses. En 2013 me mudé a vivir a otra ciudad, dentro de la República Mexicana, lo que complicó un poco más mi vida profesional. Tuve que hacer gestiones importantes para poder permanecer en la empresa de la que soy socia y trasladarla a la nueva ciudad, con todo lo que esto conlleva. Guadalupe ha sido desde ese año mi compañera de trabajo: con ella despacho los asuntos que voy teniendo.
Unos meses más tarde, ya con el cambio de domicilio, empecé a hacer las gestiones necesarias para posicionarme en el nuevo mercado. Para mi sorpresa, poco a poco Guadalupe me lo iba acomodando todo. Hace un año, decidí nombrarla “mi socia”, y me lancé a un proyecto de inversión fuerte en el que, sin disponer de ingresos fijos, tengo que pagar cada mes un préstamo. Ha sido impresionante cómo ha ido saliendo todo en su momento; cuando pienso que ya no tengo salida, me manda otro ingreso… Ya solo me quedan cuatro meses más por pagar. Confío plenamente en que Guadalupe se encargará de lo que sigue, pues me ayuda en todos los asuntos, hasta en los que pueden parecer más insignificantes.
Estoy escribiendo este favor, por “petición de ella”, antes de que termine una gestión que estoy realizando. Hace unos instantes mandé por e-mail una propuesta importante para mi empresa y, como siempre, al darle enter en la computadora para enviar el mensaje, empecé a rezar una novena a Guadalupe. En la estampa número ocho, sentí que me decía: “Me debes el escrito de los favores”. ¡Me hizo reír! Le respondí que lo escribiría al final de la novena estampa, que justo es este momento.
E.F., México, 11-X-2016