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El acto de bendición tuvo lugar al comienzo de la santa Misa en honor a Guadalupe Ortiz de Landázuri, oficiada por el vicario del Opus Dei para Andalucía Occidental y Extremadura, Gabriel de Castro. “En esta primera fiesta de la nueva beata –expresó el oficiante durante la homilía– nos gustaría abarrotar esta iglesia para elevar un himno de alabanza y gratitud a Dios. En medio de estas difíciles circunstancias procuremos imitar la actitud siempre alegre de Guadalupe que solía repetir: Y yo tan contenta. No perdemos la alegría interior, ni tampoco la exterior: la sonrisa sincera –velada por las mascarillas– y la risa contagiosa, tan característica de Guadalupe”.
Gabriel de Castro, recordó oportunamente cómo las tres primeras chicas que fueron a las charlas de formación que comenzó Guadalupe en México —país en el que desarrolló la labor apostólica del Opus Dei durante varios años— le compusieron un corrido mexicano cuya letra decía: la sonrisa de Guadalupe es más contagiosa que una grave enfermedad.
Desde ahora, los fieles sevillanos y los visitantes tienen un punto de referencia en este templo para recurrir a su intercesión ante Dios. Se trata de un cuadro pintado al óleo por el pintor gallego afincado en Sevilla, Arístides Artal, autor también del retablo.
El cuadro ocupará la pilastra izquierda que flanquea el presbiterio. Representa a la beata de perfil que, con mirada serena, parece dialogar en colores con la pintura del beato Álvaro del Portillo, primer sucesor de San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, que se encuentra en la pilastra derecha. Ambos, con fondo verde oscuro y marco envejecido, van en consonancia con todo el conjunto artístico.
El artista ha querido representar a una Guadalupe joven, “como una sibila moderna, una profetisa, al estilo de la de Delfos de Miguel Ángel, con un libro en las manos”, explica. Para la postura del cuerpo se ha inspirado “en La dama del armiño, de Leonardo Da Vinci, en este caso con ropas modestas, como las que vestiría para trabajar una chica de su tiempo”.
Artal suele recurrir a los clásicos en su obra, tiene “toda la historia del arte en su cabeza –añade– siguiendo el dicho atribuido al compositor Stravinsky “un buen compositor no imita, roba a los antiguos”. En este caso, ha querido dar a Guadalupe una expresión espiritual. “Un cuadro tiene millones de lecturas, eso es lo bonito, pero fundamentalmente los cuadros de los santos tienen que tener unción e invitar a la oración”.
Guadalupe y Sevilla
En el transcurso de la homilía, el oficiante quiso resaltar también el vínculo de Guadalupe con la ciudad de Sevilla y en particular con el barrio donde está ubicada la iglesia del Señor San José. Se trata de impresiones sobre alguna visita, que quedaron recogidas en un diario: “En cuanto llegamos a Sevilla fuimos a visitar a Nuestra Madre en su santuario de la Macarena... Luego visitamos la catedral y subimos a la Giralda... El Alcázar, en cambio, estaba cerrado... Después de la merienda nos esperaban en la puerta cinco coches de caballos.... Recorrimos el barrio de Santa Cruz y el parque de María Luisa. Acabábamos de pasar por el puente de hierro cuando éste se levantó para dejar pasar un barco. Así es que el día no pudo ser más completo”.
Guadalupe valoraba, además, el carácter andaluz, como recoge en un recuerdo recabado para la ocasión, Carmen Puelles, antigua alumna de Guadalupe en el IES Santa Engracia de Madrid, y más tarde directora de ese centro educativo. “Recuerdo que cuando nos preguntaba al inicio del curso de dónde éramos y se lo íbamos diciendo, Guadalupe siempre tenía algo halagador de nuestro lugar de nacimiento. Al llegar a la alumna cordobesa, una compañera se río: ‘Andaluza, las que estáis de juerga siempre con vestidos de volantes, ferias, palmas y zapateos’. Y Guadalupe dijo: ‘La mujer andaluza es trabajadora, mujer curiosa, alegre, piadosa y he podido comprobar que lucha por su familia ferozmente y tiene tiempo también para bailar, dar palmas y rezar’. Yo, que soy vallisoletana y que casi pensaba como ella, más que nada por lo que oía, no volví nunca más a pensar así. Además luego me casé con un marido de origen andaluz y pude comprobar que era cierto lo que nos dijo Guadalupe”.
El lunes, día en que se bendijo el cuadro de Guadalupe, se cumplía también el centenario del nacimiento de Juan Pablo II y Gabriel de Castro quiso recordar en la homilía cómo el papa definió a San Josemaría como el santo de lo ordinario. “De Guadalupe, hija fidelísima de su espíritu –continuó el vicario-, podemos decir que es una beata de lo normal; una santidad de la normalidad entendida no solo como ocasión y medio de encuentro con Dios. Guadalupe vivió las dificultades, a veces heroicas –pensamos, por ejemplo, en el episodio del fusilamiento de su padre, en la roturación de los comienzos de la labor en México, en las limitaciones de su enfermedad cardiaca– con normalidad heroica”.