Antes del final de esta solemne celebración, doy gracias a Dios, al considerar que en Guadalupe Ortiz de Landázuri, como en todos los santos y beatos, se refleja la santidad de la Iglesia, Cuerpo de Cristo. En la vida de la nueva beata, podemos contemplar con agradecimiento cómo el Señor sigue actuando, también en medio de nuestras ciudades, de nuestras calles, en nuestras familias, en nuestros ambientes de trabajo.
También doy gracias a Dios, de quien procede toda santidad, porque la beatificación de Guadalupe, primera fiel laica del Opus Dei en ser elevada a los altares, representa como un nuevo resello que da la Iglesia al camino que el Señor hizo ver a san Josemaría el 2 de octubre de 1928.
Deseo, en fin, manifestar mi agradecimiento al Cardenal Angelo Becciu que, como representante del Santo Padre Francisco, ha presidido esta solemne celebración eucarística. Gracias por las palabras que nos ha dirigido en la homilía. Le ruego, señor Cardenal, que transmita al Romano Pontífice mi gratitud, y el de toda la Prelatura del Opus Dei. Dígale que agradecemos el mensaje que nos ha enviado y que acabamos de escuchar; que le manifestamos nuestro filial afecto y rezamos por su ministerio pastoral de sucesor de Pedro.
A la intercesión de la beata Guadalupe encomiendo nuestro propósito de ser siempre buenos hijos de la Iglesia; y que la Prelatura del Opus Dei, como quiso san Josemaría, sirva siempre a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida. Que con la gracia de Dios, la mediación materna de Santa María, y el ejemplo de la nueva beata, sepamos descubrir cada día que nuestra vida ordinaria es lugar en que Jesucristo nos espera y ocasión de transmitir a los demás la alegría del Evangelio.