Yo pensé que lo había colocado en su sitio, y unas semanas después me lo pidió. Cuál no sería mi sorpresa al ir a buscarlo y darme cuenta de que no se encontraba en su sitio. Empecé a rezar para que apareciera. Cuatro meses después, cuando habíamos decidido volver a realizar el trámite, pensé en pedirle a Dora, que me había
conseguido otras cositas anteriormente. No había rezado dos veces la estampa y pareció el pasaporte en un lugar extrañísimo: el compartimiento de documentos del coche de mi marido. Atribuyo a Dora que apareciera el documento que ya dábamos por perdido con el consiguiente disgusto de mi marido.
I. L.