En la actualidad trabaja en los suburbios de Kampala, donde ha puesto en marcha una clínica móvil con la colaboración de un grupo de universitarias de Teemba Study Center. Esta clínica recibe donaciones de empresas farmacéuticas y de otros colectivos, y gracias a ella se completan consultas y tratamientos para la gente de la zona.
La entrevista se realizó durante una visita a su país natal.
¿Por qué decidió ser enfermera?
Porque era algo que deseaba desde muy pequeña: ayudar a los demás.
¿Y África?
Fue un paso más dentro de ese deseo de ayudar. En África viven millones de personas con muchas más necesidades y con muchas menos comodidades que nosotros.
En Kenia y en Uganda, en concreto, como en tantos países del mundo, el mensaje de san Josemaría ha contribuido a la vivificación cristiana de toda la sociedad. Por ejemplo, en Kenia, cuando llegaron las primeras mujeres del Opus Dei, -antes de que alcanzara a independencia- había una fuerte discriminación racial y parecía impensable la creación de un centro donde estudiaran juntas personas de diversas razas.
Sin embargo el Fundador impulsó a las que trabajaban allí a superar esa mentalidad dominante, y gracias a su tenacidad, y a su confianza en los africanos, fueron naciendo diversas iniciativas multirraciales de carácter educativo y asistencial. “Sólo hay una raza –decía-: la raza de los hijos de Dios”.
¿Qué situación se vive en estos países?
En muchos países de Europa se tiene una visión de África exclusivamente negativa, alejada de la realidad. Evidentemente, son sociedades del Tercer Mundo, que tienen una mala situación económica. Sufren muchas carencias y hay necesidades básicas que no están del todo cubiertas.

Pero eso no significa que las personas se sientan frustradas por no poseer ciertas cosas que parecen imprescindibles a los que viven en países occidentales.
En muchos países de Occidente se valora exageradamente el “tener” y muchos se consideran infelices si carecen de determinados bienes y objetos. Los africanos se mueven por otros valores: han aprendido a “ser” felices con lo que tienen y, además, saben compartirlo con los demás. Esto no quiere decir que tengan una actitud pasiva, que no luchen por alcanzar nuevas metas o no se esfuercen por progresar.
Es importante que Occidente entienda que hay que ayudar a los africanos a que crezcan y progresen por sí mismos. En África hay mucha gente preparada, capaz de llevar a cabo grandes proyectos, que merecen que se les apoye.
En este sentido trabaja Harambee, un proyecto de ayuda a África que nació con motivo de canonización de san Josemaría por Juan Pablo II. Harambee ayuda a muchas entidades y programas de carácter educativo, médico, asistencial, etc., del continente.
¿Qué clase de trabajo desempeña en Uganda?
Llevo a cabo diversos proyectos para la formación de las mujeres africanas. Hemos creado recientemente una Escuela de Hostelería en las que se las capacita para trabajar en el sector hotelero, un sector en auge porque el país se va recuperando económicamente y se están abriendo las puertas al turismo.
¿Y en Kenia?
Allí trabajé con niñas, adolescentes y mujeres jóvenes. Puse en marcha con ellas varios proyectos de voluntariado en los que atendíamos distintos suburbios con clínicas móviles. Las estudiantes de Medicina atendían a los más necesitados y les ayudaban en lo que podían.
¿Ha corrido alguna vez algún tipo de peligro?
Cuando llegué a Uganda en 1986 el país estaba en paz. En cuanto a los peligros… con frecuencia las televisiones occidentales ofrecen una imagen muy deformada de estas naciones, y sólo emiten imágenes de miseria y de violencia. Y la violencia está presente en todo el mundo.
Evidentemente en África hay pobreza, pero los africanos van saliendo adelante, y van incorporando progresivamente a sus vidas los modernos adelantos técnicos, como el móvil, la televisión –que está presente en casi todas las casas-, etc.
-¿Llega ayuda de otros países?
Sí. La Escuela de Hostelería empezó gracias a la ayuda de Austria. Y estamos en contacto con familias españolas que apadrinan con becas a las chicas que vienen a las clases de hostelería y a niños huérfanos de SIDA para que puedan estudiar secundaria.
El SIDA sigue siendo un problema grave. ¿Cómo se puede luchar contra él?
El primer objetivo es cambiar las pautas de comportamiento. En Uganda estamos llevando a cabo un programa de educación sexual llamado ABC, conocido en todo el mundo por los buenos resultados que ha obtenido.
¿Animaría a realizar la “experiencia africana"?
Desde luego; y a las personas que no tengan la posibilidad de hacer esa experiencia, les animo a ayudar a África desde Europa, desde donde se puede hacer tanto.