A través de la administración, Mª Ángeles vio hecho realidad “en las personas que trabajaban allí cómo dedicaban su vida, sus mejores energías, a intentar hacer familia. A colaborar con su trabajo a que la gente se sienta en su casa, que en realidad era lo que yo había vivido en mi familia”.

Esto despertó en ella la inquietud de practicar la fe: “yo cada vez estaba más contenta, más a gusto. Empecé a practicar porque realmente mi fe no la vivía. No sabía ni que tenía que ir a misa el domingo”.

"Siempre hace falta tener a personas que estén a tu lado y cubrir la necesidad de querer y sentirte querido"

“En estos 30 años que llevo en el Opus Dei he aprendido a ser coherente con una vida cristiana”, afirma. Con todas las consecuencias que eso tiene: “me ha enseñado a vivir para los demás, que en realidad es intentar buscar la felicidad. Pensando siempre cómo puedo agradar, cómo puedo crear ambiente de familia cuando estoy con mis sobrinos, cuando estoy con mi familia, cuando estoy en el trabajo o cuando estoy fuera”.

A pesar de que en su entorno familiar la idea de unirse al Opus Dei fue inicialmente incomprendida, ella se sintió libre para tomar su decisión. Según expresa, “echo un poco la vista atrás, y pienso que tengo una vida plena (...). Realmente hago lo que quiero, mi trabajo me llena y sobre todo tengo la vida, no sé, pensada y orientada siempre hacia los demás”.

Mª Ángeles destaca la importancia de la figura materna en la sociedad actual, especialmente en tiempos de avances tecnológicos como la inteligencia artificial. Considera que, aunque la tecnología puede ofrecer soluciones, la humanidad y el cuidado de los demás siguen siendo esenciales: “Siempre hace falta tener a personas que estén a tu lado y cubrir la necesidad de querer y sentirte querido”. Su vocación le permite vivir esta misión de cuidar y amar, sin buscar el éxito material, sino un propósito más profundo e interior que llena de sentido.

Aunque el equilibrio entre trabajo, formación, apostolado y vida personal es un desafío, aspira a ser “un foco de luz, para tener este amor de Dios y poderlo transmitir a los demás”.