Una campeona de eslalon, una investigadora de la industrialización del vidrio óptico, una licenciada en Química, una poeta, dos empleadas domésticas, varias trabajadoras sanitarias, maestras, filólogas, funcionarias de la administración pública… estas son algunas de las actividades profesionales de las primeras mujeres que se incorporaron al Opus Dei en los años 40. Atraídas por el mensaje de encontrar a Dios y servir a los demás a través de su trabajo profesional, con su vida irradiaron el mensaje por toda la geografía española y más de una decena de países de Europa y América.
Lo contaba hace dos días en Almería Inmaculada Alva, investigadora del Centro de Estudios Josemaría Escrivá de Balaguer, de la Universidad de Navarra. El Salón de Plenos de la Diputación almeriense se quedó pequeño para acoger a las casi doscientas personas que acudieron a la conferencia, organizada por asociación juvenil Almedina. El día anterior, en Málaga, sucedió lo mismo en la sede de su Colegio de Abogados, donde Alva había sido invitada por los colegios Sierra Blanca y El Romeral. Ayer viernes concluyó su recorrido de conferencias en Granada, en un acto organizado por el Colegio Mayor Alsajara y que se celebró en el Colegio de Arquitectos de la ciudad.
La España de los años 40
En España comenzaban aquellos años 40 con malas noticias para la libertad de las mujeres. En aquel momento se restableció el Código Civil de 1889, por el que la mujer quedaba bajo la tutela del padre o del marido, con un marcado carácter proteccionista «convirtiéndose, en muchos sentidos, en una eterna menor de edad», apuntaba Alva.
Sin embargo, en medio de aquel contexto fueron muchas las que consiguieron acceder a una profesión y destacar en ella. Algunas de ellas, conocieron el espíritu del Opus Dei y se sintieron especialmente atraídas por él. Josemaría Escrivá hablaba ya en ese momento de la importancia de que sus “hijas” (como llamaba a las mujeres que pertenecían a la Obra) estuvieran presentes en actividades como la cultura, la prensa, los espectáculos, la empresa, la arquitectura, la medicina…
Inmaculada Alva citó algunos escritos de Escrivá fechados en aquellos años, que evidencian una mentalidad a favor de la mujer y la plena confianza en su capacidad, en abierto contraste con las ideas dominantes de la época. «San Josemaría otorgaba a las mujeres un papel que iba más allá de la creación de un hogar, que debía impregnar las profesiones y ocupaciones de la vida civil, aportando lo específicamente femenino».
Un ejemplo de su iniciativa fue crear una residencia universitaria en la capital de España, cuando el índice de mujeres en las universidades españolas se situaba por debajo del 14% del alumnado.
Piedad de la Cierva y Lourdes Díaz Trechuelo
Inmaculada Alva trazó brevemente la trayectoria de dos de estas pioneras, «que destacaron en su área de saber y siempre trabajaron en un mundo de hombres».
Una de ellas, la murciana Piedad de la Cierva, comenzó la carrera de Químicas en 1928 y la terminó en el 32 con Premio Extraordinario. Y de Murcia viajó a Dinamarca para trabajar en el Instituto de Física Teórica Niels Boehr, donde conoció a cinco Premios Nobel.
Piedad fue pionera en los descubrimientos de la radiación artificial, de la industrialización del vidrio óptico o los aparatos de visión nocturna. En 1945 la lectura de un pequeño libro, Camino, respondió a sus inquietudes espirituales: «Me produjo una gran impresión. Vi que aquel trabajo, que me divertía y apasionaba tanto, podía hacerme santa».
Por su parte, Lourdes Díaz-Trechuelo, la primera agregada del Opus Dei de Sevilla, fue Catedrática de Historia de América y cofundadora de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla. Según Inmaculada Alva fue precisamente «su amplitud de espíritu y fuerte vocación profesional lo que le llevó a conectar con el Opus Dei cuando lo encontró, “a la mitad del camino”».
«Aquellas fueron mujeres que rompieron barreras. No porque hicieran grandes cosas, que en algunos casos sí, sino porque, al descubrir la novedad del mensaje del Opus Dei, se lanzaron más allá de lo que una mujer de los años 40 se podía plantear».