Mons. Oder, la Iglesia le ha encargado una tarea de mucha responsabilidad…
Ser postulador de la causa de Juan Pablo II es un regalo que me ha hecho la Providencia, no encuentro otros motivos.
¿Conoció a Juan Pablo II?
Pude saludarle, como tantos otros miles de sacerdotes, en diferentes encuentros. En especial recuerdo una ocasión, cuando yo era un joven sacerdote, en que me llamó el Secretario para invitarme a cenar con el Santo Padre, que en breve viajaría a Polonia. No supe nunca el motivo de la invitación, y sigo sin saberlo. Al finalizar la cena, cuando nos dirigíamos hacia la cocina –porque Juan Pablo II siempre pasaba por allí para agradecer el trabajo a los cocineros- me manifestó su inquietud porque la situación política en Polonia había empeorado justo antes de su visita. Yo, joven sacerdote, le dije: “Santo Padre, hay que leer esa contrariedad a la luz de la Providencia” . Él se paró, me miró divertido, y me dijo: “Bueno, pienso que de la Providencia creo saber algo...” .
Pero tras estos años, sus vidas están en cierto modo entrelazadas.
Puedo decir que aunque estos han sido los seis años más importantes de mi vida, mi biografía ha estado en cierto modo siempre unida a la del Papa. Poco antes de que yo iniciase la Universidad, el Cardenal Wojtyla fue elegido Pontífice. Polonia estaba atravesando una época triste, por lo que la noticia nos llenó a todos de esperanza. Yo dudaba sobre si entrar o no en el seminario, pero aquella ilusión general terminó por decidirme. Así que, primero hice mis estudios universitarios y luego inicié el camino al sacerdocio.
"Estos han sido los seis años más importantes de mi vida. Mi biografía ha estado en cierto modo siempre unida a la del Papa".
Y vivió su fallecimiento desde la Plaza…
La noche en que murió me encontraba en la Plaza de San Pedro rezando y esperando noticias, como miles y miles de romanos. Cuando nos dijeron que Juan Pablo II “había pasado a la casa del Padre” me vino a la cabeza la muerte del santo a la que está encomendada mi parroquia: San Benedetto Giuseppe Labre. Le llamaban “el vagabundo de Dios”, y cuentan que, a su muerte, los niños de Roma comenzaron a correr por las calles difundiendo la noticia: “¡Ha muerto un santo!, ¡ha muerto un santo!” . ¡Yo también tenía ese deseo! Aquella noche hubiera deseado correr por las calles gritando: ¡Ha muerto Juan Pablo II, ha muerto un santo!
Su santidad era algo en lo que todos estaban de acuerdo
Especialmente durante los primeros meses del proceso recibimos muchas cartas de protesta. Decían: “Es inútil, están ustedes perdiendo el tiempo, ¡es santo, lo saben todos!”. Pero el proceso ha valido la pena, porque no lo hemos hecho por nosotros, sino pensando en las generaciones futuras. Nosotros tenemos bien impresa en el corazón la certeza de su vida santa, pero cuando pasen los años muchos nos preguntarán: “¿Cómo fue ese Papa? ¿qué os llevó a creer en su santidad? ¿por qué tuvisteis tanto entusiasmo?” . Además, él mismo dijo: “Yo no puedo ser entendido si no es desde dentro”. Ahora podemos decir que lo conocemos mejor.
¿Qué le ha llamado la atención de la vida de Juan Pablo II?
Una de las cosas que más me ha sorprendido es que no me ha sorprendido casi nada. Es decir, Juan Pablo II fue transparente con su vida. No escondía nada: tal y como le veíamos, así era. No existió un “Wojtyla mediático” y un “Wojtyla privado”, sino que fue un sacerdote coherente. Y debo decir que la investigación nos ha llevado a descubrir lo que todos veían: un hombre que sufría, sí, pero que aun así era feliz, realizado, contento... santo.
¿Para qué sirven los santos?
Él lo explicó en una ocasión: “Los santos sirven para avergonzarnos y para darnos esperanza”. La santidad es un proceso que exige mejora, pero es Dios quien continuamente nos va buscando.
¿Se ha extendido mucho la devoción al futuro beato?
Hemos recibido muchas cartas de todas partes del mundo. En algunas pone solamente: “A Juan Pablo II, Roma” . Aunque la mejor ha sido la de un niño que escribió: “Juan Pablo II. El Paraíso”. Evidentemente, llegó a mi mesa. También hemos recibido muchas de no cristianos, que percibían la santidad del Papa.
¿Alguna impresión de los testimonios?
En un cierto momento del proceso, me llamó la atención una frase de las personas que acudían a declarar, porque se repetía con mucha frecuencia. Repetían la expresión: “Él me miró de una manera especial” . Será porque Juan Pablo II veía en cada persona la imagen de Dios.
Un Papa tan bueno, ¿tenía defectos?
¿Defectos? Bueno, imagino que sí, como todos. Algunos dicen que era demasiado transparente. Recuerdo el problema que se creó cuando una periodista logró fotografiarlo mientras se lanzaba a la piscina de Castel Gandolfo. Cuando le informaron, dijo: “¿De verdad? ¿Y dónde lo podré ver publicado?” . Y es que le daba igual. Otros sostienen que podía parecer que daba signos de inquietarse, pero era evidente que tenía un gran dominio de sí. Siendo Cardenal de Cracovia le informaron de que un sacerdote de la diócesis recibía muchas multas porque conducía mal. Así que le llamó, le regañó amablemente y le pidió que dejase allí su carnet de conducir. Pero en cuanto aquel pobre sacerdote abandonó arrepentido el despacho, Wojtyla reflexionó: “¿Y cómo llegará este hombre a todas las parroquias que tiene que atender? ”. Así que enseguida le llamaron y le entregó de nuevo su carnet. Y..., bueno, le gustaban mucho los dulces, ¡pero no pienso que sea un defecto!
¿Hay un hilo que une el pontificado de Juan Pablo II y Benedicto XVI?
Benedicto XVI ha trabajado 25 años al lado de Juan Pablo II. Así que, si no hubiera sido elegido Papa, sería sin duda el testigo más importante del proceso. Él, evidentemente, no se ha pronunciado, pero si se leen sus homilías de las misas de aniversario por el fallecimiento de su predecesor, son textos que podrían aplicarse perfectamente en una misa de beatificación... Cuando en alguna ocasión le he podido saludar, siempre me ha dicho refiriéndose al proceso: “Trabajad rápido, pero sobre todo... ¡trabajad bien!”.