Personajes de un relato divino

​A partir de la sorprendente historia de Irene Kalpas, Pablo Pérez, Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Navarra, explica cómo la historia del Opus Dei puede contarse a través de cada una de las personas que han encontrado su camino hacia Dios en esta institución de la Iglesia Católica.

Al hablar de historia me gusta recordar algo que quienes nos dedicamos a esta tarea tan agradable tenemos siempre muy en cuenta. Primero, que la narración histórica es siempre una cuestión de perspectiva. Y segundo, algo en lo que no están de acuerdo quizás todos los historiadores, pero que es una convicción que tengo cada vez más arraigada que la historia la conocemos tanto mejor cuanto mejor conocemos a sus protagonistas.

La historia, en efecto, en mi opinión, es el recuerdo del uso que hicieron de la libertad quienes nos han precedido en el tiempo. Y cuanto mejor conocemos cómo lo decidieron hacer y qué decidieron hacer, entonces sabemos mejor qué es esa historia.

Cuando se trata de conocer la historia del Opus Dei, estos dos elementos, puestos en conjunto, dan lugar a algo que creo que es interesante y vamos a hacer hoy un pequeño ejercicio como de introducción a la historia del Opus Dei.

La primera cuestión, incluso para aquellas personas que no tengan fe, me van a permitir que haga una puntualización interesante o que a mí me parece interesante. La cuestión es la siguiente: es muy distinto cómo ve la historia un protagonista que otro. Pongamos por caso -un caso muy simple- la historia de una silla. Si le preguntamos a la silla (si la silla pudiera tener conocimiento), su respuesta sería que ahí está ella, que apareció en determinada fecha, que presta este servicio, que tiene esta estructura e incluso quizás nos cuente cuál es su composición y, si es una silla de diseño, su diseño.

En cambio, si preguntáramos al que hizo la silla, nos respondería por el tipo de madera que decidió utilizar, por cómo pensó, cómo sería aquella silla, qué dificultades encontró, cómo decidió hacerla, cuál fue el diseño definitivo, cómo la ejecutó y cómo la terminó. Si miramos con una mirada todavía más amplia y queremos hacer la historia de la silla, tendremos que hacer la historia del suelo en el que creció el árbol, donde algún día un leñador hincó el hacha o la motosierra para hacer de ella una madera con la que se iba a hacer una silla.

¿Qué tiene de interesante esta pequeña parábola histórica? Tiene de interesante que es muy distinto el punto de vista de el qué piensa la historia con el fin que va a conseguir el hombre que decide hacer una silla, que quien simplemente es una silla. De alguna manera ha sido hecho por alguien. Por otro alguien. Esto para los creyentes tienen una gran importancia, y en general para cualquiera que se plantee cuál es el sentido de la historia, porque Dios lo conoce en su conjunto. Dios es esa mente infinita que conoce perfectamente todo en un solo instante, en un instante que es siempre para Él presente y que se renueva continuamente. Nosotros, en cambio, conocemos las cosas en el tiempo, cómo se van haciendo. Como el artesano que hizo la silla o como la silla misma. Cuando ya la silla está hecha, sabemos cómo aparecimos aquí. Nuestros padres tienen un poco la historia de cómo llegamos nosotros al mundo, porque conocen un poco el precedente.

Pues bien, la historia de algo como el Opus Dei tiene, desde el punto de vista de Dios, un interés para las personas que forman parte del Opus Dei. Ha sido promovido por él con la finalidad de que esas personas se incorporen a él y encuentren un camino para mostrar el camino hacia Dios, justamente en medio de las tareas más ordinarias. Eso se podría decir que es, en resumen, el Opus Dei.

Conocer a las personas del Opus Dei para conocer bien la historia del Opus Dei

Para conocer bien el Opus Dei y su historia, pienso que la clave está en conocer cuantas más personas del Opus Dei mejor, también cuantas más personas ya fallecidas, mejor. Es más, las personas fallecidas tienen un interés añadido sobre las que todavía están vivas. Y es que, en el caso de las personas fallecidas, el sentido es mucho mejor perceptible. El sentido de la vida de un hombre sólo se capta al final. Quienes tenemos experiencia, experiencia, por ejemplo, del fallecimiento de nuestros padres, sabemos que en ese momento nuestra vida se ilumina de una manera nueva, dolorosamente, pero se ilumina de una manera completamente nueva.

Esta realidad, que el sentido lo encontramos cuando terminamos, me llevó a interesarme por una sección del Boletín Oficial de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, que se llama Romana, que se publica en Roma y se publica en diversos idiomas, que está disponible en online en casi todas sus secciones, menos en una que estaba antes disponible y ahora ya no está y que es la que a mí me interesa más. La sección se titula In Pace, En paz. Es la recopilación de los fieles del Opus Dei que han fallecido en el semestre -porque la publicación es semestral-, al que se refieren los datos recogidos en cada en ese número concreto de la revista.

Por eso, cuando una vez me propusieron hablar de historia del Opus Dei, uno de los ejercicios que pensé que sería conveniente para las personas que me escucharan era leer unas cuantas biografías de gente del Opus Dei en la sección In Pace de la revista Romana. Y bien, me puse a ello y acudió a mi cabeza inmediatamente una biografía que había leído hacía poco y que me había golpeado por una razón que explicaré a continuación con un poco de detalle. Había leído la siguiente biografía en el número de Romana de Enero-junio de 2012, en página concretamente 176. Dice así: Irene Calvas nació en Varsovia el 13 de agosto de 1915- A los 24 años, durante la Segunda Guerra Mundial quedó viuda de un oficial del ejército polaco, asesinado en Katyn. En 1944 toda su familia se dispersó en los campos de concentración. Irena estuvo en el de Ravensbrück hasta el final de la guerra. Trabajó en una oficina del Estado en Varsovia. Conoció el Opus Dei el 26 de junio de 2002. Le cautivó el espíritu de la Obra y la figura de San Josemaría. Comenzó a ser fiel de la Prelatura en 2003, cuando contaba 88 años y a partir de entonces dio una dimensión apostólica a toda su vida. Trataba a un gran número de gente, especialmente a jóvenes que acudían a ella para encontrar consejo. Fue fiel a ese apostolado hasta los últimos momentos de su vida, con una entrega sacrificada que pasaba por encima de su estado de salud o de dificultades debidas al cansancio, dolor y limitaciones propias de la edad. Pedía a Dios poder perseverar hasta el final. Falleció en Varsovia el 23 de marzo de 2012.

Irene Kalpas

Bien, cuando leí esta biografía daba la casualidad de que había visto hacía poco tiempo la película Katyn sobre los sucesos acaecidos en el bosque de Katyn, cerca de Smolensk, en el territorio que entonces era la Unión Soviética, y la había utilizado para enseñar a mis alumnos de historia en una facultad de comunicación qué había ocurrido en Polonia y lo complejos que habían sido aquellos acontecimientos y el sufrimiento que habían generado en tantas personas. Pues bien, me encontré con que una viuda de Katyn era la protagonista de la historia del Opus Dei, una de las protagonistas de la historia del Opus Dei. Inesperadamente, para mí, cuando las protagonistas de aquella película eran justamente un amigo de Katyn, su madre y una hija, si no recuerdo mal, y ademas una hermana, porque son todas protagonistas femeninas. La película es de Andrzej Wagda y es una película, por cierto, que me parece muy recomendable.

Pues bien, esta mujer me pareció un ejemplo sorprendente de cómo el Opus Dei, una cosa nacida, una institución nacida en España en 1928, inspirada a un sacerdote español, a Josemaría Escrivá de Balaguer, en esa fecha en Madrid, llega a la vida de una viuda de Katyn que en ese momento vivía. Ya estaba viva en el año 28. Y la transforma, transforma los últimos años de su vida. El Opus Dei estaba hecho para ella y ella encontró el camino en el Opus Dei ya mayor, y pedía a Dios perseverar, poder perseverar hasta el final. Lo cual demuestra la importancia de ese don, los años que nos queden.

Cuál no sería mi sorpresa cuando hablando a unos jóvenes que me pidieron -me pidieron que hiciera lo mismo que estoy haciendo ahora, hablar de historia del Opus Dei-. Les puse este ejemplo y, al terminar la charla después de hablar de otras consideraciones, vino uno de ellos y me dijo: Mire, yo conozco a esa mujer. Era polaco. Gran sorpresa. Y entonces me contó su historia, historia que les voy a contar brevemente.

La cuestión ocurrió como sigue. ¿Por qué esa fecha tan curiosa? ¿Por qué conoce el Opus Dei en una fecha tan concreta, el 26 de junio de 2002? Y además es interesante tenerlo en cuenta en una fecha que tiene una significación especial para las personas del Opus Dei, porque es la fecha (día) de fallecimiento de su fundador, san Josemaría Escrivá de Balaguer.

Pues bien, tiene su historia. Esta mujer había vivido en aquella casa con su familia, sus tíos, concretamente en Varsovia, antes de la guerra, y había vivido los momentos más entrañables de toda su existencia. Allí había celebrado su boda. Allí había experimentado todas las emociones en su juventud y allí había tenido que llorar la pérdida de su marido. Los sucesos se Katyn son unos sucesos terribles. Si no los conocen, les recomiendo que lo repasen, quizá en un libro de historia. Fueron ocultados durante muchos años porque las fosas se descubrieron cuando los alemanes habían ocupado la zona soviética en el ataque contra la URSS, y cuando aparecieron aquellas grandes fosas comunes que reunían más de 20.000 cadáveres (se calcula que los soviéticos asesinaron de un tiro en la nuca a unas 23000 personas, sacerdotes, intelectuales y sobre todo oficiales del ejército, entre 13.000 y 16.000 oficiales del ejército).

Pues bien, cuando los alemanes los descubrieron, los soviéticos dijeron que en realidad los habrían matado los alemanes y que era una mentira fascista, que venía a decir que la culpa era de los de los comunistas, de los rusos, que en esos momentos soportaban su opresión. Como los nazis tampoco eran muy de fiar, la gente se quedó perpleja ante los hechos; por no enemistarse con Stalin, los aliados, en concreto los ingleses, dejaron pasar aquello y a la infamia de haber sido asesinados, se añadió la mentira de que sus propios asesinos les levantaron un monumento. Pues bien, ese sufrimiento lo había vivido Irene Kalpas y había vivido en sufrimiento, además, de que su casa había sido prácticamente destruida en el levantamiento de Varsovia de 1944, que no nos da tiempo tampoco a contar aquí con detalle.

Y no había podido heredar aquella casa que era para ella, por las dificultades legales que se planteaban. Le producía tanta tristeza volver a verla que en general la evitaba cuando paseaba por Varsovia, ya cuando era funcionaria del Estado de vuelta de los campos de concentración en aquella Polonia comunista. Pero iba al oculista con una cierta frecuencia, ya mayor, y su oculista se cambió de casa y fue a coincidir que la nueva casa del oculista estaba en en la misma calle en que ella había vivido con sus tíos, en la calle Filtrova, bajo la calle Filtrova número 27. Y allá fue al oculista varias veces.

Nunca se acercó a la casa, tomaba el tranvía y se iba. No quería ni verla por el cúmulo de sensaciones que se despertaban en ella y de emociones que se despertaban en ella cuando la veía. Hasta un día que, sin acertar a explicar cómo -cuando la entrevistaban sobre esto decía que no, que para ella aquello fue un milagro-, sin acertar a saber cómo, decidió no tomar el tranvía, seguir andando un poco por la calle, acercarse hacia hasta Filtrova 27. Y cuando llegó allí, mirar si había rosas en el jardín y asombrosamente para ella abrir la puerta, la cancela del jardín, entrar y empezar a subir las escaleras, sin saber quién vivía allí y finalmente llamar al timbre. Le abrió un joven amable que le preguntó si buscaba algo o si le podía ayudar en algo. Y ella le dijo: —Quería saber si en el jardín siguen creciendo rosas. —Bien, si quiere entrar, le dio paso. Ella se quedó un poco perpleja de lo que había hecho entrar en una casa ajena sin decir nada, y vio que la casa estaba muy cambiada -como dije, la casa se había destruido durante el levantamiento del 44-.

Pero en ese momento preguntó por la habitación que guardaba la mayor densidad de sus recuerdos, el comedor. Había visto que había una biblioteca, que había un retrato de Juan Pablo II sobre una mesa, eso le dio a ella confianza, y cuando el chico le explicó, y ahí estaba estaba el comedor, respondió: Ya, es que yo he vivido aquí. Ahí estaba el comedor. —¿Quiere pasar? Le dijo el que la había recibido. Abrió la puerta y se encontró con que allí había una pequeña capilla, un oratorio. El que le invitaba a entrar al ver su emoción, la dejó rezar unos instantes y al poco tiempo ella se levantó y le dijo: —¿Podría explicarme qué es esto? Estaba completamente perpleja. En el lugar donde se concentraban las mayores emociones, los recuerdos sobre su tía, sobre sus tíos, sobre su familia, se había encontrado que vivía Jesucristo Eucaristía, para su gran sorpresa. ¿Qué era aquello? Este hombre le explicó que aquello era un centro del Opus Dei. En los centros del Opus Dei, en algunos al menos, hay un oratorio donde está reservado el Señor Sacramentado, con permiso de la Iglesia. Esta sorpresa la llevó a hacer más preguntas, a conocer la Obra, a entender que ese camino era para ella, que esa luz de Dios sobre la santificación en la vida diaria era para ella. Y como dice en un vídeo muy simpático que está en la web del Opus Dei -todavía se puede ver y espero que se pueda ver durante mucho tiempo-, anima a las personas de edad diciéndole que siempre es tiempo y que vale la pena seguir la voz de Dios y seguirla con fidelidad, porque eso es lo que conduce a la felicidad.

Bueno, esta es la pequeña historia de Irena Kalpas, con muchas cosas más que se podrían contar y eso es el Opus Dei, en definitiva: la vida de cada una de las personas que forman parte de él, porque Dios de alguna forma les manifiesta que eso es lo que espera de ellos en este mundo.