El beato Álvaro y Dora del Hoyo

Tras el fallecimiento de San Josemaría en 1975, el beato Álvaro del Portillo le sucedió al frente del Opus Dei. A partir de ese momento, "don Álvaro" además de hermano mayor, fue un padre para Dora y todos los miembros del Opus Dei. Relatamos a continuación algunos detalles de los cuidados que tuvo cuando Dora estuvo enferma.

«Hijas mías, si vuestros hermanos pueden estar trabajando por todo el mundo –y lo hacen muy bien– es, en parte, gracias a vuestro trabajo, hijas mías. ¡Que Dios os bendiga! Se realiza lo que decía nuestro Padre: no se os ve, pero el fruto de vuestra labor está esparcido por toda la tierra». (Palabras de Don Álvaro, en marzo de 1984).

Tras el fallecimiento de San Josemaría en 1975, elbeato Álvarodel Portillo le sucedió al frente del Opus Dei. A partir de ese momento, "don Álvaro" además de hermano mayor, fue un padre para Dora y todos los miembros del Opus Dei. Relatamos a continuación algunos detalles de los cuidados que tuvo cuando Dora estuvo enferma.

El día 27 de julio de 1987, Dora sufrió un infarto de corazón. En ese momento el beato Álvaro se encontraba en España. Desde allí siguió paso a paso su enfermedad y como la conocía muy bien, sabía que Dora no había padecido especiales problemas de salud hasta ese momento. Por eso, apenas llegó a Roma fue a visitarla y le comentó: –"Dora, tu profesión ahora es ser buena enferma hasta que te den de alta, ¡tranquila! Trabajar…, más bien poco: coser y cosas del estilo, y ¡a rezar! Cada puntada, que sea un acto de amor de Dios y así sirves a la Obra mejor que nadie, y ¡quédate tranquila!"

También siguió de cerca las tareas que se encomendaban a Dora. Entre otros detalles, sugirió que Dora no atendiera el comedor, para evitarle el esfuerzo de llevar las fuentes de comida. Para Dora supuso una renuncia acoger esta indicación, pero lo hizo encantada porque "venía del Padre", comentaba ella misma.

Como la recuperación era lenta y se fatigaba mucho. Dora a veces se impacientaba porque no podía trabajar al ritmo que hubiese deseado. Entonces el beato Álvaro volvió a insistirle en que su oficio en aquellos momentos era ser buena enferma y rezar. Le pidió que rezara mucho por la Iglesia, el Papa y el Opus Dei y para ayudarla le dejó su rosario.

Una noche, Dora sufrió un fuerte dolor, pero no avisó a nadie, simplemente esperó hasta que se le pasara, porque no quería molestar. Se limitó a tomar la pastilla que tenía para esos casos. Quienes vivían con Dora y la cuidaban, por la mañana se dieron cuenta… y ese mismo día contaron al beato Álvaro lo sucedido. Él en ese momento no comentó nada, pero al día siguiente, antes de salir de viaje, pasó por la casa de Dora. Ella estaba en la sala de estar y don Álvaro, con cariño paterno, la reprendió por no haber avisado cuando se encontraba mal: –"¿Es que no te sientes en tu casa?" Y añadió que rezase mucho, porque así era una ayuda muy grande para la Obra.

Anécdotas extraídas del libro "Una luz encendida, Dora del Hoyo", Javier Medina. Ed. Palabra, Madrid 2012.