Gina Garcia (Muntinlupa, Filipinas) bailó profesionalmente ballet durante años y ahora es ama de casa, profesora de ballet a tiempo parcial, y también junto a su marido imparte cursos de formación para padres.
Sobre la educación de sus hijos, Gina comenta: "El mayor desafío está en tener siempre presente que educar es enseñar a pensar y animar a los niños a expresar sus ideas. Necesitamos escucharlos y abrir nuestra mentes a los desafíos que nos presentan".
Cuéntanos un poco sobre ti.
Mi marido y yo estamos casados desde hace 29 años. Nos conocimos durante nuestro último año en la universidad. Tenemos seis hijos, dos ya se han graduado, dos están en la universidad y los dos menores en la escuela. Vivimos en Filipinas, donde nacimos y nos hemos criado. Mi marido se dedica a los negocios, mientras que yo soy ama de casa y ayudo en diversas actividades relacionadas con la formación de los padres. También enseño ballet a tiempo parcial.
Antes de ser madre a tiempo completo, bailabas ballet a nivel profesional. ¿Por qué lo dejaste?
El renunciar a lo que más me gustaba fue bendecido con el nacimiento de cinco hijos y pude comprender la belleza de la vida misma.
Cualquiera que esté inmerso en su arte sabrá que es una experiencia maravillosa. Abandonarlo por supuesto me costó mucho. Cuando estaba alcanzando el culmen de mi carrera profesional, me detuve a pensar... Había otros sueños que quería realizar, necesitaba llegar a un acuerdo conmigo misma.
Cada vez se me hacía más difícil salir de casa para ir a trabajar. En ese momento sólo había nacido la mayor que, mirándome con cara triste me decía...: "Mamá, por favor, no me dejes..." y por si fuera poco, durante casi cinco años, mi marido llegaba a casa del trabajo y yo no estaba allí para darle la bienvenida, ni cenar con él.
En esos años él iba a recogerme a las diez de la noche e incluso más tarde. Sus únicos compañeros mientras me esperaba eran los mosquitos de la playa del estacionamiento. Nunca me reclamó nada, ni me pidió que dejara mi trabajo, ni siquiera lo dio a entender, porque sabía lo feliz que yo era bailando. Pero entonces, me dí cuenta de que no podía continuar así. En ese momento, cuando estaba llegando al culmen de mi carrera, me detuve a pensar. No quería esperar a dejarme vencer por el cansancio para retirarme, mi marido y mi hija me necesitaban. Fue difícil, pero el renunciar a lo que más me gustaba fue bendecido con el nacimiento de cinco hijos y pude comprender la belleza de la vida misma.
¿De qué manera los consejos y enseñanzas de san Josemaría te ayudan en tus actividades diarias?
Cuando escuché hablar sobre la santificación de la vida ordinaria, me quedé impresionada. Descubrí el sentido de la vida. Todo lo que es agradable a Dios, puede ser camino al Cielo. Recuerdo que leí un punto en Surco, el número 495: “Me has preguntado qué puedes ofrecer al Señor. —No necesito pensar mi respuesta: lo mismo de siempre, pero mejor acabado, con un remate de amor, que te lleve a pensar más en El y menos en ti.”
Luego aprendí más cosas bellas sobre mi fe. Estoy muy agradecida a san Josemaría por su ejemplo y su dedicación a Dios. Él, con su fidelidad, ha hecho posible que muchas personas podamos amar profundamente a Dios a través de nuestra vida cotidiana.
Según tu experiencia, ¿cómo describirías el papel de los padres en la vida de sus hijos?
Los padres están ahí para guiar a sus hijos para que sean las personas que Dios quiere que sean. Siempre con amor y afecto, pero con firmeza y sin concesiones. Hubo un tiempo en que me agobiaba tratando de dar un buen ejemplo a mis hijos y sentía que nunca lo conseguía, me veía como un fracaso total, hasta que una amiga me recordó que yo no soy el ejemplo de la "bondad", sino que es Cristo. Me ayudó mucho. Nuestro papel es ayudar a nuestros hijos a conocer más a Cristo. Nuestro papel es enseñarles a cuidar y servir a los demás. Cómo hacer que lo hagan, bueno, ojalá pudiera... pero también hay que contar con el misterio de la libertad.
Criar a los hijos no es una tarea fácil, y la dimensión que implica educar en la fe presenta sus propios desafíos específicos. ¿Qué piensas al respecto?
Tienes razón. No es fácil, y últimamente no se ha facilitado con tantos “intrusos” que entran en la vida de una familia. Los hijos tendrían que ver en nosotros que una vida cristiana coherente conduce a una vida más feliz, a amistades verdaderas y a una libertad más auténtica. En nuestra vida han de comprobar el resultado real de vivir la propia fe. Nosotros hablamos con ellos sobre esto, y sólo cuando confían en nosotros lo suficiente, viven las exigencias de la fe y en consecuencia entienden sus frutos.
Pasamos tiempo con nuestros hijos, ya sea en las comidas o en los paseos que procuramos dar con cada uno, ahí es cuando nuestra propia vida les habla. Más que “predicar”, se trata de enseñar con el ejemplo, explicarles nuestras decisiones, nuestras elecciones…
El mayor desafío está en no perder de vista que hemos de enseñarles a pensar y animarlos a expresar sus ideas. Hemos de estar abiertos a escuchar sus ideas, siempre de un modo respetuoso, y abrir nuestras mentes a diferentes perspectivas.
Doy gracias a Dios, porque mis niños piensan y están dispuestos a hablar con nosotros cuando es necesario porque confían en nosotros. Junto con mi marido intentamos formarlos, contando con la gracia de Dios.
¿Qué desafíos presentan los hijos adolescentes para ti y para tu marido?
El mayor desafío está en no perder de vista que hemos de enseñarles a pensar y animarlos a expresar sus ideas. Hemos de estar abiertos a escucharlos, siempre de un modo respetuoso, y abrir nuestras mentes a los desafíos que nos presentan. El siguiente reto es mantenerse firme en lo que sabemos que es correcto, confiando en la autoridad que nos ha dado el Señor, y transmitiendo los valores importantes, aunque algunos no los vivan. Tenemos que ser fuertes en la defensa de la familia, pero entendiendo siempre las circunstancias desafortunadas que otras familias viven.
¿Tienes algún consejo para parejas recién casadas?
Contar con la gracia de Dios. Alimentar el amor al otro, mantener la relación "fresca" como al principio. Saber que, a partir de ahora, la propia vida es la vida de dos, una vida compartida. Esto tiene que ser una gran alegría, aunque existan dificultades, nunca serán mayores al "sí" que se prometieron. En el corazón hay que guardar sólo los momentos buenos, y olvidar los dolorosos. Recomiendo dedicar tiempo para hablar, cara a cara, compartir y escucharse. También es necesario encontrar el momento adecuado para corregir el uno al otro. Todo esto es posible sólo por la gracia de Dios.
Durante la visita de Francisco a Filipinas, dijo que los esposos y las esposas deben “soñar juntos” por sus hijos. ¿Tienes sueños para el futuro de tus hijos?
Soñamos que nuestros hijos sean felices y leales al designio de Dios para ellos, porque así serán felices.