Crónica de un encuentro con el Amor

Juan Enrique Gálvez, vive en Ciudad de Guatemala, tiene 21 años y este año participó en el Congreso Internacional Univ y nos cuenta su experiencia en el viaje por Tierra Santa y Roma.

Este año me invitaron al Congreso Univ con el grupo de Guatemala del Club Universitario Balanyá. Como buenos latinos, ya que nos íbamos a saltar el “charco” el plan sería una semana en Tierra Santa, Israel y la Semana Santa en Roma, y me apunté. Llegado el día del viaje admito que entré al aeropuerto escéptico y pensando: “¿Qué posible mejora espiritual podría hacer este viaje en mí? ¿No es lo mismo rezar en la iglesia cerca de mi casa que rezar en Tierra Santa y Roma?”

Al principio, tengo que aceptar que los vuelos estuvieron agotadores por las largas horas que estuvimos en el avión, pero con la adecuada lectura se pasaba rápido. Mi lectura del viaje era un libro de Scott Hahn llamado “La cena del cordero”, el cual explica el sacrificio de la misa, y me sirvió para entablar conversación con un matrimonio costarricense que iba a la par mía.

Durante nuestra estadía en Israel estuvimos con el grupo de universitarios de Chile que también iban al UNIV. Nuestro primer destino fue Nazareth: ¡Qué lugar! Estaba ante el sí más importante de todos, el sí de María Santísima.

Poco a poco fui familiarizándome y entablando amistad con dos chilenos supernumerarios, uno llamado Gregorio “Goyo” de 22 años, que desde un principio admiré porque tenía 15 hermanos y porque la maleta que había traído al viaje se la había perdido la aerolínea y estuvo sin maleta casi una semana y siempre con serenidad, y el otro era Rodrigo de 25 años.

“OYE JUAN, ¿Y TÚ POR QUÉ NO ERES SUPERNUMERARIO?”

También visitamos la Iglesia de la Natividad, en Belén y allí rezamos un buen rato enfrente de aquel lugar dónde había nacido nuestro Señor. Al regresar al hotel fuimos a cenar. Mientras comíamos, Rodrigo me preguntó con el tono más vivo posible: “oye Juan, ¿y tú por qué no eres supernumerario?” No supe qué responderle, porque, aunque me había hecho gracia, sabía que era un tema serio que tenía que tocar en mi interior. Más tarde fuimos a un bar, donde durante varias horas estuvimos contando historias divertidas. Sin embargo, la pregunta de Rodri permanecía siendo un tema de conversación. Recuerdo estar feliz, porque sentía una sensación de estar con un grupo de buenos amigos y familia. Ahora que lo pienso tal vez el Señor me quería mostrar una pizca de lo que me había hablado aquella mañana en el Monte Tabor antes de nuestra llegada a Belén: la vida eterna.

En el Monte Tabor estoy con Carlos y Kevin de Guatemala, y Martín, Rodri y Goyo de Chile

Al siguiente día fuimos a Jerusalen, y primero visitamos “San Pedro in Gallicantu". En esa parte del viaje mi mentalidad iba cambiando de dejar de estar tan enfocado en tomar fotos y documentar los lugares que visitaba, a empezar a realmente rezar. Bajamos a un lugar subterráneo, que fue donde estuvo preso Jesús. Conmueve y hace sentirte realmente amado ver cómo Jesús estuvo en ese lugar por tí.

ME POSTRÉ DE RODILLAS DONDE HABÍA SIDO LA CRUCIFIXIÓN Y LE AGRADECÍ AL SEÑOR LO QUE HABÍA HECHO POR MÍ.

Al salir de aquel lugar, fuimos a la iglesia del Santo Sepulcro y el Calvario. Al entrar, fuimos primero a hacer cola para visitar el Santo Sepulcro, donde sólo te dejan estar unos segundos. Por lo que, cuando fue nuestro turno le dije a Dios lo agradecido que estaba de estar allí. Cuando terminamos de rezar en el Santo Sepulcro subimos al Calvario. Recuerdo, a diferencia de los demás lugares que visité, que de inmediato sabía dónde estaba. Me postré de rodillas donde había sido la crucifixión y le agradecí al Señor lo que había hecho por mí. Después de estar rezando unas horas frente al Calvario nos regresamos al hotel a cenar.

Luego, después de la cena, dijeron que los que quisieran podían ir al único centro de la Obra en Israel ubicado a unos minutos del hotel, porque a Goyo le iban a dar finalmente la maleta. Y unos guatemaltecos y otros chilenos nos fuimos con él. A pesar de que hacía muchísimo frío, no me arrepiento en nada de haber ido a aquel centro, porque pude ver al numerario que había estado pendiente de la maleta del chileno y de su testimonio de vida. Era un mexicano de unos 50 años, que nos recibió con la mayor amabilidad posible. Nos mostró el lugar, y mientras nos platicaba nos contó que llevaba 20 años viviendo allí. Me sorprendió la absoluta felicidad que mostraba con cada palabra, ya que para mí sería difícil tenerla porque estaba sin su familia, alejado de su país, y de su cultura. Entendí que realmente la felicidad la da el Señor y solo Él.

A las 5:00am del día siguiente nos levantamos para ir al Calvario a Misa. La experiencia fue única e inexplicable. Como nos dijo más tarde el director, “aunque no lo hayan asimilado en el momento, acaban de estar presenciando el sacrificio en el lugar del sacrificio”. Recuerdo que yo empecé a ir a Misa diaria en Semana Santa de 2021, y en 2023 el Señor me llevó a la “Misa de las Misas”.

El grupo de Guatemala y Chile en el Santo Sepulcro

En nuestra última noche en Israel, después de cenar fuimos con el director al Santo Sepulcro porque yo tenía el encargo de pasar la foto de mi familia por todos los lugares santos. Como ya era tarde, había muy poca gente y nos dieron como 10 minutos para rezar dentro. Recuerdo que camino al Santo Sepulcro, le dije que me estaba pensando lo de la vocación a la Obra, me dio algunos consejos y me sugirió pidiera luces a Dios en esos días donde había tanta gracia. Luego, salimos y nos fuimos a un bar donde estaban casi todos los de Guatemala y Chile. Al ser nuestro último día, lo aprovechamos para contar todo tipo de historias. Habían varios de la Obra: numerarios y supernumerarios, y todos contaron la historia de su llamado a la Obra y como el Señor los había buscado de distintas formas y a través de personas muy buenas. Todas esas historias me dejaron mucho en qué pensar.

Nos despertamos en nuestro último día en Israel para ir a rezar el Via Crucis a la Vía Dolorosa y fue una experiencia única. Finalmente, cuando llegó el tiempo de despedirme del Calvario me sentí en paz porque sabía que había dejado una gran huella en mí.

Comenzaba nuestra aventura en Roma. Recuerdo estar muy emocionado por ver al Papa Francisco, ya que tengo una afinidad muy grande hacia él. Recuerdo aquel 13 de marzo de 2013 como si fuera ayer, y lo emocionado que estaba con tan solo once años de que hubiera un nuevo Papa. Y una década después estaba con la misma emoción por verlo por primera vez.

CUANDO RECÉ ANTE SAN JOSEMARÍA LO PRIMERO QUE HICE FUE AGRADECERLE MUCHO

Tuvimos la oportunidad de verlo en la misa de Domingo de ramos, en la audiencia general y en los oficios de Viernes Santo en la Basílica de San Pedro. Por otro lado, fuimos también a la Iglesia Prelaticia Santa María de la Paz, lugar dónde está enterrado san Josemaría y recuerdo haberle agradecido por todo.

Con el grupo de América Central en Roma

Estando en Roma, la experiencia del Univ es inolvidable coincidís con gente de todo el mundo y conocí personas con grandes ideales, que venían de Tailandia, Hong Kong, España, Inglaterra, Uruguay, Argentina y todos irradiaban ese espíritu cristiano de alegría y fraternidad.

Finalmente, había llegado el último día de nuestro viaje. Volamos de Roma a Madrid, donde estuvimos unas cuatro horas y luego a Guatemala, donde me recibieron mis papás. Recuerdo que cuando llegué, sentía que aunque no podía describir qué había ganado en el viaje, sabía que era un nuevo comienzo para mí. Un nuevo comienzo en el que el camino era la lucha y dejarse ayudar por aquella cruz que visité en Jerusalén. Semanas después descubrí los frutos de ese viaje, de ese encuentro con Jesús el “Amor” de los amores, porque pedí la admisión en el Opus Dei como supernumerario.