Algunas citas de los protagonistas del milagro contenidas en sus testimonios

Dña. Consuelo Santos Sanz, esposa del Dr. Nevado y enfermera (Almendralejo, 1.7.1993):

Ya cuando nos casamos, en diciembre de 1962, recuerdo que presentaba las primeras lesiones debidas a la repetida exposición a la acción de los Rayos X.

En junio del año 1992 se vio obligado a dejar de operar, por imposibilidad manifiesta. En aquella fecha, recuerdo que tenía amplias placas de hiperqueratosis, alternando con zonas de hiperpigmentación de la piel y, sobre todo, varias ulceraciones en el dorso de los dedos; la más importante —y la que más le molestaba—, una extensa ulceración, de bordes infiltrados e indurados, que se asentaba sobre la totalidad del dorso de la falange medial del dedo medio de la mano izquierda. Mi marido se cubría estas ulceraciones, de muy mal aspecto, con diversos apósitos que yo le cambiaba con frecuencia.

Dr. Isidro Parra Ortiz, profesor de dermatología y amigo del Dr. Nevado desde 1963 (Mérida, 2.7.1993):

La última vez que le vi esta afectación en las manos fue hace un año, aproximadamente, en que coincidimos en una reunión de amigos. Aquel día, aparte de las lesiones ya descritas y que yo ya conocía, me llamó la atención una ulceración extensa que presentaba en el dorso y en la zona lateral interna de la falange medial del dedo corazón de la mano izquierda; clínicamente, se trataba con toda claridad de un carcinoma epidermoide. Le recomendé con insistencia que debería someterse a una extirpación quirúrgica de esa lesión. No me hizo demasiado caso y no se hizo ningún tratamiento.

Sor Carmen Esqueta Cabello, religiosa Mercedaria de la Caridad y enfermera colaboradora del Dr. Nevado desde 1962 (Jaén, 5.10.1993):

Poco a poco tuvo que irse dedicando a una cirugía menor. Dejó absolutamente la traumatología y toda clase de operaciones bajo Rayos X. Lo único que hacía era reducir fracturas menos importantes y colocar yesos; hasta que tuvo que dejar la cirugía totalmente.

Dr. Manuel Nevado Rey (Almendralejo, 30.6.1993):

A principios de noviembre de 1992 tuve que acudir al Ministerio de Agricultura para resolver algunos asuntos relacionados con mi actividad como agricultor. En el Ministerio, mientras buscábamos a la persona con la que teníamos que entrevistarnos, nos encontramos providencialmente con Luis Eugenio Bernardo Carrascal, un ingeniero agrónomo que trabaja en el Ministerio, que nos atendió muy amablemente mientras esperábamos a la persona que íbamos a ver.

El ingeniero Luis Eugenio Bernardo Carrascal (Badajoz, 19.5.1994):

Después de atenderles, al despedirnos, me fijé en sus manos y enseguida me llamaron la atención, porque las tenía completamente cubiertas de llagas. Le pregunté qué le ocurría y me comentó que sufría una importante radiodermitis crónica desde hacía mucho tiempo.

Con los mejores deseos de poderle ayudar en algo, le ofrecí una estampa con la oración para la devoción al Fundador del Opus Dei, Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer, beatificado hacía unos meses —recuerdo que le dije— y le invité a que se pusiera bajo su protección y le encomendara la curación de sus manos.

Dr. Manuel Nevado Rey (Almendralejo, 30.6.1993):

Así lo hice desde aquel momento y, unos días después, hice un viaje a Viena para asistir a una reunión médica. Allí me impresionó mucho encontrarme en todas las iglesias que visité estampas del Beato Josemaría. Esto me sirvió para invocar más su intercesión, tal como me habían recomendado. Yo rezaba informalmente, me encomendaba a su intercesión, sin ceñirme al rezo literal de la oración de la estampa. Pero también la recé algunas veces.

Dña. Consuelo Santos Sanz (Almendralejo, 1.7.1993):

Yo me di cuenta de que las lesiones de sus manos iban mejorando mucho en poco tiempo. Ya no me pedía que le cambiara los apósitos y me di cuenta de que las profundas ulceraciones habían cicatrizado completamente y habían desaparecido las placas de hiperqueratosis.

Dr. Manuel Nevado Rey (Almendralejo, 30.6.1993):

Desde el día en que me dieron la estampa, desde el momento en que me puse bajo la intercesión del Beato Josemaría Escrivá, las manos fueron mejorando y, aproximadamente, en unos quince días desaparecieron las lesiones y se quedaron como ahora, perfectamente curadas.

Es evidente que esta curación no se puede explicar por motivos naturales. Ya he dicho que la radiodermitis es incurable y que no utilicé ningún medicamento. Sólo pensaba en que algún dermatólogo me hiciese un trasplante de piel para tratar de cerrar las úlceras, pero no llegué a hacer nada.

Dr. Isidro Parra Ortiz (Mérida, 2.7.1993):

He vuelto a verle recientemente y he examinado sus manos. Sorprendentemente, la lesión que acabo de describir ha desaparecido. El resto de las lesiones que presentaba han regresado espontáneamente, sin tratamiento específico alguno.

En mi experiencia, suficientemente amplia en este tipo de lesiones, se trata de una evolución inesperada e inexplicable: la evolución habitual de las lesiones propias de la radiodermitis crónica es crónica y progresiva, hacia la malignización, nunca a la curación.

Desde luego, no he visto en ninguna ocasión un solo caso de regresión espontánea y lo habitual es que haya que acudir a la amputación de los dedos para tratar los carcinomas epidermoides que suelen aparecer con el paso del tiempo.

Ingeniero Luis Eugenio Bernardo Carrascal (Badajoz, 19.5.1994):

Pocos días antes de Navidad, recibí una llamada telefónica de este señor, el Dr. Nevado Rey, en la que me comunicaba, lleno de alegría, que las lesiones de sus manos habían desaparecido completamente. Atribuía su curación a la intercesión del Beato Josemaría.

Dr. Manuel Nevado Rey (Almendralejo, 30.6.1993):

Yo temía mucho que se produjera una metástasis, lo cual hubiera tenido ya un pronóstico incluso infausto, pero no sucedió. Sencillamente, se curó la radiodermitis y yo no puedo más que atribuirlo a la intercesión del Beato Josemaría Escrivá de Balaguer.