El Niño Jesús de san Josemaría

Siendo un joven sacerdote, san Josemaría tenía devoción a una talla del Niño Jesús: le mecía, le cantaba y bailaba con él. “Me gusta verte chiquitín –le decía el santo– para hacerme la ilusión de que me necesitas”. Este vídeo explica esa devoción navideña (02’12’’).

Extractos del relato de la devoción de san Josemaría al Niño Jesús de Santa Isabel (Capítulo Camino de infancia espiritual. “El Fundador del Opus Dei”, biografía escrita por Andrés Vázquez de Prada)


Pasó luego don Josemaría, en recogimiento interior, unos días de oración afectiva y fervorosa, mientras por la calle corrían rumores alarmantes de una nueva quema de iglesias y conventos. El 14 de octubre se enteró que se había aprobado el famoso y triste artículo 26 de la Constitución, que llevaba pareja la expulsión de la Compañía de Jesús. Esa misma tarde se fue a ver a su confesor a Chamartín. El peligro no afectaba solamente a los jesuitas. Todos los conventos y residencias de religiosos estaban expuestos a ser asaltados. Los estudiantes católicos solían, para protegerlos, montar la guardia de noche. El 15 de octubre, día de Santa Teresa de Jesús, el capellán se presentó en clausura. Las monjas se hallaban atemorizadas por los alarmantes rumores que les venían de la calle. Las sosegó como pudo, poniendo calor y optimismo en sus palabras:

Hoy entré en la clausura de Sta. Isabel. Animé a las monjas. Les hablé de Amor, de Cruz y de Alegría... y de victoria. ¡Fuera congojas! Estamos en los principios del fin. Santa Teresa me ha proporcionado, de nuestro Jesús, la Alegría —con mayúscula— que hoy tengo..., cuando, al parecer, humanamente hablando, debiera estar triste, por la Iglesia y por lo mío (que anda mal: la verdad): Mucha fe, expiación, y, por encima de la fe y de la expiación, mucho Amor. Además esta mañana, para purificar dos Copones, por no dejar al Ssmo. Sacramento en la Iglesia, comulgué casi medio copón, aunque di bastantes formas a cada religiosa.

Las religiosas le premiaron aquella siembra de alegría:

Al salir de la clausura, en la portería, me han enseñado un Niño, que era un Sol. ¡No he visto Jesús más guapo! Encantador: lo desnudaron: está con los bracitos cruzados sobre el pecho y los ojos entreabiertos. Hermoso: me lo he comido a besos y... de buena gana lo hubiera robado.

Desde entonces se acercaba todas las semanas al torno del convento y la Madre Tornera le dejaba el chiquitín. Era la época en que se entrecruzaban en su alma alegrías y desconsuelos, un ardiente fluir de afectos en su oración y duras pruebas en las que pedía una cruz sin Cirineos. La devoción al Niño iba informando su vida interior:

El Niño Jesús: ¡cómo me ha entrado esta devoción, desde que vi al grandísimo Ladrón, que mis monjas guardan en la portería de su clausura! Jesús-niño, Jesús-adolescente: me gusta verte así, Señor, porque... me atrevo a más. Me gusta verte chiquitín, como desamparado, para hacerme la ilusión de que me necesitas.

(...)

Dos días después, asentada ya la seriedad en el convento, las monjas le permitieron llevarse a casa la imagen del Niño Jesús. Envuelto en su manteo se llevó el sacerdote al "Chiquitín", para felicitar juntos las pascuas navideñas a medio mundo. Aprovechando esa salida del convento hizo una foto al Niño:

Hoy me llevé el "Niño de Santa Teresa". Me lo dejaron las Madres Agustinas. Fuimos a felicitar las Pascuas a Fray Gabriel, en los Carmelitas. El hermanito se alegró y me regaló una estampa y una medalla. Después vi al P. Joaquín, director de D. Norberto. Hablamos de la O. de D. —Desde allí fui a las Esclavas del A.M. Estuve mucho rato con Madre Pilar. —Luego a casa de Pepe R., donde retratamos al Chico. Antes de ir a casa, subí a la de D. Norberto, para que vieran al nene. En casa mamá rezó en voz alta un padrenuestro y avemaría. Y aquí tendré a Jesús hasta mañana.