Me llamo Carlos, tengo 20 años y soy de Comapa, Jutiapa. Estudio Ingeniería Civil en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Mi historia en la fe católica comenzó, sin que yo lo imaginara, cuando hace dos años empecé a vivir en el Centro Universitario Ciudad Vieja. Conocí el lugar por mi hermano, que había sido residente. Él siempre hablaba del ambiente y yo, con curiosidad, decidí intentarlo.
En la residencia se respiraba un ambiente de familia, de amistad sincera, de apoyo mutuo.
Ingresé en 2024. Iba con nervios, con un poco de miedo, pero también con ganas de superarme. Desde los primeros días descubrí algo que me llamó la atención: en la residencia se respiraba un ambiente de familia, de amistad sincera, de apoyo mutuo. Además, se promovían varias actividades espirituales católicas; algo nuevo para mí, porque yo era evangélico.
Con el tiempo fui conociendo a jóvenes de distintas partes de Guatemala, cada uno con su historia y sus sueños. Ese grupo de amigos se volvió muy importante para mí. Su ejemplo me ayudó a querer hacer las cosas bien y a esforzarme por lo que quiero alcanzar. Todos eran católicos, y sin presiones, simplemente compartiendo la vida diaria, me fueron acercando a su fe: la Misa, las meditaciones, la bendición con el Santísimo… costumbres que empecé a ver con interés y cariño.

Luego de un partido de fútbol en la residencia
Una noche de sábado salimos a comer tacos. Regresamos riéndonos, contando historias, y antes de subir a las habitaciones pasamos al Oratorio para saludar al Señor. Allí, cada uno me explicó algo distinto: los gestos, los espacios de la capilla, las tradiciones. Yo ya venía sintiendo desde hacía tiempo un llamado interior, algo leve pero constante. Y esa noche, sin planearlo, lo confirmé.
Le conté a un amigo de la Obra lo que estaba sintiendo. Me escuchó con mucha paz y me explicó que, si quería dar ese paso, debía llevar un proceso de formación. Me ofreció darme clases todos los sábados y domingos. Así comenzó mi camino.
Aprendí sobre la fe católica, pero también sobre la coherencia de vida
Recuerdo esos meses con mucho cariño. Aprendí sobre la fe católica, pero también sobre la coherencia de vida, sobre ser la misma persona por dentro y por fuera. Cuando llegó el momento de contárselo a mis papás, estaba nervioso. Pero me sorprendió su apoyo; respetaron mi decisión, aunque ellos son evangélicos practicantes.
A medida que avanzaba, algo crecía dentro de mí. Me impresionaba ver cómo las personas de la Obra viven su fe con alegría, servicio y entrega. Eso me motivó aún más a seguir adelante.
Y finalmente llegó el día: mi bautizo y primera comunión, en el oratorio de la residencia. Estaban mis seres queridos, mis amigos, todos los que me habían acompañado. Sentí una felicidad inmensa, una paz que nunca había experimentado. Me sentí limpio por dentro, como si Dios hubiera hecho nuevo mi corazón. Hasta hoy sigo pensando que fue uno de los mejores días de mi vida. Una semanas después recibí la confirmación en la Parroquia el Espíritu Santo.

El día de la confirmación
Ahora continúo viviendo en la residencia y aprendiendo a vivir mi fe con coherencia, luchando contra todo lo que me hace caer. Estoy muy agradecido con la Obra y con las personas que la forman. Me han ayudado más de lo que puedo expresar.
En este momento me preparo para participar en el Congreso UNIV 2026, un sueño que nunca pensé que fuera posible. Lo espero con ilusión, convencido de que será una oportunidad más para seguir creciendo en la fe y en el espíritu de la Obra.
