San Josemaría fue muchas veces a Portugal y siempre pasó por el Santuario de Fátima. En una de estas ocasiones, el 14 de abril de 1970, al pisar tierra portuguesa, recordó el motivo del viaje: "estoy rezando todo el día, procurando hablar continuamente con Dios sirviéndome como Intercesora de la Virgen que es la Omnipotencia Suplicante. He hecho estos viajes con el ánimo, con la sencillez y con el gozo de un antiguo romero".
Refiriéndose a la tierra portuguesa, exclamó: "Tierra de Santa maría, donde Ella quiso dejar rastro de su amor por los hombres. Vengo una vez más a decirle que no nos abandone, que se ocupe de su Iglesia, que se ocupe de nosotros".
A continuación rezó tres Avemarías por la labor apostólica del Opus Dei en Portugal, como hacía siempre que entraba en un país, y terminó invocando a la Santísima Trinidad. A las doce y media pararon en Buçaco para almorzar y después siguieron rumbo a Fátima. Rezaron en esta parte del camino los misterios gozosos. En una confidencia llena de sencillez comentó: "Antes no pedía. Vivía de este modo porque entendía que era mejor abandonarse confiadamente en Dios. Esto en aquellos primeros momentos era bueno, porque así se veía que todo era de Él. Ahora pienso, sin embargo, que debo pedir, y comprendo mejor toda a fuerza de estas palabras del Señor: Pedid y se os dará; buscad y hallareis; llamad y se os abrirá. Estoy persuadido de que hay que rezar mucho, y quiero poner mi oración en las manos mil veces benditas de la Virgen".
Junto a la carretera, antes de llegar a la explanada del santuario, le esperaba un buen grupo de fieles del Opus Dei portugueses. Como en Torreciudad unos días antes, se descalzó para ir rezando a pie hasta la capilla de la Virgen. Pasó un buen rato, y el Padre seguía descalzo. Alguien quiso evitar que caminara por lugares donde el suelo tenía grava: "¡Pues vaya una cosa!" —protestaba—. "¡Que me he descalzado! Eso lo hace el último campesino, y se viene kilómetros y kilómetros, sin darle importancia. Yo he recorrido unos metros nada más, ¡una vergüenza!"
Su visita a Fátima era también de agradecimiento. Por lo demás, se encontraba seguro y optimista; "hoy, aquí, con más optimismo que nunca". Su estancia en el santuario se le hizo corta; pero su oración había sido larga, como explicaba a sus hijos al tiempo de despedirse: "He procurado meter, en mis raticos de charla con la Virgen, viviéndolos en silencio, todo lo que llevo dentro, todo lo que he rezado en estos meses, y todo lo que mis hijos habrán rezado".
Manuel Martínez, Josemaría Escrivá- Fundador del Opus Dei. Peregrino de Fátima, Palabra, Madrid, 2002 y Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei. III. Los caminos divinos de la tierra, Rialp, Madrid, 2003
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