Elfegor

Un mecánico guatemalteco cuenta su historia y su relación con Kinal, una obra corporativa del Opus Dei en Guatemala

Mi nombre es Elfegor Monterroso Monterroso. Yo nací aquí en Guatemala hace cuarenta años, pero cuando tenía seis, mis padres se fueron a la costa, al parcelamiento "La Máquina". Allí aprendí a trabajar de muy chiquillo: a los siete u ocho años ya ordeñaba vacas y araba con bueyes; a los nueve o diez ya manejaba los tractores agrícolas de la finca. Me gustó el oficio de operador de maquinaria pesada y a los catorce años me fui a trabajar a las selvas de Petén. Allí estuve aproximadamente siete años. 

Luego me casé y ahí vino mi felicidad. Me fui a Estados Unidos a trabajar, pero al mes y trece días de estar allí tuve un accidente. Se me vinieron quince toneladas de químicos encima y pasé dos años hospitalizado en un Hospital de Houston. Mi "reparación" costó 187.000 dólares. Eso lo pagó el Seguro de la Compañía en que trabajaba.

Como la mala hierba nunca muere, digo yo, salí adelante, aunque tengo los dos fémur de platino, y el brazo se me dislocó. Gracias a Dios sigo luchando y trabajando, aunque ya no es igual.

Kinal es un centro educativo de capacitación técnica, con más de 50 años, dirigido a la formación integral y al desarrollo humano de trabajadores jóvenes y adultos. Actualmente estudian en Kinal más de 2,000 personas.

Cuando estaba en Petén agarré experiencia en enderezado y pintura de automóviles, también en la mecánica, y a eso me dedico actualmente. Ahora tengo mi propia empresa, que he hecho gracias a la formación de Kinal.

Ya llevo aproximadamente ocho años en este lugar, frente por frente de Kinal, y como el resto de los vecinos, le estoy muy agradecido a la Fundación. Cuando yo me vine aquí la calle era de tierra y nos unimos los vecinos con don Armando para promover el asfaltado de la carretera. Kinal ha ayudado a mucha gente, como a mí, con el programa de la microempresa.

Yo saqué tres cursos de Kinal: relaciones humanas, administración de empresas y se me escapa el nombre del otro. Ha sido una Fundación que nos ha venido a beneficiar a muchos. En número uno, porque tienen su clínica dental y de médicos para darle apoyo a la gente que los necesita. Cuando uno de los vecinos fallece, ellos colaboran.

Por otro lado, las relaciones humanas que ellos manejan es de muy buen concepto. Lo que nos hace falta en este país es alguien que nos ayude. Yo puse mi taller y ellos me han orientado mucho con los cursos, y cuando necesito el apoyo de alguien acudo a Kinal, y lo aconsejan a uno sobre lo que tiene que hacer. Son muy abiertos. Un día les dije que quería cerrar mi taller, porque a veces uno se cansa de estar todo el día aquí, entre los carros. Y ellos me aconsejaron: "no, no lo quites, ¿de qué vas a vivir?" -"Voy a hacer unos apartamentos -les dije- y voy a vivir de rentas". "No, no -me dijeron- la situación no es buena, y siempre es conveniente tener una entrada más". O sea, que le dan impulsos a uno.

Y no sólo consejos. Promueven préstamos a la microempresa. Consiguieron que me prestaran un dinero para trabajar: diez mil quetzales. Con ese dinero pude comprar equipo, y hacer una ampliación que tenía que hacer. Ahora tengo más lugar para trabajar, tengo más equipo. Y me impulsan a seguir estudiando, sacando cursos que son los que lo hacen a uno profesional. ¡Cómo no le voy a estar muy agradecido a Kinal!