Acepté un nuevo reto que me ha llenado de mucha alegría

Cristina tiene veinte años, es la menor de cinco hermanos y estudia tercer año de Hotelería en la Universidad del Istmo. Cuenta sobre la alegría que ha experimentado, dando catequesis cada sábado a niños de escasos recursos en el municipio de Fraijanes, Guatemala.

Cristina con uno de los niños a quien da catequesis

Conocí el Opus Dei desde pequeña en Entrevalles, un colegio que ha confiado la formación espiritual a la Obra. Allí hice muchas amigas, con quienes me mantengo muy unida y disfruto haciendo todo tipo de planes. Además de la formación que recibí en Entrevalles, desde pequeña asistí a Caranday, un centro de la Obra donde aprendí a frecuentar los sacramentos, a tener dirección espiritual y donde empecé a involucrarme en actividades que en gran parte me permitieron abrirme más a los demás.

Hace tres años empecé a dar una catequesis de doctrina católica a adolescentes que querían recibir el sacramento de la Confirmación. Entonces me di cuenta de que había aprendido mucho en mis clases del colegio y también en Caranday, pero que todavía tenía que seguir acudiendo a los medios de formación, para poder ayudar a muchas más personas.


Acepté un nuevo reto y empecé a dar catequesis de Primera Comunión a niños de escasos recursos

En 2023, acepté un nuevo reto y empecé a dar catequesis de Primera Comunión a niños de escasos recursos, en el municipio de Fraijanes. El hecho de ver a estos niños, conocer sus dificultades y la alegría con la que cada sábado acudían a la catequesis me conmovió desde el principio. A pesar de su falta de recursos o de las enfermedades que algunos sufren, todos mostraban un gran esfuerzo e ilusión por acercarse y entender mejor su fe. Junto con otras catequistas tuve que repasar distintos temas, para poder transmitir con un lenguaje muy sencillo y de un modo atractivo algunas realidades como, por ejemplo, la existencia de los ángeles, el trato que podemos tener con la Virgen, nuestra Madre, el milagro de la presencia real de Jesús en la Eucaristía, entre tantos otros temas. Me motivaba mucho ver que los niños querían acercarse a Dios, hacer crecer su fe, y que yo podía ser un medio para alcanzarlo.

Pude conocer más de cerca la realidad de algunos de ellos, quienes viven situaciones muy complicadas

Además de darles las clases de doctrina, desde el inicio intentamos organizar cada sábado alguna actividad más entretenida con los niños, que les permitiera divertirse un rato y hablar de lo que les gusta. Fue entonces cuando pude conocer más de cerca la realidad de algunos de ellos, quienes viven situaciones muy complicadas en sus escuelas, o en su propia familia. Recuerdo una ocasión, donde uno de los niños se sentía muy triste por algo que le había pasado, y el solo hecho de poder contármelo y rezar juntos por esa intención le cambió la cara, y salió muchísimo más animado.

Capilla de la iglesia La Puerta del Señor

Poder transmitir los conocimientos sobre mi fe a otras personas que lo necesitan me ha llenado de mucha alegría. Algunas de mis amigas lo notan y se sienten motivadas a participar dando catequesis; a la vez, saben que eso requiere tiempo y preparación, para repasar distintos temas que no dominamos o en los que podríamos profundizar más. A mí me ocurre, cada vez que doy una clase, que los niños hacen muchas preguntas, y el esfuerzo que debo hacer para responderlas, leyendo o preguntando a otras personas, me permite aprender más.

Por eso les digo a mis amigas que vale la pena, que tenemos mucho que aportar a los demás, y que eso nos llena de felicidad. A la vez, nos hace ser más conscientes de la importancia que tiene nuestra propia formación, para poder alcanzar un mejor trato con Dios y con los demás, para poder vivir la caridad de manera especial con quienes más lo necesitan.