Comienzos del Opus Dei
8. ¿Qué tipo de pensamiento político tenían las personas que rodeaban al fundador del Opus Dei durante los años 30?
Eran en su mayoría jóvenes estudiantes de distintas carreras, de procedencias geográficas variadas y de tendencias y sensibilidades políticas diversas. Cada uno, como cualquier otro católico, elegía en conciencia una opción política o, simplemente, se mantenía al margen. San Josemaría nunca hablaba de política, ni preguntaba por las inclinaciones políticas de quienes acudían a él.
En la residencia DYA, que san Josemaría había puesto en marcha en la calle de Ferraz, se fomentaba el respeto por las opiniones de los demás. Nada impedía, por tanto, que entre los primeros miembros del Opus Dei y entre las personas que participaban en la labor apostólica hubiera simpatizantes de diversas formaciones políticas, como los nacionalistas vascos (PNV), las Juventudes de Acción Popular (JAP), la primera Falange o la Asociación Escolar Tradicionalista.
Las peculiares circunstancias políticas de la II República —con el creciente anticlericalismo de las formaciones de izquierda, germen ideológico de la persecución religiosa— hacían muy difícil en aquellos momentos que los católicos se vincularan a formaciones políticas de la izquierda.
Escribe François Gondrand en su ensayo El Fundador del Opus Dei y su actitud ante el poder establecido.
Con los brazos abiertos a todos y respetuoso siempre con la libertad de cada persona, don Josemaría no hacía ningún tipo de declaración partidista sobre la situación política que le rodeaba. Los jóvenes que le seguían tenían filiaciones políticas muy diversas y a veces, antagónicas: había entre ellos nacionalistas, monárquicos que estaban cada vez más en desacuerdo con el gobierno constituido, católicos vascos de fuerte sentido republicano y defensores de sus “libertades patrias”, etc.
“El Padre”, como todos le llamaban, no hacía alusión alguna a las libres opciones temporales de cada cual, aunque les pedía, eso sí, que no hablaran de cuestiones políticas en aquel centro al que acudían para formarse cristianamente. Les explicaba que la labor apostólica que llevaba a cabo no era, en modo alguno, una respuesta ante la situación político-religiosa que atravesaba el país. “La Obra de Dios —decía— no la ha imaginado un hombre, para resolver la situación lamentable de la Iglesia en España desde 1931”. “No somos una organización circunstancial” —recalcaba— (...) “ni venimos a llenar una necesidad particular de un país o de un tiempo determinados, porque quiere Jesús su Obra desde el primer momento con entraña universal, católica”. “El vínculo que os une —insistía el fundador— es de naturaleza exclusivamente espiritual (...) Lo que descarta toda idea o intención política o partidista”.
Escrivá se limitaba a enseñar —y eso ya era mucho— el mensaje del Opus Dei, que convoca a los cristianos corrientes a santificarse en medio del mundo y a esforzarse por vivir la llamada evangélica con todas sus consecuencias, recordándoles las palabras del Señor: “Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto”. No les ofrecía un recetario de reformas sociales, ni un programa político determinado. Sabía —y recordaba— que el esfuerzo por transformar la sociedad para hacerla más fiel a los valores evangélicos es una tarea que corresponde a cada fiel cristiano en particular. Es el cristiano de a pie quien debe formular y proponer, con plena responsabilidad, las consecuencias sociales concretas que, a su juicio personal, lleva implícito ese mensaje”.
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El Fundador del Opus Dei y su actitud ante el poder establecido