Rezar con el beato Álvaro: «Donde está Pedro, allí está la Iglesia»

«Sea quien sea: alto o bajo, gordo o flaco, de esa nacionalidad o la otra, es Pedro». Acompañemos a los cardenales reunidos en cónclave para elegir al nuevo sucesor de Pedro, guiados por las palabras del beato Álvaro del Portillo, en la cercanía de su memoria litúrgica.

El 12 de mayo de 1921, Álvaro del Portillo recibió la Primera Comunión en la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción de Madrid. El día de su beatificación se eligió esta fecha para celebrar su memoria litúrgica. Con motivo de su próxima fiesta y del cónclave, ofrecemos unas palabras del beato Álvaro del Portillo sobre el Papa, sucesor de Pedro y pastor de la Iglesia universal:

  1. «Sé que encomendáis, perseverando unánimemente en la oración, al Papa que ha de venir, fieles a las enseñanzas y al ejemplo de san Josemaría en circunstancias análogas. "¡Ya lo queremos!", decía san Josemaría en tiempo de sede vacante refiriéndose al futuro Sumo Pontífice. Pues vamos a quererlo nosotros también, rezando, rezando mucho». (Carta, 29-IX-1978)
  2. «Amad mucho al Papa con obras de servicio fiel a la Iglesia; consolidad este espíritu que ha constituido desde los comienzos una característica muy propia de la Obra». (Carta, 9-I-1980) 
  3. «Desde nuestro lugar de trabajo —en la oficina y en el campo, en el hogar doméstico, en la fábrica y en la cátedra universitaria, en todas partes—, si cumplimos con alegría nuestros deberes y somos fieles a nuestra vocación, si somos a diario exigentemente piadosos, estamos ayudando al Papa en su misión de gobernar la Iglesia, fortaleciendo a tantos cristianos que se ven injustamente perseguidos a causa de la fe, fomentando la paz y la concordia entre las naciones, impulsando el apostolado: realizando en los ambientes más diversos una siembra de paz y de alegría. ¿No es esto algo maravilloso, que hemos de agradecer cada día a Dios?» (Carta, 1-XI-1984). 
  4. «Permanecer unidos al Papa es el único modo de ser fieles a las palabras de Nuestro Señor, que ha asegurado: super hanc petram ædificabo Ecclesiam meam. Es Cristo quien edifica la Iglesia —y nosotros con Él— por medio del Espíritu Santo, pero sobre el fundamento que Él mismo ha puesto. No hay más camino que actuar siempre cum Petro et sub Petro, en unión con el Papa y sujetos a su autoridad» (Homilía, 2-V-1988, en “Orar Como sal y como Luz”, Ed. Planeta).
  5. «El Romano Pontífice, sea quien sea: alto o bajo, gordo o flaco, de esa nacionalidad o la otra, es Pedro. Y a Pedro, Dios nuestro Señor Jesucristo le dio las llaves para gobernar la Iglesia». (Encuentro en París, 1988)
  6. «Amad mucho al Santo Padre, que es, en nombre de Dios, signo y causa de unidad en la Iglesia: sed docilísimos a sus enseñanzas y a todas sus disposiciones. Y, en cada diócesis, amad al Obispo y rezad mucho por él, para que el Señor le ayude con su gracia a llevar tan gran peso, y se fortifique siempre más la unión de todos con Pedro, el Sumo Pontífice. Ubi Petrus, ibi Ecclesia: donde está Pedro, está la Iglesia». (Carta a los nuevos sacerdotes, 28-VII-1988)
  7. «Debemos ser muy romanos, por nuestro amor al Sucesor de Pedro, que se manifiesta en oración y mortificación por su Persona e intenciones, en la fidelidad a sus enseñanzas, y en la obediencia rendida a sus indicaciones. Y muy romanos también por el afán apostólico de allegar a las criaturas todas cum Petro a Jesús por María». (Carta, 1-VIII-1991, en “Orar Como sal y como Luz”, Ed. Planeta).
  8. «La oración por el Padre común de los cristianos no puede limitarse a momentos más o menos excepcionales, como el que acabamos de vivir, sino que ha de ser una actitud ordinaria, de todos los días y de muchas veces al día. Así lo aprendimos de nuestro santo Fundador, que condensaba la misión del Opus Dei en unas palabras que todos hemos de tener siempre presentes: omnes cum Petro ad Iesum per Mariam! Nuestra labor apostólica consiste en llevar a todas las almas que encontramos en nuestro camino, bien unidas a Pedro —al Papa—, hasta Jesús por medio de María. Y ese cum Petro, en el que tanto insistía san Josemaría, se puede concretar, en primer lugar, en oración y mortificación por la Augusta Persona del Santo Padre y por sus intenciones. De este modo le ayudamos eficazmente a llevar la carga, dura y suave al mismo tiempo, que el Señor ha puesto sobre sus hombros. ¡No me lo olvidéis nunca, hijas e hijos míos, y ocupaos de que no lo olviden tampoco vuestros parientes, amigos y conocidos!» (Carta, 1-VIII-1992)