Cabe decir que una prima mía en su juventud había sido auxiliar del Dr. Ernesto Cofiño; aunque de profesión era niñera, y su conocimiento más que teórico, era meramente empírico. Me contó cómo una mañana de hace más de sesenta y cinco años el Doctor recibió una niña de tres años de edad con insuficiencia renal lo cual acabaría con su vida, y pregunté ¿como sabe que acabaría con su vida? Y me dijo: el doctor me lo explicó: estaba anúrica, abotagada y se veía muy mal. El Doctor Cofiño me ordenó preparar el esteroide, procedí a inyectárselo y fue milagrosa la respuesta de la paciente, la madre estaba extasiada y para el día siguiente su condición clínica era mucho mejor, en cuestión de tres días estuvo bien del todo insistiendo mi prima que había sido un milagro. Yo viendo la expresión de ella y por ser una enfermedad que yo personalmente he tratado e investigado con ahínco sabía que era cierto lo del extremo letal por lo que insistí en las preguntas tratando de confirmar que se trataba de una insuficiencia renal y no otra cosa.
Insistiendo en la razón del tratamiento con esteroides, algo que se limitó a decir que el Dr. Cofiño ordenó, pues ella como niñera y asistente no tenía mayor información.
Con estos relatos, quiero patentizar mi adhesión, a la causa de la presencia indudable de la presencia de Dios en el trabajo clínico de nuestro amigo el Dr. Ernesto Cofiño; y quedo a su entera disposición para lo que haya lugar. Atentamente,
D.JG.