En mayo de 1974, san Josemaría comenzó su segundo viaje a América y tuvo como etapas Brasil, Argentina, Chile, Perú, Ecuador y Venezuela. Pero el empuje del alma del fundador del Opus Dei superaba la resistencia de su cuerpo, que flaqueó. Tras su intenso trabajo en Brasil y Argentina, padeció una faringitis en Chile que fue complicándose al llegar a Perú; a esto se sumó luego el mal de altura en Ecuador. Su salud se resintió notablemente.
Recuerda Mons. Javier Echevarría que tuvieron que «ir retrasando el viaje, con respecto a los planes iniciales, porque unas veces por las condiciones atmosféricas, otras veces porque la salud de san Josemaría estaba quebrantada, no había posibilidad de atender las reuniones multitudinarias previstas. En todos los casos, fue ejemplar el comportamiento de don Álvaro, animando, sosteniendo, sabiendo guardar silencios cuando san Josemaría no podía con su cuerpo, y tenía que someterse a tratamientos médicos que le dejaban agotado.
Si siempre había sido un hijo fiel del Fundador, en esos meses de auténtico calvario físico para san Josemaría, estuvo siempre a su lado con una atención que demostraba su fidelidad a Dios, a través de su servicio leal a quien el Señor había escogido para iniciar el camino del Opus Dei».
El 29 de enero de 1975 san Josemaría quiso reanudar la catequesis por tierras de Venezuela y Guatemala, que se prolongó a lo largo del mes de febrero. En la capital guatemalteca se produjo un pequeño suceso, cargado de significado. El 19 de febrero era el santo de don Álvaro, y, durante una tertulia en la que participaban un buen grupo de fieles del Opus Dei, alguien preguntó al Padre: —¿Cómo hacer para ser fieles como don Álvaro? Inmediatamente, todos los presentes rompieron en un fuerte aplauso, al que se unió san Josemaría con gran contento.
Fuente: "Álvaro del Portillo. Un hombre fiel". Javier Medina Bayo // Ediciones Rialp - 2012