Trabajar la confianza (y IX): ¿Y si quiero un viaje de fin de curso diferente?

Cuando los hijos se acercan al final de la etapa escolar, comienzan los interrogantes acerca del viaje de fin de curso. Este vídeo busca reflexionar sobre la oportunidad de diálogo que se puede crear con los adolescentes, con motivo de estos viajes.

Llega el último año del colegio y crece la expectativa de los hijos por celebrar el cierre de esta etapa con un viaje junto a sus amigos. Playa, montaña, fiesta, deporte, son las posibilidades que suelen presentarse a la hora de pasar unos días con los compañeros de casi 12 años y vivir una experiencia, quizás la última compartida por todos, que quedará para siempre en el recuerdo del grupo.

Para las familias estos momentos suelen estar llenos de ilusiones y alegrías, pero también de incertidumbre. ¿Qué pasa cuando el proyecto de viaje que se plantea en el grupo de amigos de tu hijo no coincide con los valores familiares? Afrontar esta cuestión es un desafío, y puede ser una buena oportunidad para que los padres dialoguen con sus hijos.

Proponemos algunas preguntas que pueden ayudarlos a aprovechar el video, cuando lo veas con matrimonios amigos, con padres y madres de la escuela o en la parroquia:

Preguntas para el diálogo:

  • ¿Qué puedo hacer para entender cómo piensan mis hijos? ¿Qué modelo de vida tienen mis hijos? ¿Y sus amigos? ¿Tengo una actitud abierta hacia ellos? ¿Procuro que la forma en que expongo mis ideas en nuestras conversaciones ayude a que mis hijos se abran conmigo? ¿Soy consciente de que puedo herir a mis hijos con mi falta de confianza? ¿Acepto y alabo sus propuestas positivas? ¿Les pregunto las motivaciones que justifican sus propuestas?
  • ¿Entiendo y comparto la ilusión de mis hijos con su viaje de egresados, o lo considero como algo sin importancia? ¿Conocemos la realidad del viaje de egresados que propone el grupo del colegio? ¿Coincide con los valores que queremos enseñar a nuestros hijos?
  • ¿Nos involucramos como pareja en la organización del viaje? Ante una propuesta que no nos acaba de convencer, ¿proponemos otra opción? ¿Nos preocupa la presión social de no aceptar un determinado viaje? ¿Sabemos transmitir a nuestros hijos, de una manera amable, cuáles son límites económicos que podamos tener el hogar? ¿Buscamos, en conjunto con los hijos, otra alternativa?

Propuestas para la acción

  • Antes de hablar con un hijo sobre el viaje de egresados, es muy positivo que los padres estén de acuerdo y sean razonables con los motivos y coherentes con el planteamiento que procuran transmitir.
  • Conocer las expectativas de sus hijos; sobre todo, hablando con ellos. Facilitarles que hablen, ayudarles a reflexionar sobre sus propias ideas, y a que las confronten con realismo con su propia situación, y la familiar.
  • Es importante hablar de las ilusiones del fin de la etapa escolar y compartirlas con ellos. También de los riesgos, si así los hubiera, del viaje de egresados - el abuso del alcohol, las drogas, el sexo - pero hacerlo siempre desde una posición de diálogo. Intentar no centrarse demasiado en planteamientos imperativos o en ejemplos de situaciones extremas.
  • Involucrarse en la organización del viaje. Proponer ideas de viajes divertidos para ellos. Es necesario conocer el entorno que rodea a los hijos y la realidad del viaje planteado por el curso. Tomar decisiones en conjunto con los hijos, dejando de lado la presión social.
  • Meditar con la Sagrada Escritura y con el Catecismo de la Iglesia Católica

  • La educación de la conciencia es una tarea de toda la vida. Desde los primeros años despierta al niño al conocimiento y la práctica de la ley interior reconocida por la conciencia moral. Una educación prudente enseña la virtud; preserva o sana del miedo, del egoísmo y del orgullo, de los insanos sentimientos de culpabilidad y de los movimientos de complacencia, nacidos de la debilidad y de las faltas humanas. La educación de la conciencia garantiza la libertad y engendra la paz del corazón. (Catecismo de la Iglesia Católica, 1784)
    • Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos. Testimonian esta responsabilidad ante todo por la creación de un hogar, donde la ternura, el perdón, el respeto, la fidelidad y el servicio desinteresado son norma. La familia es un lugar apropiado para la educación de las virtudes. Esta requiere el aprendizaje de la abnegación, de un sano juicio, del dominio de sí, condiciones de toda libertad verdadera. Los padres han de enseñar a los hijos a subordinar las dimensiones “materiales e instintivas a las interiores y espirituales” (CA 36). Es una grave responsabilidad para los padres dar buenos ejemplos a sus hijos. Sabiendo reconocer ante sus hijos sus propios defectos, se hacen más aptos para guiarlos y corregirlos: «El que ama a su hijo, le corrige sin cesar [...] el que enseña a su hijo, sacará provecho de él» (Si 30, 1-2). «Padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos más bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor» (Ef6, 4). (Catecismo de la Iglesia Católica, 2223).
    • Corresponde a los que ejercen la autoridad reafirmar los valores que engendran confianza en los miembros del grupo y los estimulan a ponerse al servicio de sus semejantes. La participación comienza por la educación y la cultura. “Podemos pensar, con razón, que la suerte futura de la humanidad está en manos de aquellos que sean capaces de transmitir a las generaciones venideras razones para vivir y para esperar”. (Catecismo de la Iglesia Católica, 1917).

    Meditar con el Papa Francisco

  • En este tiempo, en el que reinan la ansiedad y la prisa tecnológica, una tarea importantísima de las familias es educar para la capacidad de esperar. No se trata de prohibir a los chicos (…), sino de encontrar la forma de generar en ellos la capacidad de diferenciar las diversas lógicas y de no aplicar la velocidad digital a todos los ámbitos de la vida. (Amoris laetitiae, 275).
  • La adolescencia no es una enfermedad contra la que tenemos que luchar. Es parte del crecimiento normal, natural, de la vida de nuestros hijos. Donde hay vida hay movimiento, donde hay movimiento hay cambios, búsqueda, incertidumbre, hay esperanza, alegría y también angustia y desolación. Encuadremos bien nuestras ideas en procesos vitales previsibles. Hay márgenes que es necesario conocer para no asustarse, para no ser tampoco negligentes, sino para saber cómo acompañar y cómo ayudar a crecer. No todo es indiferente, pero tampoco todo tiene la misma importancia. Por lo tanto, debemos discernir cuales son las batallas que hay que combatir y cuáles no. En esto sirve mucho escuchar a parejas con experiencia, que, aunque nunca nos den una receta, nos ayudarán con su testimonio a saber este o aquel margen o gama de comportamientos. (Basílica de San Juan de Letrán, 19 de junio de 2017).
  • Propongámosles metas amplias, grandes desafíos y ayudémoslos a vencerlos, a alcanzar sus metas. No los dejemos solos. Por lo tanto, desafiémoslos, más de lo que nos desafían. No dejemos que el “vértigo” se lo den otros, que no hacen más que poner en peligro sus vidas: démoselo nosotros. Pero el vértigo justo que satisfaga este deseo de moverse, de ir adelante. (Basílica de San Juan de Letrán, 19 de junio de 2017).
  • Meditar con san Josemaría

  • “Es necesario que los padres encuentren tiempo para estar con sus hijos y hablar con ellos. Los hijos son lo más importante: más importante que los negocios, que el trabajo, que el descanso. En esas conversaciones conviene escucharles con atención, esforzarse por comprenderlos, saber reconocer la parte de verdad —o la verdad entera— que pueda haber en algunas de sus rebeldías. Y, al mismo tiempo, ayudarles a encauzar rectamente sus afanes e ilusiones, enseñarles a considerar las cosas y a razonar; no imponerles una conducta, sino mostrarles los motivos, sobrenaturales y humanos, que la aconsejan. En una palabra, respetar su libertad, ya que no hay verdadera educación sin responsabilidad personal, ni responsabilidad sin libertad”. Es Cristo que pasa, n. 27.
  • "Debéis administrar la libertad de los hijos, según la edad que tengan. No podéis tratar a todos de la misma manera. La justicia exige que tratéis de manera desigual a los hijos desiguales, pero de modo que no tengan celos. Son desiguales por la edad, por el temperamento, por la salud, por sus condiciones intelectuales… Así, con vuestra ayuda, llegan a ser iguales y a quererse mucho, a portarse bien, a tener las virtudes de sus padres, y a ser buenos hijos de Santa María". Encuentro en Guadalaviar (Valencia), 17 de noviembre de 1972.
  • "Compréndelos, discúlpalos: ¿acaso tú y yo no hemos hecho lo mismo con Nuestro Señor, y hemos vuelto? Que se den cuenta de que eres el mejor amigo, de que nadie les quiere tanto como su padre y su madre. Verás cómo los chicos están orgullosos de esto". Encuentro en El Prado (Madrid), 18 de noviembre de 1972.