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1. Introducción. Atraídos por el amor de Dios en nuestro caminar cotidiano.
2. Meditación I. La Asunción de la Virgen.
3. Meditación II. El hijo pródigo.
4. Charla.
5. Lectura espiritual.
6. Examen de conciencia.
Introducción. Atraídos por el amor de Dios en nuestro caminar cotidiano
«Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre». No vayas a creer que eres atraído contra tu voluntad; el alma es atraída también por el amor. No temamos el reproche que pudieran hacernos algunos fijándose solo en la materialidad de estas palabras evangélicas, muy ajenos al verdadero sentido de las cosas divinas. En efecto, tal vez nos dirán: «¿Cómo puedo creer libremente si soy traído?» Y yo les respondo: «Me parece poco decir que somos traídos libremente; hay que decir que somos atraídos incluso con placer».
¿Qué significa ser traídos con placer? “Sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón” (Salmo 36). Existe un apetito en el alma al que este pan del cielo le sabe dulcísimo. Por otra parte, si el filósofo pudo decir: «Cada cual va en pos de su deseo», no por necesidad, sino por placer, no por obligación, sino por gusto, ¿no podremos decir nosotros, con mayor razón, que el hombre se siente atraído por Cristo, si sabemos que el deleite del hombre es la verdad, la justicia, la vida sin fin, y todo esto es Cristo?
¿Acaso tendrán los sentidos su deleite y dejará de tenerlos el alma? Si el alma no tuviera sus deleites, ¿cómo podría decirse: “Los humanos se acogen a la sombra de tus alas; se nutren de lo sabroso de tu casa, les das a beber del torrente de tus delicias, porque en ti está la fuente viva, y tu luz nos hace ver la luz?”. Preséntame un corazón amante, y comprenderá lo que digo. Preséntame un corazón inflamado en deseos, un corazón hambriento, un corazón que, sintiéndose solo y desterrado en este mundo, esté sediento y suspire por las fuentes de la patria eterna, preséntame un tal corazón, y asentirá en lo que digo. Si, por el contrario, hablo a un corazón frío, este nada sabe, nada comprende de lo que estoy diciendo.
Muestra una rama verde a una oveja, y verás cómo atraes a la oveja; enséñale dulces a un niño, y verás cómo lo atraes también, y viene corriendo hacia el lugar a donde es atraído; es atraído por el amor, es atraído sin que se violente su cuerpo, es atraído por aquello que desea. Si, pues, estos objetos, que no son más que deleites y aficiones terrenas, atraen a los que tales cosas aman solo con verlas, porque es cierto que «cada cual va en pos de su deseo», ¿no va a atraernos Cristo revelado por el Padre? ¿Qué otra cosa desea nuestra alma con más vehemencia que la verdad? ¿De qué otra cosa el hombre está más hambriento? Y ¿para qué desea tener sano el paladar de la inteligencia sino para descubrir y juzgar lo que es verdadero, para comer y beber la sabiduría, la justicia, la verdad y la eternidad?.
De los tratados de san Agustín sobre el evangelio de san Juan: tratado 26, 4-6.
Primera meditación
Opción 1. Meditación: La Asunción de la Virgen.
Opción 2. Texto para la vida cristiana: «El Cielo tiene un corazón: Benedicto XVI, Homilía sobre la Asunción de la Virgen y la vida cotidiana».
Segunda meditación
Opción 1. Meditación: El hijo pródigo.
Opción 2: Dios está de fiesta. Comentario al Evangelio del hijo pródigo.
Charla
La educación no se va de vacaciones. (Artículo de Javier Segura en la revista Omnes).
Ahora que tenemos tan cerca el verano, todos, porque todos estamos implicados en la labor educativa de un modo u otro, hemos de verlo como un tiempo importantísimo en la labor educativa. O dicho de otra manera, la educación no tiene vacaciones.
Lectura
¿Es realmente posible amar a Dios aunque no se le vea? Y, por otro lado: ¿se puede mandar el amor? En estas preguntas se manifiestan dos objeciones contra el doble mandamiento del amor. Dios no nos impone un sentimiento que no podamos suscitar en nosotros mismos. Él nos ama y nos hace ver y experimentar su amor, y de este «antes» de Dios puede nacer también en nosotros el amor como respuesta.
Benedicto XVI, Amor a Dios y amor al prójimo. Encíclica Deus cáritas est, nn. 16 y ss.
Examen de conciencia
Acto de presencia de Dios.
Consiste en ponernos bajo su mirada amorosa que nos acompaña y protege. Invocamos al Espíritu Santo para entender cómo hacer nuestra vida más grata a Jesús.
1. «Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, la luna a sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas» (Ap 12, 1). ¿La Asunción y coronación de la Virgen como reina del cielo y de la tierra es una señal de esperanza para mí, pues ella está asociada a la victoria de su Hijo?
2. ¿Confío a la mediación materna de María mi vida y la de mi familia? ¿Le pido que en ella surjan vocaciones para la Iglesia y para la Obra?
3. «Concédenos que, aspirando siempre a las realidades divinas, lleguemos a participar con ella de su misma gloria» (Colecta de la Misa de la Asunción). ¿Procuro vivir de tal modo que los frutos de mi actuar contribuyan a la gloria de Dios?
4. «Un hombre tenía dos hijos. El más joven de ellos le dijo a su padre: “Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde”» (Lc 15, 11-12). Contemplando la historia del hijo pródigo, ¿me doy cuenta de que el pecado me roba la felicidad y me aleja de Dios?
5. «Recapacitando, se dijo…» (Lc 15, 17). ¿Pido al Espíritu Santo luces para ver la realidad de mi vida con la perspectiva de la fe? ¿Acudo a la confesión con la seguridad de que él me está esperando y me acoge con alegría?
6. El hijo mayor «se indignó y no quería entrar, pero su padre salió a convencerle» (Lc 15, 28). Mis propias carencias, ¿me ayudan a comprender y perdonar a los demás y a no juzgar? ¿Trato de dialogar con mi cónyuge, evitando discusiones que solo nos llevan a distanciarnos? ¿Corrijo a mis hijos con cariño y con paciencia?
7. El padre de la parábola respondió: «Ese hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado» (Lc 15, 31). ¿Le pido al Señor un corazón grande en el que entren todas las personas, también aquellas que más me cuesta tratar o las que me han hecho daño? ¿Me dan alegría los logros de los demás: materiales, humanos, espirituales…?
Acto de contrición