“Buena hija serás de Cristo, si eres buena hija de tus papás”

En Chile, en 1974, en un encuentro con cientos de personas, una chica judía se dirige al fundador del Opus Dei y le pregunta sobre la fe católica.

Padre, yo soy judía, pero creo en la religión católica y quisiera convertirme al catolicismo. Mi más ferviente deseo es convertirme al catolicismo, pero soy menor de edad y mis padres no me lo permiten.

— Mira, yo te voy a decir una cosa que te va a dar mucha alegría. Yo... y lo he aprendido de este hijo mío, lo he aprendido de usted.

— ... tengo que decirte que el primer amor de mi vida es un hebreo: Jesús, Jesús de Nazaret. ¡De tu raza!

— Y el segundo, María Santísima, Virgen y Madre, Madre de ese hebreo y madre mía y madre tuya.

¿Va bien así?

— Y, después, te digo que seas muy buena con tus papás. Que tengas paciencia, que reces. No muestres ningún gesto de insurrección. ¿Está claro?

— Sí, Padre.

— Y el Señor de Nazaret, Jesús hebreo, Jesús Rey de todos los corazones y de todas las voluntades, moverá a tus papás a dejarte, tranquila y serena, seguir el camino que ya tienes escondido en el alma.

— Esa “vita ascóndita cum Christo in Deo”, ¿eh?

— Sí, Padre.

— ¿Sí?

— ¡Quiere mucho a tus papás! ¿De acuerdo?

— Sí, Padre.

— Y, mientras tanto, ve aprendiendo la doctrina de Jesucristo, y reza. Reza, hija mía. Tu bautismo de deseo ya lo tienes. Reza.

— Y jamás una palabra de crítica de tus papás.

— Porque eso está muy claro: has de amarlos con toda el alma, y mostrarlo con los hechos. ¿De acuerdo?

— Sí, Padre.

— Buena hija serás de Cristo, si eres buena hija de tus papás.

— Gracias.